A pesar del enfado de la noche anterior, XiChen se despertó con el gato dormido completamente estirado sobre su pecho. Lo acarició suavemente mientras bostezaba y se despertaba. El gato sólo ronroneó suavemente y se dejó acariciar. Tal vez no había sido tan mala idea quedarse a dormir en su cuarto en vez de bajar al salón con los niños. Aquellos momentos de paz eran su lujo personal de las cinco de la mañana. Eran momentos que siempre le permitían ver una faceta muy distinta de su familiar, una completamente oculta y privada.
El autoritario, refunfuñón e irascible líder Jiang WanYin, tenía un lado tan suave como su propio pelaje. Uno que buscaba el contacto físico y el calor de otra persona cuando quería sentirse a salvo. Se quejaba mucho de tener que limpiar su pelo continuamente, pero le gustaba ser acariciado. Le encantaba cuando XiChen masajeaba suavemente detrás de sus orejas o debajo de su mentón. Le gustaba que su mano le recorriese desde la nuca al lomo. A veces su cola se movía suavemente mientras lo hacía. Y sólo cuando estaba dormido de aquel modo podía acariciar su tripita.
Con el pecho no lo intentaba, las heridas todavía estaban frescas ahí, y no quería causarle dolor. Era algo que lo mantenía preocupado. Los ungüentos hacían que la herida no sangrase, pero tampoco cicatrizaba como debería. Incluso el pelo alrededor, que lo habían rapado para atenderlo convenientemente, parecía no querer crecer, a pesar de que con todas las atenciones que le daban, tendrían que haberle afeitado ya varias veces.
El suave subir y bajar de su cuerpo contra su pecho, era algo que le relajaba y que hacía que le costase el doble levantarse de la cama. Se había acostumbrado demasiado rápido a aquella sensación. Esa almohada caliente y mullida, que solía esconderse en la esquina de su cama cuando se acostaba, pero que se tumbaba sobre su pecho mientras dormía. XiChen se preguntaba si algún día dejaría de lado la vergüenza para acostarse directamente en su pecho desde el principio de la noche.
Le costó dejarlo suavemente sobre su cama y arroparlo antes de levantarse. Había algo en aquel pequeño animal que hacía que siempre quisiera cuidarlo y velarlo un momento más. A menudo, el gato abría los ojos un momento, por el movimiento, y luego los cerraba. A veces se hacía una bola sobre la cama tan pronto notaba que se quedaba solo. XiChen se había descubierto varias veces en aquellos días, acariciando la redondez de la bolita tan adorable.
Como ya se había establecido por rutina cada mañana, XiChen siempre era el primero en levantarse. La doncella familiar se reunía con él en la cocina y ambos preparaban juntos los desayunos de los niños. Los más mayores ya habían cogido el hábito de despertar a los otros y ayudarlos a prepararse. Se les podía oír fácilmente cuando lo hacían. En caso de que su reloj interno fallase, XiChen se encargaba de despertarlos.
El felino bajaba con ellos a desayunar, no por nada tenía ya su hueco asignado en la mesa, frente a XiChen. Las mañanas eran agradables y tranquilas. JingYi siempre exigía su abrazo y su beso en la frente y no dudaba extender esa exigencia al gato, que se había acostumbrado a recibir un abrazo que no pedía y a frotar sus mejillas contra las del niño. Sin eso, JingYi no se sentaba a la mesa. WanYin lo sabía, el resto no actuaba igual por pura contención Lan. Notaba como sus ojos brillaban con una cierta tristeza o como apretaban los puños cuando veían a JingYi recibir los mimos. Tal vez debería hablar con XiChen al respecto.
A los niños no les costaba mantener el silencio, a alguno le costaba tener los parpados arriba, y de vez en cuando, recibía un coletazo amable en el brazo, que le ayudaba a volver a abrirlos antes de derramar el congee o las gachas de avena de la cuchara. Ni si quiera el gato podía evitar soltar un bostezo de vez en cuando. Si algo echaba de menos en el clan Lan, era el café. Por algún motivo, ni siquiera XiChen lo tomaba. Y demonios si no le gustaría café para el desayuno. Los Lan parecían despreciar todos los pequeños placeres de la vida.
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Al otro lado del vínculo.
Fiksi PenggemarLan XiChen no podía imaginar, pese a toda la magia del mundo, que algún día acabaría viviendo algo así. A veces, la vida da vueltas inesperadas, requiebros y en ocasiones encuentros que la cambian por completo. Y todo empezó con un día tranquilo y a...