36|ESCUCHA|

271 65 10
                                    

— ¿A dónde vas?

La voz de Sebastian me detiene cuando voy de camino a la salida de la mansión.

Me doy vuelta y lo veo sentado cerca de un minibar que está a un lado de la inmensa sala.

— A Doomville —respondo.

— No deberías irte.

— No quiero estar aquí. Por eso me voy.

— Duraste casi dos días durmiendo. A penas has despertado hoy. Y que te sientas un poco mejor, no quiere decir que estés bien del todo. El doctor llamado Phillippe le ha dicho a Kyouhei y al amo que necesitas descansar y estar tranquila al menos unos cuantos días —me hace saber—. Entiendo que no quieras estar aquí ahora, pero irte a Doomville no es tu mejor opción. Si deseas mejorarte para cumplir tu nuevo propósito, necesitas estar completamente bien. Totalmente lo contrario a la manera en la que te encuentras ahora.

— ¿Y qué me recomiendas?

— Quédate aquí el tiempo que sea necesario, hasta que te mejores. Y piensa bien lo que haces —suelta un suspiro y se levanta de dónde está para comenzar a acercarse—. Recuerda que ser fuerte no depende solo de fuerza —él coloca una mano sobre mi hombro. Es cálido y reconfortante. Aunque sigue sintiéndose incómodo—. Y trata de no torturarte pensando en el amo.

— ¿Por qué dices eso? —me refiero a lo último que ha dicho.

— Sé que te afecta. A ambos les afecta mucho. De hecho, para mí es totalmente obvio que tú le afectas demasiado al amo —dice suavemente—. Sé que lo que diga yo ahora, no te hará cambiar los sentimientos que tienes con respecto a la forma en la que sucedieron las cosas. Pero al menos escucha mi consejo y escúchalo a él cuando te sientas preparada para hacerlo —intento intervenir, pero Sebastian se apresura—. No importa lo que haya pasado. Solo no seas igual y escucha. Tal vez así entiendas que todo éste tiempo, lo has culpado más de lo que es justo —me atrapa por completo la forma en la que habla—. Le importas, Skylar. Y le importas tanto, que es imposible no notarlo —niega al mismo tiempo que sonríe—. Créeme, jamás en mi vida imaginé que llegaría el día en el que vería al amo Midas con esa expresión desesperada y abatida en su rostro. Y cuando llegué con él para hacerle saber a dónde podrían haberte llevado, eso fué lo que ví en él. Percibí culpa, arrepentimiento, desesperación... Miedo.

— ¿Miedo? —susurro.

— Él tenía miedo de lo que fuera a sucederte. Y ahora que finalmente ha logrado encontrarte, en un estado tan terrible, no hace nada más que echarse toda la culpa. Puedo darme cuenta de que si fuera alguien más al culparlo de algo espantoso, probablemente no le importaría mucho si sabe que no tiene la culpa. Pero siendo tú, es completamente diferente. Lo que sea que le digas ahora, servirá para hundirlo por culpa de un mínimo error que por equivocación ha desencadenado algo terrible para tí.

— ¿Qué podría hacer entonces?

— Ya te lo dije. Quizás encuentres lo que necesites al escuchar lo que tenga que decir cuando intente hablar contigo. Solo eso. No debes perdonarlo, si crees que no puedes hacerlo. Solo escucha. Eso será suficiente. Ya lo demás depende de la decisión que tomes.

— ¿Y qué si tomo la decisión equivocada?

— No lo harás. Sé que piensas muy negativo en cuanto a tí se refiere. Pero eres mucho más fuerte e inteligente de lo que tú has notado por tu propia cuenta. Harás lo correcto y vas a avanzar. Tal vez no sea sencillo, pero lo lograrás. Y eso te ayudará con tus verdaderos objetivos. ¿Confía en mí?

— ¿Puedo confiar en tí?

— Ya lo hiciste una vez.

Sonrío al escucharlo.

NO TODO ES LO QUE PARECE ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora