Maldición

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-Muévanse ahora- sabía que de su cuerpo salía esa voz.
Pero no era el quien la proclama y mucho menos quien la manejaba.
Los ojos de ambos guardias se colorearon de blanco y después simplemente dejaron libre el camino.

Merlin se asusto al sentirse prisionero en su propio cuerpo y su corazón no podía dejar de saltar mientras el peleaba por hilos de consistencia.
Alguien más estaba ganando territorio dentro de él.

Las puertas se abrieron con un gran ruido de par en par.
Las conversaciones se silenciaron y ella arañó su pecho por dentro.
Quería salir.

-!Quiero hablar con Gaius!- gritó sin poder contenerse, su cabeza daba vueltas.
Se dejó caer y agachó su cabeza su largo cabello apenas atado por un mugroso y maloliente paño acarició el piso.

Era una ofensa lo que había echo y no era Merlin o en este caso el cuerpo de Merlin que ellos estaban acostumbrados a ver para que no tuviera consecuencias.

-por favor- el dolor empañó sus palabras.

-¿quien eres y como llegaste aquí?- Gwen pregunto su voz llena de una incertidumbre entrelazada con molestia.
Esa criada no tenía por qué preguntar.
Ella no era más que una sirvienta, una gata con mucha suerte.

Le causó tal molestia que apretó los dientes.
Ella de nuevo estaba ganando terreno.
Levantó la cabeza y habló.

-Merlin me envía- su voz tan suave como una sábana de seda, a su vez tan pesada y fría como una espalda maldita, escondiendo el odio y la malicia.
Observó el rostro de cada persona ahí.
Los cinco caballeros, la sirvienta, el médico y el Rey.

Cada uno de ellos mirándola.
Cada uno de ellos cuestionándose quién era y por que estaba aquí.

Con que derecho.
De pronto estaba tan feliz por que ella amaba ser el centro de atención.

Los guardias de antes entraban tan avergonzados al lugar.
Apretando con fuerza sus armas y apuntándolas directamente a su figura.
Movió sus manos hasta el sucio paño que sostenía su cabello.
Las finas hebras de cabello cayeron como las primeras gotas de una leve llovizna.

El paño que era del verdadero dueño de aquel cuerpo.
Una pieza más en aquel juego, tan innecesario y necesario a la vez.

-dijo que mostrara esto si llegaba existir algún problema- no se levantó.
Avanzó aún con las rodillas en el piso hasta que dejó la tonta tela en la gran mesa redonda.

Leon tomó la prenda y se la pasó al rubio.
En efecto era una de las pertenencias más valiosas que el mago tenía.

Arthur tomó el paño con cuidado, como si este se fuera a deshacer.
Ese pedazo de tela los había acompañado en más de una aventura, el mismo paño que llevaba Merlin la primera vez que se conocieron.
El rey no podría olvidar, no cuando Merlin fue el primero en llamarlo tonto y también amigo

Este gesto pasó sin advertencia para algunos.

-eso no responde las preguntas- sus ojos se dirigieron con molestia hasta la morena.
Si pudiera aria algo pero aún era muy pronto.

Y el plan no podía perderse por un arrebato de furia.

-¿donde está Merlin?- la voz de Arturo fue un bálsamo para sus oídos.
Sus manos sostenían con fuerza el pañuelo y parecía tan recio a que alguien más se lo quitara.

-soy Maritza la prima de Merlin- sonrió ante los ojos llenos de sorpresa.
-entre por la puerta como podrás darte cuenta- dejó por un momento la batalla de miradas que tenía con la morena y sonrió hacia Arturo.
-el está bien, se lo puedo asegurar tiene mucho que observar y sobretodo aprender-

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