Los gustos de Leon

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Gaius se había marchado con Mordred y otro cabellera más de la confianza de ambos.
Apenas llevaban dos días fuera y Merlin se había acabado por completo sus uñas, así que ahora se desquitaba con la cutícula.

Lancelot y el no podían tener una charla apropiada ya que Leon solía interrumpirlos.
A Merlin eso le causaba risa, nunca había visto al caballero tan interesado en alguien.
Podría ser que ambos tuvieran la misma suerte en el amor.

Aquella mujer seguía llegando y arrastrándolo a lo más recóndito de su cabeza.
Aún no sabía cómo luchar contra ella, por que no sabía con exactitud lo que era y tampoco se arriesgaba a subir a su cámara donde los libros y hechizos estaban resguardados.

Arturo muy pocas veces había hecho acto de presencia delante de ella, de hecho solo una vez lo hizo y fue una mera casualidad.
El rey parecía repudiar esa forma suya.

Siempre dirigiéndole esa mirada arrogante que lograba hacerlo sentir insignificante.

-hay que traer más manzanilla y ruda- el nuevo aprendiz de Gaius le daba órdenes a diestra y siniestra.
No lo culpaba le había quitado su espacio en aquel lugar.

Se levantó con pereza, con la figura encorvada, la ropa de hombre y su andar hacían que Merlin no pareciera mujer.
No al menos que detallará sus curvas o por su cabello largo.
Recogió el canasto de la mesa y salió sin muchos ánimos del lugar.

Afuera el día era más que maravilloso, una brisa fresca con un sol brillante.
Seguro que ahora mismo los caballeros estarían entrenando, duro y continuo.

Lancelot le había dicho que su rey no estaba siendo para nada cortes en los entrenamientos y que este era capaz de dejarlo tan magullados como la fruta de mercado después de un domingo.

Corto todo lo que su sustituto pedía y más.
Así se evitaba la fatiga de volver a salir.
Y un que termino temprano sus pasos no fueron directo a la habitación del médico.

Se sentó en la parte más alejada de la arena de entrenamiento.
Su vista enfocada en una sola persona, en aquella que le provocaba dolor.

El inalcanzable rey Arturo.
Un hombre de gran corazón, un poco tonto pero al final de todo bueno.

-no estás siendo justo esta mañana- Gwaine le grito cuando de nuevo los mando al piso.
Arturo ordenó entonces otra tanda de ejercicios.

Sus gritos lo hicieron reír.
Alguna vez el también tubo que soportar lo mismo.
Había días en los que extrañaba aquellas veces.
Aquellas en donde sus responsabilidades no lo tenían vuelto loco, en donde ver despertar a Arturo le daba una fresca mañana.

Y no solo por el hecho de que lo amaba, a Merlin le gustaba fastidiar al rubio.
Verlo con las cejas fruncidas y sus labios en puchero.

-¿no deberías estar trabajando?- alguien se sentó a su lado.
El cabello lleno de rizos castaños color chocolate le indico que era Gwen.

La morena se sentó junto a ella, separadas solo por la canasta llena de yerbas.

-¿no deberías estar tú haciendo lo mismo?- su mirada fría hizo que la castaña se recorriera un poco de la butaca.

Merlin no sabía por qué, pero cuando Gwen estaba cerca ella no se resistía a salir.
Aquella mujer detestaba a la morena con ansias.

Merlin en ocaciones se asustaba pensando que aquellos sentimientos bien pudieron ser de él.
Después de todo Gwen era todo lo que Arturo necesitaba.

-yo ya termine mi trabajo - alzó la cesta junto a ella
-¿tu ya terminaste de limpiar la basura?- después con la voz más risueña agregó
- oh como pude olvidarlo hoy te tocaba lavar la apestosa ropa sucia ¿no es así?- el silencio que las acompañó la puso feliz.
Le encantaba callar a las moscas muertas.

Observó sus manos, mucho más lisas y suaves que las de la chica a su lado.

-veo que ya se están haciendo amigas- Gwanie apareció a lado de la cerca de madera que dividía la área del ala de descanso.
Gwen hizo un gesto de desagrado como si hubiera tocado algo desconocido en el fondo del barril.

Ella sonrió ante el apuesto caballero.
-lo estoy intentando pero creo que no le caigo bien-
Gwanie le hizo un gesto que pretendía ser de que todo está bien.

-¿acaso estás celosa? ¿Miedo de algo?- achicó sus ojos y picoteo con sus dedos índices los brazos de la morena.
Gwanie siempre hacía reír a Merlin, esta vez no fue la excepción al ver el gesto de la plebeya.

-¿por que estaría celosa? Aquí todos saben a quién le pertenece el corazón del Rey- el cómo alzó su pecho, con ese gesto determinado y el que el caballero asintiera después de aquellas palabras la ponía furiosa.

Tenía mucho por lo que luchar.
Pero ella no era devil y tampoco estupida.

Vio por entre las dos figuras que los demás caballeros venían, su vista fija en la cabellera rubia.

Se arregló el cabello y apretó más la cesta de pronto un cosquilleo extraño embargaba su ser.

Aquel príncipe intercambió saludos con la morena más no se detuvo.

-no eres nadie para el- Gwen parecía mucho más feliz y eso solo le causó un repudio mayor hacia la joven.

Pero cada quien obtiene lo que merece.
Tendría que tranquilizarse, no podía ser descubierta.

-es una bonita tarde- un caballero de melena castaña claro se acercó a ella.
-Sir Leon para servirle- tomó su mano y besó su dorso con mucho cuidado.
Era tan amable y para nada feo, con una encantadora sonrisa y ojos brillantes, pero el no era el Rey.

Era encantador y seguro tenía un buen titulo pero para ella no era mas que otro pilar en la silla de oro.
Más no digno de sentarse en ella.

-es un verdadero gusto Sir- se inclinó sin ser exagerada y le regaló una sonrisa.
Las mejillas del hombre se colorearon de rojo divirtiéndola más.
-quisiera quedarme más tiempo pero es momento de regresar- also la canasta para que entendieran a que se refería y se marchó.

Aún tenía mucho tiempo.
Su sacrificio no iba ser en vano, pero tenía que ganarse primero al portador de la corona si quería en verdad venganza.
————
Holaaa después de todo este tiempo regresamos!
Que puedo decir? No hay mucho Que agregar.
Agradezco su paciencia y espero les guste.

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