Cuando salieron de Castro Valley, el tráfico se aligeró por fin. El Ford Thunderbird pudo presumir para lo que estaba hecho. No excedieron el límite de velocidad, por supuesto, pero Gina tenía prisa por dejar atrás a sus captores. Sabía que Dayton no se quedaría con los brazos cruzados, sin su anhelado artículo repleto de mentiras.
Las chicas habían cantado con las canciones de Dave Dee y los Monkees. Estaban muy entusiasmadas por el viaje en carretera. Pero después de cuatro horas viajando al sur por la interestatal número cinco, los ánimos decayeron, como era de esperarse. Ahora viajaban en silencio. El atardecer era inminente y Liberty iba por el quinto sueño.
Por un momento Amalia se confundió y no encontró la salida a Bakersfield, el siguiente pueblo por el que debían pasar. Echó una miradita al mapa, pero la luz ya no ayudó mucho, además de que el viento le estropeaba cualquier intento. Conforme la oscuridad se aproximaba, bajó el encapotado y despertó a su compañera.
Free se quejó.
—Ayúdame a encontrar el siguiente poblado. Bakersfield.
—Está bien... —dijo, todavía protestando por lo soñolienta que se encontraba—. ¿En dónde estamos?
—En la número cinco. Acabamos de pasar Lost Hills.
—Ah, ya veo. —Tardó en observar y Amalia bajó la velocidad—. Creo que ya pasamos la salida a Bakersfield.
—No es cierto. No la he visto.
—Creo que hay otra, pero tendremos que atravesar la ciudad.
Amalia maldijo.
—No la vi. Te dije que no te durmieras.
—¡Gina!
—Está bien. No hay problema. Preguntaremos en esa estación. De igual manera el tanque ya está llegando a un cuarto.
Amalia detuvo el vehículo frente a una bomba y se apeó para repostar. Su amante, por otra parte, caminó hacia los baños públicos. Mientras tanto, la periodista se encargó de la bomba. Descansó la espalda durante unos minutos y respiró. El entorno, aunque muy plano y sin montañas, lucía espectacular bajo una puesta de sol. Luego la distrajo el encargado, un señor de barba blanca, y preguntó por la siguiente salida a Bakersfield. El problema es que ella no comprendía cómo salir de la ciudad y le pidió instrucciones. Pero en tanto el anciano explicaba qué avenidas debía tomar, a lo lejos vio que su joven amante hablaba con un muchacho, que la seguía mientras aquella se lavaba las manos en unas piletas.
Frunció el ceño. Había perdido la atención a las instrucciones del dependiente.
—¿Puedo pagarle aquí mismo?
—Sí, por supuesto. —Ella venía, pero el joven la seguía.
Intentó contar el dinero. No se concentraba. Y detrás de Liberty venía aquel individuo, todavía con la intención de conquistarla, si se le podía llamar así.
—Aquí tiene, señor.
—Muchas gracias. Buen viaje, y recuerde tomar la avenida Rosedale. La desviación está solo a unas veinte millas. No puede perderse.
—Gracias, la recordaré.
La discusión sonó más cerca.
—¡No me interesa!
—Anda, preciosa, si vienes con nosotros no te vas a arrepentir.
Como si nada, Amalia entregó la bomba, rodeó su automóvil, abrió la tapa de la cajuela y buscó entre las maletas. De fondo escuchaba los desagradables piropos que aquel sujeto profería. Y al sentir algo duro entre sus ropas, extrajo la pistola. Se tomó su tiempo al cerrar el maletero. Era un día más, uno tranquilo, o eso quiso aparentar. Activó el arma dentro de su bolsillo, la empuñó y apuntó a aquel joven. Ambos se asustaron, más Liberty. Hasta el anciano estaba sorprendido; ya se dirigía con discreción hasta el teléfono de su tienda.
—No te lo repetiré más veces, hijo, lárgate.
—Gina, ¿qué haces?
—Está bien, señora, lo que usted diga... —decía aquel, con los brazos en alto.
Caminó tres largos pasos hacia atrás y echó a correr, gritando que Amalia estaba loca.
Guardó el arma en su nalga derecha e invitó a Liberty a volver al vehículo.
—¿Qué pasa, Gina? ¿Por qué diablos traes un arma?
—Es por seguridad.
Se sentaron.
—¿Acaso estamos en peligro? ¿Crees que nos estén siguiendo? ¿A qué hora la compraste y por qué no me dijiste?
Encendió el motor y acarició a Liberty en una mejilla.
—No pasa nada, mi amor. Todo está bien.
Amalia aceleró de golpe y se incorporó a la interestatal sin mayor problema.
+~+~+~+~+
Holo
Me choca que Wattpad me pegue las palabras del último párrafo jaja
No dice, pero me gusta pensar que la canción que escuchaban de los Monkees, además de la que está arriba, es esta:
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Dos chicas de California ✔️
RomantikEs California. Es el año 1968. Es la época en la que los jóvenes se sienten más libres que nunca. *** Amalia Bennett, una periodista conservadora, recibe el trabajo más importante de su vida: infiltrarse en la comunidad universitaria, escribir un ar...