En la mente de Amalia no paraban de reproducirse las imágenes de Sacramento, el concierto ni la música de The Animals. Por la mañana, cuando pasaba cerca de una tienda de discos, se le ocurrió comprar un vinilo, además de una consola pequeña y barata para reproducirlo. Era un compilado de aquella famosa banda. El resto del día escuchó el álbum hasta dos veces seguidas, para retener en su memoria todos los sentimientos y sensaciones. No quería deshacerse de los recuerdos, mucho menos de la dulce Liberty Palmer. Esto hasta aumentó su producción, concentrándose, claro, más en el artículo bueno que en el malo. Se le había olvidado de qué lado estaba.
Pero el teléfono se lo iba a recordar pronto.
Amalia contestó, con un corazón desbocado.
—Amy, mi querida Amy, ¿me extrañaste? —Era Dayton.
—Señor Dayton... Yo...
—Ya te he dicho que me llames Henry, querida.
«¿Lo ha dicho?»
—¿En serio?
Aquel intentaba recordar.
—En realidad no sé, pero puedes hacerlo, hija. Y bien, ¿qué me traes?
—¿De Sacramento?
—Ajá —canturreó.
—Ah, pero... Todavía no termino esa parte del artículo, señor.
—No importa. Debes tener algunos datos por ahí, ¿no?
Por cierto, justo después de haber llegado, Amalia había tomado un mapa de California y había ubicado el campamento de la comuna en él. Investigó un poco al respecto, y según Grasslands era una reserva nacional de carácter público, pero gestionada por unos personajes amigables con el movimiento hippie. En su regreso a Berkeley, con el apoyo de las señalizaciones, pudo construir la ruta y demás puntos de referencia.
—De hecho sí.
—¿Puedes informarme de todo ahora, por favor?
—¿Ahora?
—Ajá —volvió a hacer ese canto desagradable, como si fuera obvio.
—¿Pero no tengo que escribir primero...?
—Mira, Amalia, es importante que te quede claro algo, ¿sí? Detrás de mí hay unas autoridades un poco, ¿cómo decirlo?, molestas, que necesitan solucionar unos problemas cuanto antes. Les dije que tú eras mi informante principal allá en Sacramento y que nos darías una solución a unos asuntos que nos están surgiendo en esa ciudad. Así que necesitaré esa información ahora mismo.
—Sí, señor, como diga. —Se dispuso, con el teléfono en un hombro, a coger hojas, buscar entre folletos y demás papeles, y le dijo todo, desde lo de la comuna hasta el concierto. Señaló en el mapa sus puntos de referencia, que ya tenía incluso circulados, e hizo tomar nota a su patrón de muchos datos más. Este se mostró satisfecho.
—Es increíble que una banda de rock tan grande como esa tenga tanto que ver con ellos, ¿no es así, Amy?
—De hecho sí, señor.
—Me acabas de dar una mina de oro, hija, te digo que eres la mejor entre las mejores.
—Gracias, señor Dayton. Pero... ¿les harán daño a ellos?
—¿A quién?
—A los de la banda. En realidad son muy buenos. Tienen canciones bastante movidas y...
—Ay, Amy, y a mí me encantan los Mamas and the Papas y eso no cambia nada. Negocios son negocios.
—¿Están en problemas?
—Ya veremos.
—Está bien.
—Oh, es verdad, querida Amy, necesitaré que redactes esta parte del reportaje en pasado.
—¿Cómo que en pasado, señor?
—Sí, todo eso de la comuna, la financiación de Eric Burdon, los encargados de esa reserva nacional... Lo que tengas que decir sobre ellos, háblalo en pasado. Incluye las fotografías, las que tomaste en el concierto, y mézclalas con las de las cabañas. También necesitaré que me mandes esas fotografías reveladas tan pronto como las tengas. ¿Entendido?
—Entiendo.
—Antes de que se me olvide, ¿ya hablaste con tu marido?
—Todavía no, ¿por qué?
—Bueno, el bendito muchacho ha estado preguntando mucho por ti. Llámalo mañana.
—Ah... sí. ¿Y por qué no hoy? —Un segundo después, Amalia se arrepintió de haber formulado semejante pregunta a su patrón.
—¡Ja! No sé, hija, cosas de él, de ustedes. Solo me dijo que lo llamaras mañana temprano. Ha de estar con algún caso, ya sabes, cosas de abogados. De igual manera yo le conté que estabas en Sacramento, por lo que no deberás preocuparte de él en ese sentido. Está informado.
—Muy bien, jefe.
Ella finalizó la llamada. La cuestión misteriosa de Dayton para pedirle todo aquello antes de la publicación del artículo la dejó muy sugestionada. Sentía una profunda preocupación, además de que estaba muy confundida. Ahora, su desconexión con su marido fue la gota que derramó el vaso. De pronto se sintió mareada.
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Dos chicas de California ✔️
RomanceEs California. Es el año 1968. Es la época en la que los jóvenes se sienten más libres que nunca. *** Amalia Bennett, una periodista conservadora, recibe el trabajo más importante de su vida: infiltrarse en la comunidad universitaria, escribir un ar...