Capítulo 17

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Liberty traía una nueva actualización para la causa, y pensaba compartírselo a Laura

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Liberty traía una nueva actualización para la causa, y pensaba compartírselo a Laura. Se reencontraron en su departamento de Richmond. En la universidad habían tenido poco tiempo para discutir cualquier progreso en su proyecto.

—Te va a gustar lo que hicimos esta semana —decía Free, mientras se deshacía de su mochila y la colgaba en el perchero—. Emile, Gina y yo entrevistamos a más personas que podrían aparecer en un nuevo artículo. Aparte del que ella está haciendo para sus prácticas, le ayudaremos a redactar uno nuevo que podría reivindicar nuestros derechos. ¿Te imaginas? Sería la primera vez que hablarían de nuestra lucha en el Berkeley Barb.

Laura lucía distraída. Contemplaba una pintura en uno de sus propios muros.

—Con nuestros derechos me refiero a la gente como yo, Laura, ¿no opinas igual?

Después de un suspiro, Laura se dignó a responderle.

—Free... No creo que sea una buena idea.

—¿Por qué? —Estaba contrariada.

—Es una locura hablar de los derechos los homosexuales en un periódico de contracultura.

—Gina ya aclaró que es posible, que su patrón podría ayudarnos. Y ya sabes cómo es la gente que dirige ese diario, nos pueden ayudar. Joseph Lavender también podría meterse en esto. El otro día me acerqué otra vez a él y...

—Ya sabes lo que opino de Lavender.

—¿Otra vez, Laura? No entiendo por qué tú desprecias a Lavender, si él...

—No es quien dice ser. Yo también he hablado con él y me da mala espina.

—¿Tienes alguna prueba de lo que dices, o son tus sospechas de siempre?

—Lavender es de esos sujetos que te dicen que sí para que los dejes en paz. Chris, uno de Relaciones Internacionales que nos firmó el voluntariado, dijo que Lavender se había rehusado a hablar de Vietnam en el coloquio. Me dijo que su pretexto para no presentarse «era porque iba a aburrir a los alumnos», pero el tipo ni siquiera mostró interés.

—Bueno, podemos seguir sin él si quieres...

—Liberty, escúchame. —La tomó de los hombros—. Hay algo que debo decirte con respecto a esa chica que tanto adoras.

—¿Gina?

—Sí, Gina, si es que ese es su nombre verdadero. Hace una semana fui a su departamento para que me hiciera la entrevista que se supone pondría en el artículo, ¿y sabes qué vi? Su departamento era uno de muestra. No tenía retratos, ni muebles, ni nada. Apenas tenía productos en la cocina.

—Puede ser porque se acaba de mudar. Me dijo que llegó hace tiempo para estar más cerca de la universidad, que vivía hasta el sur de San Francisco.

—Y puede ser cierto, pero ni siquiera le ha quitado los precios a las periqueras... —Hizo aspavientos, restándole la importancia—. ¡En fin! El punto es que la bendita muchacha no sabe mentir. Me echó de su apartamento.

—¿Qué le dijiste? —El tono de Liberty no era curioso, sino reprobatorio.

—¿No me estás escuchando? No encontré en su lugar ningún indicio que indicase que de verdad vive allí. Ponte a pensar: llegó de la nada. Nunca la habíamos visto, ¿y de pronto ya está con nosotros haciendo un artículo para salvar el mundo? Por Dios, Free, eso es ridículo.

—¿Por qué sería ridículo? —Estaba dolida—. ¿Acaso no crees que podríamos hacer una diferencia con el artículo?

—¡Liberty, despierta! ¡¿Has escuchado una palabra de lo que te he dicho?!

—No sé, Laura, Gina es una chica con muchos problemas, pero no creo que sea una impostora de ningún tipo.

—¡Es todo muy conveniente! Fui al diario para el que trabaja y no encontré a ninguna periodista llamada Georgina Thompson. Lejos de que me trataron con un poco de indiferencia, no hallé la gran cosa sobre ella, además de que fui muchas veces y jamás la vi por allí. La he seguido y nunca encontré ni su sombra por ese sitio.

—Ella me dijo que no te agradaba, sintiéndose muy mal por ello. La estás atosigando.

—¿No te parece raro que no sepamos mucho de ella?

—Bueno, yo tampoco voy por ahí diciéndole a todos que soy lesbiana.

Laura suspiró.

—En eso tienes un punto, pero...

—Laura, tú siempre has sido muy sobreprotectora conmigo. Te agradezco que seas maternal y toda la cosa, pero ya basta. Con Joe hiciste el mismo número, ¿recuerdas? Ya cuando viste que sus sentimientos por Emile eran sinceros, entonces sí cambiaste de opinión. Siempre requieres pruebas en tus manos, o si no todo es mentira. Deja de agobiarme así, Laura.

—Free, es que no lo estás pensando con claridad. ¡Ella no es tu ángel especial!

—¡Tal vez lo sea!

—¿Qué dices? Deberías...

—A Gina se le complica mucho socializar. Todavía no es capaz de aceptar que es diferente. Es una persona que requiere mucho esfuerzo para poder ver lo que tiene dentro. Esta semana ha sido más de lo que esperaba, y eso me tiene muy contenta. Tú no lo has podido ver porque no has estado allí con nosotros. ¡Deja de obsesionarte con protegerme! Siempre me tratas como a una niña, y se supone que soy un año mayor que tú. Todos me ven y me tratan como a una chiquilla. Ya estoy lo suficientemente grandecita para cuidarme sola.

Laura asintió, ya rendida. Miró en retrospectiva y determinó que Liberty tenía razón, pues escondía más conductas reprobables como haber espiado a la susodicha, de cuando aquella había ido a revelar sus fotografías. Se sentía estúpida y entrometida.

—Está bien, Free, tienes razón. Lo siento mucho. Perdóname por ser una obsesiva.

—Te perdono, pero prefiero irme. —Free tomó sus cosas con mucha velocidad—. Y ella va a venir con nosotros el sábado a Sacramento. Si para entonces no pretendes hacer las pases con Gina, será mejor que ni te presentes.

Allí dentro se quedó Laura, cabizbaja, antes de que la puerta las separara.

Dos chicas de California ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora