0. Acorralado

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—De nuevo.

Su cuerpo se sacudió con fuerza ante la descarga de energía. Si no fuera por las cadenas que lo mantenían colgando del techo, la fuerza del Alfa se hubiera desvanecido hace ya un tiempo.  Los músculos alrededor de su rostro y cuello se tensionaron al punto de estirar la piel.

—De nuevo, Jung—Escuchó con un zumbido en sus tímpanos.

La saliva se escapó en un hilo a través de sus labios. Espesa y caliente. Quería desmayarse para sumirse en la inconsciencia y así no experimentar ese raro dolor que atravesaba sus articulaciones, pero la adrenalina que le administraban por una vía en su brazo le hacia imposible esa tarea. El corazón le latía desbocado.

Se sentía tembloroso, con náuseas e increíblemente desorientado.

¿Por qué estaba allí? ¿Vino solo? ¿Qué pasó con su grupo?

—Quítale la mordaza—Uno de los Omegas le retiro el pedazo de cuero de entre los dientes con manos vacilantes. Lo único que evitaba morderse la lengua mientras lo electrocutaban—Solo necesito nombres, Alfa. Habla.

El moreno musito entre dientes algo inentendible.

—Creo que quiere-

—Cállate Hoseok—El Omega mayor se acercó un poco al Alfa, casi con miedo—Sabemos que no viniste solo, nadie entra sin ayuda.

Una fuerte bofetada se oyó en la habitación. Namjoon pensó que fue más sonido que golpe, pero eso no evitó que lo sacudiera. El omega definitivamente estaba entrenado para esto.

—J...on...s—Arrastró las palabras.

—¡Se claro!—La voz del Omega tembló un poco.

—Jódete.

Esta vez lo que probó fue su propia sangre en su boca, ante el puñetazo que cayó en todo su labio. Soltó un bufido. De esta no se libraría con facilidad. Esperaba que ya lo estén buscando, de lo contrario estaba muerto.

¿Pero, quienes tenían que hacerlo?

—Bájalo—Hablo uno de los Omegas—Lo quieren listo para exhibirlo.

—Esta sangrando...

—Que tiene—La voz sonó desinteresada, mientras unas manos jalaron de su cabello y otras pellizcaron su piel— Es nuestra primera captura Hoseok, tenemos que mostrar con orgullo el estado deplorable de esta bestia. Su humanidad lo ha abandonado, porque tendríamos que tenerle piedad.

—Claro, tienes razón.

Escuchó el movimiento de algunas cosas, junto con el abrir y cerrar de una puerta. Esperaba poder cerrar sus ojos, y tal vez recordar un poco lo que estaba haciendo allí. Sin embargo, algo frío contra su rostro le sobresaltó. Era un paño mojado.

—L-lo siento—Una voz suave le hablo con miedo—Solo resiste un poco más.

Al otro lado • Minimoni OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora