6. Marca

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Jimin se debatió subirse a la espalda del Alfa por unos largos minutos. No deseaba tener ningún tipo de contacto con él y menos por iniciativa propia. Ya bastante tenía con su cercanía que le abrumada el corazón.

Suspiró, quedándose sin más remedio que acceder al ver su penoso estado, y sintiéndose con la misma pesadez que los troncos del bosque.

—Tienes que apoyar todo tu peso en mi y sujetarte de mi cuello—Dijo el Alfa poniéndose de rodillas y dándole la espalda—Yo haré el resto ¿hm?

En esos momentos, Jimin deseó poder adentrarse en el bosque para encontrar alguna flor de Napellus para masticarla. Sabía que el amargor de sus pétalos le quedaría en el paladar por horas, aún así, sabía que le calmaría los nervios y tal vez le dejarían anestesiado.

Apretó los labios, tratando de no provocarlo. Aunque realmente no lo logró.

—Es impropio—Y no pudo creer que sus mejillas se calentaran con sólo pensar en la acción.

El Alfa suspiró.

—No puedes ni detectar mi aroma, solo cierra tus ojos y finge que soy un omega más—El Alfa no se movió ni un poco, expresándose con dureza.

Lo último le pareció curioso. ¿Detectar la casta por su aroma? Él no era un perro.

—No es tan sencillo.

—No voy a tocarte, pero tienes que sostenerte con tus piernas.

—Yo...—Jimin miró a los costados como esperando a que su hermano saliera entre los arbustos, o una sacerdotisa que le reprimiera con la mirada. Así que se limitó a decir lo único que su mente gritaba desde hace un buen rato—No me hagas daño.

—Jimin—Tembló al escuchar su nombre con una suavidad muy profunda—No voy a hacerte nada, pero si no te sujetas bien, perderé el equilibrio y caeremos los dos. Cierra tus ojos y yo haré el resto.

Sin realmente creer en sus palabras se acercó a la espalda ancha del Alfa para descansar su torso sobre él. Manteniendo el brazo herido contra su pecho, y enlazando el otro alrededor del cuello ajeno. Intentó regular los latidos de pánico por el contacto. No quería que Alfa lo supiera.

—¿Estas sujeto? ¿Te sientes seguro?

No le respondio. Decidió que apretar el brazo contra el cuello. Era lo más efectivo.

—Woah, cariño no tienes que ahorcarme.

La risa del contrario le sentó rara, pero a la vez no le resultó molesta.

—Lo siento—Murmuró en una palabra que terminó en un gritito  cuando el Alfa se incorporó del suelo.

Sin notarlo, sus piernas se apretaron mucho más alrededor del cuerpo del más grande y naturalmente se acurrucó contra la calidez buscando estabilidad.

El movimiento causó que su túnica se alzará, dejando al descubierto la sangre seca en su piel y pequeños cortes. Arrugó la nariz, notando que la delgada tela de su túnica no era otra cosa que un feo estropajo sin remedio. Quizo llorar, pues su alma se sentía igual de impura que aquella prenda hecha jirones. Después de todo, era la único que le quedaba de su comunidad y deseaba aferrarse a aquello que todavía le recordaba a casa.

—Me tomará un poco llegar, si estas incómodo haremos una pausa.

—Si vamos lento, tal vez nos alcancen en el camino—Divago en voz alta—Así no tendría que alejarme tanto.

El Alfa comenzó a caminar en la dirección del río, y por unos largos minutos Jimin se olvidó de sus propias palabras. Observó el bosque, igual de verde como los ojos del hombre que lo llevaba en su espalda, para distraerse de sus cuerpos presionados el uno con el otro. Le pareció fuera de lo común no ver cimientos de mármol, pero tenía que admitir que el aire era diferente...menos denso que al otro lado. Aún así, le sentó extraño no percibir un olor en particular, más que la tierra húmeda por el rocío ¿era eso normal?

Al otro lado • Minimoni OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora