2. Acorralado

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Jimin no recordaba con exactitud como había sido su vida antes de la guerra, al igual que los demás Omegas en el territorio de Gaia. Todo se sentía como un sueño lejano. Confuso. Solo sabía que las consecuencias habían sido fatales, dejando a un reducido puñado de la población indefensos después de la masacre. Ellos se refugiaron en el gran templo de Gaia, una ciudad construida en cimientos de mármol, con calles que se extendían en lindos pastizales verdes y pinos que brindaban sombra en los días de verano.

No necesitaban calzado, pues los pastizales proveían de un caminar suave y húmedo por el rocío mañanero. Cultivaban su propia comida y sus propios supresores. No cazaban animales salvajes, pues no creían en la violencia, aunque la sangre que se empozaba en la base de los pisos de mármol lo hacían cuestionarse.

El corazón de Jimin se apretó tanto que llevó una mano conciliadora al centro de su pecho, tratando de evitar las punzadas debajo de su piel. Como si la imagen en frente de él fuera insoportable. Era extraño.

El olor a putrefacción caló en sus fosas nasales, y supo que el animal que los omegas arrastraban al centro del Domo, estaba gravemente herido desde hace ya un buen tiempo. Tanto como para que sus heridas no fueran limpiadas apropiadamente.

—No deben temerle, está sedado—Dijo una de las sacerdotisas levantando los brazos hacia los asistentes. Llevaba una túnica blanca al igual que ellos con la diferencia de un bordado dorado que se extendía por las mangas y los costados de su cuerpo. Las arrugas en su frente le daban un aspecto duro, a pesar de su casta. Su sonrisa le dio escalofríos al rubio. Por primera vez, estaba sintiendo miedo—Queremos que reconozcan la cara del enemigo, grábenlo en su memoria. Fuera de esta ciudad, encontrarán a lobos merodeando, Alfas que quedaron después de la guerra sumidos en la cárcel de su conciencia, buscando con quien aparearse.

Otra sacerdotisa se acercó al animal que se encontraba desparramado de costado con los ojos cerrados. Su pelaje caramelo se encontraba húmedo en el lomo, la lengua afuera y respirando débilmente. En otra situación, a Jimin le hubiera parecido interesante la presencia del lobo, pues jamás presenció algo similar más que en los dibujos hechos por algunos omegas. Estos se veían más aterradores a diferencia de este que estaba mucho más...indefenso. Hasta podría decir que el animal se veía majestuoso, tanto por el tamaño como por el tupido pelaje que le cubría como un manto diseñado para el frío.

La sacerdotisa tiró de las cadenas que lo apresaban en el cuello moviendo a la bestia ligeramente hacia adelante. Le dio lástima presenciarlo.

—Nunca más podrán someternos—Dijo alzando la voz para ser escuchada—Por eso lo trajimos hasta ustedes, para que puedan deliberar ya sea en grupos o individualmente en su desenlace. Se lo merece, háganlo pagar por todas las matanzas de sus camaradas, por lo que alguna vez fueron. Sean dueños de su destino.

Jimin miró de reojo a un Taehyung bastante desorientado. Ya lo había notado nervioso, pero al parecer sus ojos se movían de aquí a allá, con un Minho que seguía susurrándole cosas al oído. No le gustó esa actitud, siempre pensó que el omega más bajo le metía cosas a la cabeza de su hermano. A su otro lado, Jung Hoseok se veía pálido e incluso pudo notar el ligero olor a sudoración. Presentía que su aspecto no difería del omega de cabello castaño y rasgos delicados.

—Quien quiera tirar la primera piedra, será recordado como el más valiente—mencionó la sacerdotisa mayor, dejando una roca angulosa extendida en la palma de su mano.

Para su sorpresa, un Omega de apariencia mucho más joven que la de él se acercó hasta el centro del Domo, tomando la piedra de la sacerdotisa. Sin vacilar, grito para impactarla contra el animal herido.

—¡Mataste a mi familia!

—¡Tu casta debería de ser extinguida!

Se oyeron algunos gritos más, y como una llama que se aviva en la hierba seca, el odio se expandió en todo el Domo. Muchos de los presentes comenzaron a gritarle a la bestia, que por el golpe pareció reaccionar por un isntante, moviendo sus peludas orejas, más no intento incorporarse.

Al otro lado • Minimoni OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora