VII

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-¡Armin! -gritó asustada Sasha cuando entró a la enorme cocina de su casa y se encontró al rubio sentado en un banquito, con la espalda encorvada hacia delante y un bote de helado de vainilla en sus manos, comiéndolo directamente del recipiente con la cuchara más grande que había podido encontrar en los cajones de la estancia. En sus oídos descansaban unos auriculares blancos conectados a su móvil que descansaba bocabajo encima de la encimera.

El nombrado saltó del susto y la cuchara cayó dentro del bote con un sonido seco. El menor se limpió con el dorso de la mano los posibles restos de helado de vainilla que hubieran en su boca y se quitó los cascos con una rapidez casi inhumana, después de haber colocado una mano en su acelerado corazón, que estaba a punto de salir desbocado de su pecho por culpa de la castaña.

-Pensaba que te habías id-Un momento -Se cortó a ella misma, paseando sus ojos por los del cuerpo del de ojos azulados, elevando una ceja inquisitivamente para, a continuación, señalarle con un dedo acusador.-¿No es esa una de las camisetas de mi papá? -finalizó con una interrogación que dejó el ambiente un tanto tenso.

El rubio se vio obligado a sonrojarse de pies a cabeza y a extender sus brazos, negando con sus manos vigorosamente mientras intentaba esconder sus ardientes mejillas.

-T-t-tu padre me la prestó. Ayer me embriagué demasiado y bajé a... -Cerró la boca por unos segundos, pensando en una mentira para contarle a su castaña amiga. No quería ocultarle la verdad, pero tampoco estaba dispuesto a decirle que había ido al despacho de su padre, caliente como una perra en celo esperando poder ser follado por el adulto.-, bajé a beber un poco de agua porque estaba muy mareado. Tu padre estaba despierto, me preguntó so estaba bien y me vomité encima. Simplemente me la prestó y, como mi ropa sigue manchada de vómito, me la he puesto. -terminó de narrar con la voz temblándole por los nervios, arrancando la piel de alrededor de sus uñas, sintiendo como comenzaban a escocer las nuevas heridas.

-¡NOOOO! -chilló con voz aguda y dramatismo la de ojos color ámbar, mirando a su amigo con ojos falsamente llorosos.-¡Ahora sabrá que teníamos alcohol y me va a castigar de por vida! ¡Armin! ¿Por qué no te quedaste en el cuarto? -lloriqueó la más alta, agarrando al rubio por los hombros y zarandeándole de un lado hacia el otro, haciendo que el más pequeño se mareara y que tuviera que agarrarse a la encimera con ambas manos para no caer del taburete.

-¡Te dije que no era un buen bebedor! -se excusó con el ceño fruncido, apartando las manos de su mejor amiga, que descansaban aún encima de sus hombros.

-¡Ya! ¡Pero no pensaba que ibas a vomitarte encima! ¡Y mucho menos pensaba que ibas a bajar y que te vería mi papá! ¡AYYY ESTOY MÁS QUE MUERTA! -lloraba la castaña mientras daba vueltas por la cocina, robándole el helado al rubio y metiendo una enorme cucharada de este en la boca, dejando más de medio bote vacío.

-Jo...Lo siento mucho, Sash, no lo sabía, te lo prometo. No fue adrede -se disculpó el rubio con los ojos cristalinos, sintiendo su nariz picar y las lágrimas acumulándose en sus azules orbes.

Sasha cesó sus locos movimientos y observó al rubio que estaba sentado aún en el banquito mirándole con una mirada culpable. Las luz se reflejaba en las lágrimas que habían cubierto la vista del pequeño, haciendo que viera borroso.

-No, no llores, Armin. No llores que lloro -comentó la castaña acercándose al menor con las lágrimas en el borde se sus grandes y vivos ojos. Se lanzó a los brazos de su mejor amigo y lo abrazó tan fuerte que éste jadeó su nombre, rogando por aire mientras las gotas saladas resbalaban por sus mejillas al igual que la castaña.-¡Perdón! ¡No quería hacerte sentir mal! ¡Te quiero mucho, mi niño prechiocho! -gritaba la chica de coleta mientras lloraba más y más.

Desire || Eremin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora