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Amity se pone de pie de un salto y me ayuda a levantarme. Tiramos las palas fuera del agujero, y después ella me impulsa para que salga antes de hacerlo ella.

-Entonces, ¿Aquí vive tu mejor amiga? -pregunta mientras caminamos de vuelta a la funeraria, con las palas sobre el hombro. Yo asiento con la cabeza, y ella se rie un poco-. Vives encima de una tienda de muñecas de porcelana, y tu mejor amiga vive en un cementerio. Prácticamente has crecido rodeada de cosas espeluznantes. ¿No hay nada que te de miedo?

Tu.

Me mira a los ojos, casi como si me hubiera leído la mente, o tal vez sea que mi pensamiento está escrito en mi cara.

Me aclaro la garganta.

-Los perros.

-¿Es que alguna vez te ha mordido algun perro?

-No. Pero la idea de que uno me muerda es suficiente.

-Interesante.

-Oh, por favor. No te pongas a analizar esa frase. Los perros tienen dientes afilados y muerden a la gente. -se rie-. ¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu mayor miedo?

Hace girar una de las palas una vez sobre su hombro, pensando. O bien no quiere decirmelo, o bien no tiene ningún miedo considerable a nada, porque tarda un rato en responder.

-La pérdida. Fracasar.

-¿Fracasar en qué?

-En lo que sea. A veces me resulta difícil comenzar algo, porque prefiero no intentarlo siquiera antes que fracasar.

-Pero nunca pasa nada bueno sin correr un poco de riesgo.

-Lo se. Pero aún así...

Llegamos hasta las puertas traseras de la funeraria, y ella apoya las palas contra la pared. Me sacudo del pelo, y ella hace lo mismo. A continuación me hace girar y me sacude la espalda.

-¿Y aún así, que? -preguntó, cuando no esté segura de que vaya continuar.

-Y aún así no soy capaz de superarlo.

Sus manos se quedan sobre mi espalda, y yo cierro los ojos.

-A lo mejor deberías permitirte fracasar en algo. Fracasar estrepitosamente. Así ya no tendrías tanto miedo después.

-Entonces, ¿Debería ir a por los perros ahora más tarde...?

-Vale, vale, lo entiendo.

Tiene razón. No puedo decirles que se enfrente a su miedo si yo no estoy dispuesta a hacerlo con el mío. Y no me refiero a mi miedo a los perros.

-¿Te dan miedo solo los perros grandes o también los pequeñitos?

-Tienes perros, ¿A qué si? ¿De los que puedes llevar en un bolso?

-No -dice con voz burlona-. Claro que no.

-Su tamaño no importa. De hecho, a veces los pequeñitos son los peores. Pueden arrancarte un dedo.

-Y lo dice una chica a la que nunca la han mordido.

-La idea, Amity. Es la idea.

Suelta una risita, y después me da una palmada sobre los hombros como indicando que ya no tengo tierra en la espalda.

-¿Estás lista para marcharnos?

-Si. No, espera. Voy a curarte la mano, será rápido. El señor Dell tiene cosas dentro. -Llamo a la puerta y después abro una rendija-. ¿Señor Dell? -Entro en la casa-. Sígueme. Si no recuerdo mal, hay un botiquín de primeros auxilios por aquí.

La distancia entre tú y yo | LUMITY | •Adaptación•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora