24. Dicen que: la venganza se sirve en plato frío

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Derek Schell

No sé cómo pude librarme de todas las avalanchas de preguntas que me empezaron a hacer después de la presentación de Alexander hacia mi persona. Ahora sí que quería mandarlo a la tumba, pero debía de ser paciente Roma no se construyó solo en un día.

Llegué hasta el jardín de la mansión, todos los invitados estaban dentro, se sentía solitario estar aquí afuera. Hasta que escuche unos pasos detrás de mí.

Volteé y vi que era Oliver. Nuestras miradas se encontraron y supe que teníamos que hablar. Nos acercamos el uno al otro en silencio, el ambiente estaba tenso.

— ¿Qué demonios acaba de pasar, Derek? - dijo Oliver en un tono bajo y amenazante. 

Ni siquiera yo lo sabía, ¿Qué le iba a decir a este cabeza de chorlito?

— No tengo idea, Oliver. Esta presentación me tomó por sorpresa tanto como a ti - respondí tratando de mantener la calma. Sabía que no era momento para discutir, pero tampoco podía dejarme intimidar por él.

—Me puedes explicar por qué tienes dos pasaportes – dijo entregándome mis pasaportes, los que había dejado en su casa. Lo miré, no quería decirle la verdad. Tenía que buscar alguna excusa para salir de esta y que me creyese. Trate de explicarme de contarle una mentira más, pero Oliver no me quiso escuchar.

—¿Todo esto para ti era intencionado? - pregunto sin creerme. — ¿Te acercaste a mí para sacarme información para luego dársela a Karlsson? – me interroga Oliver, yo solo lo escuchaba sin poder saber que decirle, no sabía que decirle. — ¡Habla, maldita sea! ¿Por qué me mentiste desde el principio? Eso es de cobardes. Creí que eras diferente, pero solo eres una puta más.

No iba a tolerar que me insultara, le di tal bofetada que retumbó en todo el jardín.

— ¡No soy ninguna puta! ¿Acaso crees que si hubiera sabido esto desde el principio nunca hubieras oído hablar del "hijo mayor" de Karlsson? Deberías de saber que los mafiosos, lo anunciáis todo a los cuatro vientos. Si nace un hijo o hija, si se casa la hermana, si se casa el de la esquina, si se muere el Don. ¡TODO LO ANUNCIÁIS!  Y nunca me hubiera acercado a ti si hubiera sabido la verdad sobre donde salió el 50% de mi ADN, o mejor dicho de que semen salí. – grite mirándole con rabia.

Oliver se quedó en silencio, sorprendido por mi reacción. 

Se llevó la mano a la mejilla donde lo había abofeteado y me miró con una mezcla de enojo y asombro. 

— Si solo querías follar conmigo haberlo hecho, tuviste muchas oportunidades y nunca lo hiciste. - dije, la ira ya había invadido por completo mi mente y solté lo primero que se paso por la cabeza.

Oliver se dejó guiar por sus propios instintos me acorraló contra la pared, mis ojos chocaron con esos azules ojos eléctricos.

En ese momento sentí una mezcla de miedo y excitación. 

No sabía cómo reaccionar ante la situación en la que me encontraba, pero sabía que no podía permitir que Oliver me intimidaba. Me mantuve firme, mirándolo a los ojos con determinación.

Oliver pasó su mano a mi cuello, lo empezó apretar con fuerza. Su mano no paraba de apretar, poco a poco el oxígeno me iba a faltar.

¿Así es como iba a morir? ¿A manos de mi primer amor? Irónico verdad, había aguantado de todo.

Oliver solo me soltó haciendo que cayera en el suelo, solo lo vi alejarse de mí mientras tosía. Traté de aguantar las lágrimas, pero caí en un mar de lágrimas. 

Me levanté del suelo con dificultad, sintiéndome débil y vulnerable.

Miré a Oliver alejándose y me di cuenta de que no quería volver a tener nada que ver con él. 

Me di cuenta de que había perdido mi tiempo y mi amor en alguien que no merecía ninguna de las dos cosas.

—Respira con tranquilidad. - habló Adriana. — Desahoga lo que tengas de desahogar ahora, vamos a sentarnos en el sofá.

Como zombie me acerque a uno de los sofás que había en el jardín junto a Adrianna. 

Ojalá nunca hubiera venido a este maldito lugar, ojalá nunca hubiera conocido a Oliver... Me sentía cobarde.

Mis pensamientos fueron interrumpidos, al sentir como el sofá se hundía ligeramente a mi lado, alguien se había sentado a mi lado. 

Sin darle mucha importancia, decidí seguir mirando con tristeza hacia la infinita y absolutamente nada; puede que aquel día para algunas personas fueran el más feliz de sus vidas, pero, para mí nunca llegó a serlo y eso lo pudo notar aquella persona que se había sentado a mi lado.

— Parece que no te diviertes. - habló la recién llegada. 

Giré mi cabeza para encontrarme con aquellos ojos, al verlos me sorprendí, eran iguales que los míos solo que cambiando de posición el color. 

Era como si me miraba en un espejo. 

— Me gustaría escuchar tu nombre, me resulta familiar. - siguió hablado la mujer.

—Derek Schell.

La mujer no se conformó, negó con su cabeza mirándome fijamente a mis ojos. Con solo mirarla podía sentir que tiene una gran confianza, algo que me es casi imposible de explicar; había algo que se sentía que aquella anciana emanaba una gran sabiduría de los años que había vivido, supongo que rodeada de la mafia.

— Quiero saber quién eres. - hablo usando un tono algo engañoso y cortés a la vez, justo como si se tratara de una negociación en la cual estaría haciendo su mayor venta. — Dime tu nombre verdadero, hijo.

Sentí como si el frío filo de un cuchillo se posaba en mi yugular, me apoyé sutilmente en el respaldo de aquel sofá de mimbre negro, me sentía acorralado.

—¿Mi nombre real? Es Derek, Derek Schell; ya lo sabe ¿señora...? - me percate que ni quiera sabía su nombre.

— María Angela Mancuso, la abuela Mancuso o simplemente la Nonna, es como me apodan. - se presentó, aunque ya supiera quién era aquella mujer. 

Pero, aquella anciana seguía con esa confusión en su semblante, sin duda no me creía ni una sola palabra. Pero, lo que dijo a continuación me dejó hecho un cuadro.

— Ese no puede ser tu nombre real, el verdadero Derek Schell murió hace unos veintidós años; yo misma acudí a su interrogó, aun ahí mi hija vivía y estaba con ese niño de... diez años tenías cuando tú "padre" murió, ¿verdad?

Aquí es el momento donde lo confieso, sí, he estado mintiendo desde el inicio de la historia, pero, en un momento deje de mentir.

Desde el primer momento he tenido esa sensación que tiene un crío cuando dice una pequeña mentira. Y que después de esa mentira "pequeña", se acaba convirtiendo en una cada vez más grande, imposible de parar hasta que... te explota en la cara como me pasó a mí.

FIN COBARDE PARTE I: MENTIRAS.

COBARDE: MENTIRAS || Saga Mancuso #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora