18: Hablemos.

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18: Hablemos.


Despertarse con un mural para deleitarse la vista debería ser obligatorio.

Él se durmió ya pasadas las tres de la madrugada. Sin embargo, era de las que me costaba conciliar el sueño en una cama ajena. Así que me quedé mirando a Aser hasta que me dormí. Y al despertar, estaba dándome la espalda. Creo que fue uno de los mejores momentos que recordaría en la vida.

Tragué la bola que se formó en mi garganta porque nunca había experimentado el hecho de apreciar a una persona dormir. Yo era muy fría. O creía ser muy fría. Tal vez dependía de la persona con la que estabas; no sabes cómo esa persona es capaz de arrancar tu coraza y hacerte ir más lejos cada día.

Antes de Devon tuve dos o tres novios. De esos de besitos a escondidas, agarrarse las manos y un poco de toqueteo en los armarios. Luego de Devon no hubo más nadie así que no tenía otra fuente de comparación a la hora de pensar en cómo era con otros hombres antes de Aser. Quizá la terapia me abrió los ojos, o podría ser que con Devon nunca hubo más que una dependencia disfrazada de amor, pero con Aser era como ver a una nueva Megan. Una capaz de suspirar y ponerse colorada. Que era cariñosa y no sabía mentir. Con Aser todo era distinto. Más real y maduro.

Y tenía miedo de no ser lo suficientemente madura para seguirle el paso.

Me quedé allí por un buen rato sólo mirando su espalda. Grabando cada tatuaje en mi mente, esperando que alguno me contara sobre su vida. Aser continuaba demostrando que si quería saber algo sólo tenía que preguntar. Pero estaba comenzando a descubrir que a veces no me gustaban sus respuestas. Así que allí estaba, tratando de adivinar, de unir una imagen con otra para hallar un pedacito de su historia escondida entre líneas.

El ruido de una vibración me apartó de pensamientos acerca de imágenes y significados, llevándome a prestar atención a la procedencia de la vibración.

Era un celular. El mío no podría ser. A menos que fuese mi madre, pero continuaba sin ser probable. Tenía que ser el de Aser.

Un segundo me tomó pensar en buscarlo y echar una miradita. Sólo para saber quién lo llamaba o le enviaba mensajes un sábado en la mañana.

Pero lo hermoso de ir conociéndote a ti mismo es la capacidad de rechazar esos pensamientos nocivos y buscar alternativas.

Mi mejor opción era esperar que no fuese una emergencia…

El teléfono de la casa empezó a sonar al mismo tiempo que el celular de Aser vibraba sin tregua. Tal vez sí era una emergencia.

Besé su hombro antes de darle una pequeña sacudida.

—¿Aser? Están bombardeando tu teléfono —avisé en un susurro, muy cerca de su oído. Vi cómo los vellos de su nuca quedaron en puntas. Él se removió un poco, pero no se despertó, y volví a intentarlo—. Aser, despierta. Parece que es una emergencia.

Esta vez incluso los vellos de sus manos se pusieron chinitos. Eso provocó que mi cuerpo reaccionara igual. El vacío se formó en mi estómago y se esparció por cada órgano, célula, rincón, bacteria, sin dejar un sólo pedazo sin invadir. Durante esos pocos segundos olvidé qué estaba haciendo, lo único que quería era entender las señales que enviaban nuestros cuerpos. Como si estuviéramos conectados a un nivel más grande. Se sentía parecido a enchufar el cargador a la corriente y esperar que el cable pasara la carga a la batería.

Desperté en el instante en que el clarín de un coche me hizo saltar del susto. Y no fui la única, Aser quedó sentado con los ojos rojos y abiertos a más no poder.

—Hola.

Se me escapó una sonrisa tímida. Él estaba completamente desnudo debajo de la sábana. ¿Cómo no le daba miedo un incendio y tener que salir en pelotas por allí?

KavanoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora