20: Un don.

77 10 0
                                    

20: Un don.

No creía que los amores así de chispa existían. Me negaba a imaginar que pasara algo tan profundo, capaz de reiniciar lo que creías, dejándote en total incredulidad por una parte y la otra sin idea de qué hacer.

Cuando no sabes qué hacer, actúas sobre la marcha. Te dejas llevar hasta encontrar el ritmo o descubrir qué camino seguir. Eso hice. Arriesgando mi corazón y el suyo, continué en el libro del amor, llenándolo de historias lindas. Historias dignas de un cuento de hadas.

Durante un par de días no salimos de su casa.

—Uff, no recuerdo cuándo me di el lujo de holgazanear de verdad. Cuando iba a Massachusetts estaba metido en una cajita de fósforo que me volvía loco. Pero aquí… —Cerró los ojos y respiró hondo con una sonrisa ladeada—, se respira aire limpio…

Se me arrugó la esquina de mi boca. Lo que olía era el polvo. Pero no mataría sus delirios.

—¿Por qué te quedaste en esos lugares tan…?

—¿Pobres? —continuó por mí. Me encogí de hombros sin encontrar otra palabra—. No sé. No soy un hombre que le gusta malgastar. Soy…

—Básico —interrumpí con la certeza de lo que diría.

—Lo soy. Tal vez con mejor compañía…

Besó mi nariz, un gesto que no tenía nada que ver con sexo.

Aser me besaba porque sí. A cada rato. Era de esos que podría mirarte por horas. De los que decía cosas lindas. Estaba con sus manos encima de mí todo el tiempo; ni siquiera era por sexo, sino agarrando mi mano, tocando mi cabello. Abrazándome por el ángulo que quisiera: por detrás, de frente, por los hombros, sobre la cama, por la cintura. Me palmeaba el culo cada vez que me veía. Y lo más extraño de todo era que no me molestaba. No se sentía raro ser tocada por otra persona.

Pero retomando el punto, durante esos días estuvimos hablando, riendo, probando nuevas cosas, y no me refiero al sexo. En eso habíamos cubierto casi todas las bases. Excepto sexo oral. Le pregunté y me dijo que no le gustaba.

Me lo quedé mirando. Incrédula. Pensando en qué hombre no disfruta de eso. Pero entonces pensé que yo no estaba muy entusiasta por meter su polla en mi boca.

—Lo he hecho. Creo que para probar y porque me lo han pedido. Pero no me llama la atención. Todos tenemos una línea que no cruzamos en el sexo. Yo puedo hacer un trío si quieres. Coger en un sitio donde pueden pescarnos; en escaleras, elevadores, parques… Funerales. Puedo darte por el culo. De hecho, eso me encanta —contó, a lo que yo arrugué la esquina de mi boca con un poco de miedo.

Una sola vez lo hice y me dolió horrible. No estaba dispuesta a pasar por esa experiencia otra vez. Se lo dije y pareció aceptarlo sin ponerse pesado. Eso me llenó de mariposas el estómago.

—Sabes que el tema de hacerlo por ahí es…

Asintió, respondiendo—: Es tu límite. Lo entiendo, preciosa. Pero también tengo mi límite. Y, podría hacerlo para complacerte, pero no es que sea mi sueño dorado.

Pues a mí tampoco me lo hicieron muy seguido. Y cuando lo hicieron no sentí que fuese la octava maravilla del mundo. Es más, sentir una lengua mojada, llena de saliva contaminada de bacterias, virus y a saber qué más, entrando en contacto con mi parte íntima me dio cosita. Y luego, imagínate, con esa misma lengua y boca te van a besar. No, muchas gracias, pero no.

Pero volviendo al tema de probar cosas nuevas, me refiero a tratar de que Aser apreciara el arte de las películas de Marvel. No es que no le gustó, solo que no lo vio como una experiencia transforma vidas.

KavanoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora