17: Planes.

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17: Planes.

En algún momento me dormí. Era el peor acompañante para un viaje de carretera; si necesitabas un copiloto, yo no era tu mejor opción. Todo lo que tardara más de una hora en coche era mi alerta para echar una pestañeada.

Me desperté cuando el movimiento cesó. Así como cuando te duermes con la tele encendida y se apaga, así mismo.

Lo vi caminar frente al coche y adentrarse en medio de unos cuantos árboles. Esta sería la clásica escena de una película de terror, pero Aser no tardó ni cinco minutos. Venía alumbrando sus pasos con el celular y cuando estuvo en la claridad de los faroles de la carretera, sacó de su bolsillo un botecito de gel y lo frotó por sus manos.

Luego se quedó mirando hacia arriba. Muy ido en sus pensamientos. El drama de Sophie se fue junto con mi sueño, así que salí del coche.

Aser volteó a verme, sorprendido.

—Aún falta como hora y media. Olvidé el tráfico pesado para salir de Dallas —se quejó, metiendo el bote de gel en su pantalón.

Se veía solo. Como una persona que le hace falta amor. Mi corazón se estremeció ante el pensamiento, pero no pude detener mis pasos hasta que llegué a él.

Lo abracé fuerte. Sentí que Aser necesitaba un abrazo. O quizá yo estaba a falta de uno. Pero el punto fue que también me abrazó.

—No te compares con ella, Meg. Son muy diferentes.

Levantó mi barbilla con su pulgar, atrayendo mi rostro al suyo y me besó con calma. El tipo de beso que me dio el día que lo usé de refugio para huir de Devon. Sabía que ese beso sería mi perdición porque nadie me había besado así. Pero mentiría si te dijera que no estaba dispuesta a arriesgar mi corazón por más besos como esos.

Hasta que fue aumentando la intensidad. Enredé mis piernas alrededor suyo y él me sostuvo igual que en el aeropuerto.

Conmigo todavía sobre él, Aser nos condujo hacia su coche. Era una máquina enorme y exagerada, pero con mucha maestría —como si lo hubiera hecho cientos de veces— dejó caer mi culo en el asiento de atrás.

—Tenemos dos opciones, Meg —dijo mientras besaba mi clavícula. Bendito clima de Texas que me permitía usar menos abrigo—. Podemos esperar más de dos horas para terminar esto. O follar bajo las estrellas. ¿Qué dices? —propuso, mordiendo con delicadeza mi cuello.

—¿Y si nos ven? —susurré en forma de un gemido.

—Nadie nos verá, abejita. —Aser ya estaba metiendo la mano debajo de mi camisa de cuadros, pellizcando mi pezón.

—Pero yo nunca… No he…

—No es nada del otro mundo, cariño. Yo estoy aquí…

Que me dejara llevar. Él entendió que sería mi primera vez en un coche. En un espacio abierto. Donde cualquiera podría vernos.

Pero me entregué a Aser en la parte de atrás de su pickup. Porque quería hacerlo. Porque quería tenerlo dentro de mí.

No fue elaborado. Nada de posiciones locas. Solo él sobre mí, embistiendo suave, mordiendo mi cuello o succionando el lóbulo de mi oreja. Mi pantalón de mezclilla terminó en algún rincón. La puerta estaba cerrada, aunque no podía apostar si tenía seguro. Sin embargo, nada de eso me importó en ese instante. Aser llenaba mi interior y me provocaba gemir con cada penetración.

Mi centro se ponía más y más alerta cada vez que su pelvis presionaba mi clítoris. Mi entrada se contraía y estaba apretando tan fuerte que incluso mis pantorrillas estaban contraídas. Esta vez mis piernas no rodeaban la cadera de Aser sino que él estaba sobre mi, con mis muslos lo más cerca posible, causando que la fricción fuese más intensa. Hasta que sentí el burbujeo que se conectó con mi clítoris, que al mismo tiempo viajó a mi entrada y apreté más fuerte todavía. Y dejé ir mi gemido por un orgasmo que conseguí en menos de cinco minutos.

KavanoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora