5: Obra de arte.

94 9 0
                                    

5: Obra de arte.

Veintiún años.

Devon y yo parecíamos dos desconocidos en el mismo apartamento.

Abandoné mi carrera de sistemas con la excusa de que las cuentas se estaban acumulando. Él, sin embargo, me reclamó por dejar la universidad, pero no realizó el mínimo esfuerzo por traer más dinero a la mesa.

Su trabajo de pasante no era más que servir café, imprimir planos, buscar la mensajería. Hacía de secretario, consejero matrimonial, niñero, chófer, tutor, cocinero, todo eso por un sueldo mucho menor que el mínimo. Estaba consciente de que era importante para su carrera y que esa era la firma donde quería ejercer al graduarse. Pero el dinero no era suficiente y de aspiraciones no se pagaban las cuentas.

Dejé el trabajo en la cafetería y acepté el trabajo que me ofreció papá. Era algo tan común como hacer de recepcionista y mantener su blog y esas cosas al día; al menos estaba sentada, tenía un buen salario y pasaba más tiempo con mi familia.

A Devon no le gustaba eso.

Su familia siempre fue un poco más distante. No eran particularmente unidos. Se amaban, se veían en las fiestas, pero eso era todo. Siempre pensé que había un poco de roce entre Amber y Devon. La novia de su madre a veces quería tratar a Devon como si fuera su hijo. Aunque yo lo veía como rudeza, Marilyn decía que Amber solo intentaba formar el carácter de Devon. Él lo odiaba y constantemente estaba molesto por cómo la mujer de su madre se creía su padre… o madrastra; no estaba segura de cómo se le podría llamar en esos casos.

Así que Devon no entendía cómo podíamos ser tan unidos en mi casa. Incluso aunque mis padres estuvieron separados por tres años. Cuando murió mi hermana ambos no soportaron la presión y como cualquier pareja tuvieron sus cosas. Después de un tiempo separados se dieron cuenta de que a pesar de todo se amaban. Fueron a terapia y se convirtieron en una pareja fuerte.

Algunos días me quedaba en casa de mis padres porque no tenía ganas de volver al apartamento. Devon ya no era mi alma gemela. No compartíamos todas esas cosas que nos unieron. Él ya no pedía, sino que ordenaba. Yo ni siquiera intentaba hablar. Era una marioneta que se limitaba a asentir porque quería hacerlo funcionar, porque era testaruda y me decía que había sacrificado mi adolescencia por una relación y que no era justo tirar a la basura todos esos años como si no valieran nada. Además, tenía de ejemplo a mis padres, ¿no? Ellos pasaron por malos momentos y lograron salvar su matrimonio.

¿Por qué mi primer amor no merecía salvarse?

Me propuse esforzarme. Tratar de revivir lo que se había perdido.

Un día cualquiera fui al campus de Devon para llevarlo al cine. Hubo un tiempo en que teníamos los mismos gustos en cuanto a películas. Ciencia ficción, fantasía, eso era lo nuestro. Había un estreno que él estaba esperando desde hacía mucho. Reservé los tiquetes en línea gracias a los contactos de papá. Jamás había utilizado a los amigos de mi padre hasta ese día, pero creí que sería una linda sorpresa.

Me senté en el auto a esperar. Él no tenía que trabajar los jueves. Principalmente, porque tenía materias en la tarde. Me quedé allí, al menos una hora dentro del auto. Sin embargo, mi culo dolía, así que salí y me acomodé en una banca cerca del vehículo.

—Parece que nos dejaron esperando.

Tenía el presentimiento de que había escuchado esa voz antes. No recordaba dónde. Sin embargo, cuando se colocó frente a mí, supe que conocía a la persona. Seguía sin saber cómo, pero se me hacía conocido.

—¿Te conozco? —pregunté confundida.

—No, la verdad es que no. Aunque me eres familiar.

Era un tipo muy alto. Rubio, de ojos azules. Llevaba un suéter polo, quizá aprovechando la primavera. Sus dos brazos eran como perderse frente a un mural con cientos de imágenes diferentes. Todas ellas de color negro.

KavanoughDonde viven las historias. Descúbrelo ahora