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Respiro hondo.

-¿Más trabajo?

El me sonríe dulcemente.

-Lamentablemente si.

Suspiro.

Salvamos este mundo y nos deshicimos de esos mounstros mutantes, también de la guerra contra el Imperio Carey.

¿Qué más quieren? Déjenme descansar.

Lo peor de todo esto, es que mi antiguo torturador apareció y yo soy un maldito lisiado con mi alma apenas manejable.

-Reporta.

-Aparecieron otro tipo de seres. No son cómo esos mounstros, más bien, más evolucionados, pero no solo eso. Encontramos humanos en el otro continente.

¿Humanos?

Pero si a penas hay humanos en este continente, ¿Cómo habrían en el otro que se supone que es un lugar aislado y lleno de mountros horribles que fueron mutilados por nosotros?

No puedo entender esto.

-Otra cosa.

¡¿Hay más?!

-Esto no tiene que ver mucho contigo pero si con el dueño de tu actual cuerpo.

-¿Con Víctor?

-Su padre, dicen que es un rehén.

Valdir Wolf, El difunto Duque, y el único sobreviviente al ataque del antiguo Emperador. Escuché que había muerto, ¿No fue así?

¿Por qué inventar su muerte?

-Esto es algo que la Duquesa no sabe, pero que tendré que decirle.

-Sacame de una duda, ¿No había muerto?

-Así parecía ser-el acaricia mi mano- pero un ave nuestra captó al Duque encerrado en una jaula.

El difunto Duque era el más poderoso entre los nobles. Su capacidad de transformarse en un hermoso lobo le hacía ser muy popular entre las mujeres.

Mm.

Mujeres...miro a Kaiser y retiro mi mano, recuerda que este tipo es peligroso.

-¿Pasa algo?

-Creo que es hora de que te vayas.

-Vendré mañana.

-No te quiero ver mañana, ni pasado, ni lo que viene después de pasado.

Me pones nervioso, vete.

-Tengo que venir a ayudarte a caminar.

-Le diré a alguien más, quizás al lobo espiritual.

La expresión de Kaiser se endurece.

-No dejes que te toque.

-¿Quién?

¿El lobo azul? En estos momentos es más confiable que Kaiser.

El se acerca lo suficiente para quedar a unos centímetros de mi rostro.

-Soy alérgico a los perros.

Ah...con razón.

Debo tener cuidado, no me gustaría enfermar a su majestad.

Kaiser se aleja despidiéndose.

-Crece pronto, no sirves en ese estado patético.

¿Quién te crees que eres para insultarme?

-¡Maldito imbécil tu tampoco sirves si pospones las reuniones importantes por acostarte con unas zorras!

El se detiene.

El Archimago ha regresado. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora