XXIX

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Leroy sujeta el brazo de Yiloh cuando lo suelto. Lo hace alejarlo y pedirle silencio.

-Pero...

-Shh, no es bueno que nos volvamos enemigos de la familia Wolf por un pequeño altercado.

Yiloh se suelta enojado.

-¿Pequeño? ¿Lo nuestro es pequeño?

-No empieces Yiloh.

Me tapó la boca, no puedo creer que ambos estén juntos, y su relación se ve bastante tóxica.

-¿Sabes que? Termino con esto, no me busques imbécil.

-Yiloh.

El mocoso irritante sale de la habitación furioso y yo niego con mi cabeza.

-¿Podrías guardar el secreto?

-Claro, si no le dices a nadie que me viste deambulando por la noche.

Leroy asiente con su cabeza y yo chasqueo mis dedos apareciendo frente a la puerta rota.

-¡Que felicidad!

El oro llega a brillar, hasta puedo vizualizar el rostro falso de Víctor en el.

-¿Y dónde estará el cuerpo...?-me sobresalto al verlo parado a mi lado.

Lo rodeo observándolo por todas partes.

Dios está haciendo un buen trabajo.

Las piernas no tienen ningún signo de haber sido heridas, e incluso le agregó bastante poder divino al cuerpo, aún no está terminado pero ya en este momento es un cuerpo fuerte.

-¿Está estabilizando las sangres?

Un dragón y un lobo...

Es imposible juntar algo así.

-Vaya...

Abro mi bolsa espacial y echo lingotes de oro por montones.

No importa si me toma toda la noche, imagino que ese pájaro azul distraerá muy bien a Destino.

-Oh, ¿Que es eso?-una brillo dorado reluce entre los lingotes.

Al tomar el objeto liviano le miro con extrañeza.

Yo pedí oro, no una espada.

Quito la funda vieja de vendas, y lo que me espera es una espada bastante bien cuidada.

Leo las palabras grabadas en ella.

"Para Raven"

"Entre la luz y la oscuridad, no hay quien tome un solo camino"

"Atentamente, La Muerte"

Eso me dió un poco de miedo, no conozco a la persona que me dejó la espada, pero puedo saber que fue hace mucho tiempo. ¿Y que hay de esas palabras extrañas?

-La Muerte...quizás Noah sepa algo.

Mi mano que sostiene la espada se calienta y una fuerza no me deja soltarla.

-Diablos...

Coloco mi mano izquierda en mi pecho adolorido.

Todo mi cuerpo duele, y mis ojos desean traicionarme, es cuestión de tiempo que me quede dormido.

-Maldita espada...

Caigo al piso desmayado sin soltar la espada, y al despertar aún la sigo agarrando.

Estoy acabado.

El Archimago ha regresado. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora