XVII

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Destino.

Por si las dudas hice un hechizo en caso de que alguien entre a la habitación. Este niño es inteligente en algunas cosas, pero ni siquiera puede ver que alguien le está coqueteando aunque sea de frente.

Sin decir que es un adicto al dinero.

¿Por qué Axel no le dió un anillo de diamantes y le juro amor mostrándole reliquias, joyas o mansiones en el proceso?

Estoy seguro que el niño habría aceptado matrimonio.

Bueno, ¿Quien no aceptaría?

Tener a alguien que te ama, guapo, con buen cuerpo y rico...

Tsk, se sacó la lotería.

Ahhh....que envidia.

Camino hacia la puerta del castillo de Belcebú cerrando el portal detrás mío.

Mm...

El tiempo pasa más lento aquí.

Por lo menos en este infierno.

Suspiro.

Aquí voy.

Doy un paso y me devuelvo.

-No puedo. ¿Que voy a decir? ¿Que cara pondré? ¿Me recordarán los sirvientes?

Por supuesto que deben hacerlo, si lo que dijo Aarón es verdad...

Miro el cielo rojizo encima de mí.

-Yo pasado, eras un hijo de puta.

Escupo el suelo.

-Pero al menos te temían.

Me preparo y tocó la reja con el dedo.

Deprisa que ya me quiero ir.

Las gárgolas de piedras se transforman en realidad, cuando sus ojos me miran quedan estáticos volviendo a ser piedras.

-¡Oigan!¡Malditas cosas inútiles! ¡¿Cómo se atreven a ignorarme a mí?! ¡Al gran Destino!

Las piedras viejas tiemblan.

-Tsk, si no viniera en zona de paz los habría dado de comer a los sabuesos.

Veo una gota caer de una de ellas.

¿Está llorando? ¿O está sudando?

Que asco.

-Abran la reja.

La reja negra se habre tan rápido que me sorprende.

-Oh...-digo maravillado-me gusta así.

Avanzo pasando por el jardín, los demonios jardineros sueltan sus armas encondiendo sus cuerpos detrás de los arbustos. Los guardias de la puerta se miran entre sí buscando ayuda.

Mi fama es realmente mala en este lugar.

-Abran.

-¡Si señor!-dicen al unisono.

Al llegar adentro los sirvientes sueltan los platos, escobas o lo que sea que traen en la mano al verme, sus cuerpos tiemblan mientras uno susurra que oculte las reliquias y las pinturas.

Le miro.

Ya no tengo ese afán de tirar las cosas.

Mi mente recuerda la vez que tire al pájaro azul por la ventana.

Jeje...

Maldición, lo extraño.

-Llamen a su jefe, yo iré a su habitación.

El Archimago ha regresado. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora