Capítulo 14. La caída

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—Y yo me llamo Luis García, un humano 'normal' y 'corriente'; encantado de conocerte.

—Y yo Obi Modelo 22, un robot 'sencillo'.

Para que el lector se acuerde, nosotros estábamos con un Elfo después de la sanguinaria batalla, y el Elfo se llamaba Marto Mostos.

Marto nos supervisó con su mirada élfica, que por cierto, sus ojos eran de color amarillo oscuro y su pelo era rojo, y medía igual que yo.

—¿Tenéis el Diamante Violeta? El rey Elfo m ha encargado buscarlo y encontrarlo entre las bandas lobeznas que lo habían robado.

—Sí —respondí— lo tengo yo, toma aquí tienes —le di el Diamante Violeta que en ese momento no brillaba.

—Este diamante no debía de caer en malas manos... —dijo Marto, como si lo hubiera dicho para sí mismo.

El ambiente mostraba una sensación nada agradable, pero sangrienta (había muchos lobos desperdigados por el suelo y por los árboles).

Marto se llevó a su cinturón derecho, es decir, la parte derecha de su cinturón, cogió una botellita cuadrada de un líquido verde claro.

Se lo bebió y él pareció reanimarse.

Se acercó a los Lobos, levantando las dos manos, dijo:

¡Purgare agrum!

Los Lobos comenzaron a ser diseminados en un polvo verde luminoso que ascendía hacia el cielo oscuro (parecía luciérnagas volando hacia arriba).

También dijo:

¡Restituo arbores!

Los árboles volvieron a recomponer sus tallos y hojas caídas y así con todos los árboles.

Los árboles volvieron a recomponer sus tallos y hojas caídas y así con todos los árboles

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Nota del autor: los hechizos que efectuó Marto están en latín.
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Y una vez restaurado el paisaje después de la sangrienta batalla, éste presentaba una presencia más acogedora y limpia, sobre todo disfrutable (yo no daba abasto para disfrutarlo, pero se veía).

Yo pregunté, atónito:

—¿Cómo has podido hacer eso? —me agaché, y vi varias flores que estaban marchitas volvían a crecer por todo el campo.

—Tan solo he realizado unos hechizos que no tienen mucha importancia... —Marto giró la cabeza a un lado a otro, inquieto— ¡Ay! Perdonad, tengo que irme en cuanto antes para entregar el Diamante a Su Majestad.

Él estaba dispuesto a irse, cuando recordé de nuestro viaje a occidente (Obi y yo).

—¡Un momento! ¿Sabes cómo se tiene que ir al oeste? Nos hemos desorientado —dije.

—Yendo hacia el oeste te encontrarás en Lefòrièn, aunque... ¿Qué tienes planeado hacer allí?

—A Obi le pareció que hay algo extraño en occidente, me puse de acuerdo con él y nos pusimos en marcha; no teníamos nada en mente.

Marto se llevó una mano hacia su barbilla, pensativo.

—Si queréis podéis venir conmigo hacia Lefòrièn, pero os tengo que revisar vuestras mentes para que podáis entrar en la Aldea.

Obi le dio un vuelco, se sobresaltó:

—¡Revisar mentes! ¿Eso se puede hacer?

—Por supuesto, todas las criaturas mágicas lo pueden hacer si se domina su disciplina.

Las heridas se me habían abierto por la impresión, pero en ese momento no me importaba.

—Hazlo si lo crees conveniente —dije.

—"Aunque a saber si puede encontrar algo de mis recuerdos..." —pensé.

—De acuerdo, empezaré contigo, Luis —dijo Marto.

Miré hacia él, sin saber lo que yo tenía que hacer.

Marto, levantando sus dos manos dijo:

—Señores del cielo, del agua y de la tierra; juro solemnemente que mis deseos para realizar este hechizo no se será para uso propio e indebido... ¡Legerementem!

¡BUM!

Sentí un impulso hacia atrás que me hizo caer de espaldas y veía muchas luces intermitentes como la primera vez; hasta que...

—¡AAAAHHHH!

Marto se cayó al suelo.

CONTINUARÁ...

CONTINUARÁ

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Obi: El Viaje Del Fuego (HIATUS INDEFINIDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora