Capítulo 2: El despertar.

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CAROLINA

Abrí los ojos lentamente, tenía sueño, quería seguir durmiendo, pero había algo que me estorbaba. Miré en mi estómago, había una mano allí. Entonces caí en cuenta de que no estaba en mi habitación sino en otra... la de... la de Kayler. ¿Cómo demonios llegué aquí?

—¡No! —grité, un grito que despertó a la persona a mi lado.

—¿Qué? ¿Carolina? —murmuró soñoliento Kayler. —¿Que haces? Vuelve a dormir. —dijo, como si nosotros estuviéramos juntos. Quité su brazo de manera brusca y me puse en pie. Casi no tenía ropa. ¡Mierda!

—No sé qué demonios hago aquí. —chillé, tomando la camisa del piso y poniéndomela lo más rápido que pude. Tengo que salir de aquí, no quiero y no debo estar en esta habitación... solo pensar que Piper estuvo aquí me pone de malhumor.

—Carolina, espera —Kayler se pone de pie—Tenemos que hablar.

—Nada tenemos que hablar nosotros —lo frené. Seguramente mi cabello estaba despeinado y tenía mal aliento. Por la mañana no soy muy agradable que digamos. Pensar en eso me hizo sentir insegura así que me dirigí al baño para limpiarme la cara. A pesar de que ese y yo no estemos juntos no dejaré que me vea echa un desastre. Para que vea lo que se perdió.

—Carolina, tenemos mucho de que haber. Te fuiste muchos años y no dije nada, te di tu espacio a como querías —dijo del otro lado de la puerta—Ahora no haré lo mismo, por favor.

—No molestes, Brown —no sé qué me pasaba pero actuaba como si lo estuviera conociendo apenas. Quizás nunca lo conocí, actuaba como si hubiera vuelto en el tiempo hace años a cuando lo odiaba. Ahora desearía que eso jamás hubiera pasado. Me sequé la cara y salí.

Kayler me tomó de los brazos.

—Suéltame —lo fulminé con la mirada.

—¿Puedes dejar de ser tan molesta por una vez en tu vida? Aprende a escuchar.

—¿Ahora soy molesta? Perfecto —me zafé—lo único que me faltaba, es por eso que no estoy contigo, Kayler Brown, para no seguirte molestando —salí por la puerta. Solo esperaba no encontrarme por ahí con su padre o con algún otro conocido. No quiero saber nada de los Brown Justo ahora, menos de su tonta manada.

—Carolina, espera. Tenemos que hablar sobre Piper y Kylie.

Lo ignoré. Kayler jamás se daba por vencido, me volvió a tomar de los brazos, esta vez me dejé para que dijera lo que tenía que decir y me pudiera dejar ir.

—Carolina, por favor. Tenemos que aclarar. Yo... hace años... estaba muy mal cuando te fuiste y me dejaste aquí solo. Te juro que no recuerdo nada de esa noche... Piper... es que no recuerdo nada.

—No me importa, Kayler. Tienes que aceptar que lo nuestro no pudo ser y punto, por favor déjame en paz.

—¡No! —golpeó la pared a mi lado, haciendo un hueco en esta. En otra ocasión me hubiera sorprendido pero en esta ocasión no. Ya sabía yo lo temperamental que era. —No quiero perderte.

—Me perdiste cuando te acostaste con ella.

—¡Eres mi mate!

—Estoy segura de que eso puede cambiar. Tengo que irme Kayler, adiós —le pasé a un lado, esta vez agradecí que no me siguiera. Pensaba en que somos mates también, pero estoy segura de que no todos los mates están juntos, estoy segura de que la mayoría están separados. Yo tuve una vida antes de Kayler y el también, estoy segura de que podremos vivir separados. Aunque mi corazón lata por el, aunque quiera estar con el.

Caminé por el caminito cerca del lago hasta llegar a casa, tan sola y vacía. Aunque no hay una diferencia a como cuando vivía mamá. Estaba cansada y dolida, estar sola significaba escuchar a mis pensamientos y no quería hacerlo. Entré a casa y escuché un ruido. Me quedé quieta en el mismo lugar, buscando de donde provenía eso. Tragué grueso, pensando que había sido un ladrón. Tomé el palo de la escoba h avancé hasta la cocina con paso sigiloso. Otro sonido y otro... a la mierda, entraré.

—¿¡Qué demonios hacen en mi...?! —me quedé quieta en cuanto entré a la cocina y miré a Gadreel allí, haciendo unos huevos revueltos. —¿Gadreel?

El chico tenía las manos elevadas como si yo fuera un policía y lo fuera a arrestar. Gadreel estaba sin camisa, con pantalones vaqueros y unas botas de militar. Su pelo estaba despeinando... okay, me pareció muy sexy así. Bajé la escoba y carraspeé un poco.

—Hola, gatita. —me sonrió de lado—Te ves fatal. ¿Donde estabas? Te quedé esperando toda la noche.

Suspiré profundo porque no entiendo que hace aquí y menos después de lo que pasó ese día en la boda de mamá. Él... un ángel... sus alas... sus amigos... el pacto que tenían contra mía. Otro que me quiso para un sacrificio.

—¿Pero por qué estás aquí? —lo volví a amenazar con la escoba—¿Quieres llevarme de nuevo con tus amigos?

—Tranquila, Carolina, ya aclaramos eso. Vengo en son de paz.

—No te creo —achiqué mis ojos.

—De verdad. Lamento lo que pasó y lamento no haberte dicho lo que soy en realidad. —dijo—Un caído. Un ángel caído.

Sentí bajar la guardia así que dejé la escoba en una esquina. Aún estaba sorprendida.

—En realidad fue impresionante —admití—Los huevos se queman —dije, cuando sentí el olor a quemado.

—Lo siento, no podía aceptar que quisiera volver con ese... tipo. Yo te amo, Carolina y solo quiero que seas feliz. Si, me cegué por el odio y los celos pero Kayler te volvió a desilusionar. Sabía que me necesitabas.

—No quiero pensar en eso —dije—solo quiero olvidarme de los últimos años y hacer como si nunca hubiera conocido a Kayler Brown, hacer como si nunca me enamoré de él.

Gadreel sonrió en cuanto dije eso.

—Me parece perfecto —se acercó en cuanto apagó la cocina—Ya sabes que estoy acá para lo que necesites, gatita.—me abrazó. Sentía su aroma a bosque, me gustó. Gadreel fuera el hombre perfecto para mi si tan solo lo hubiera conocido antes que a Kayler Brown, pero aún estoy a tiempo de arreglar ese pequeño error que tuve.

—Gracias —susurré.

Me separé para mirarlo.

—¿Estas aquí desde anoche?

—Si, pensé que estarías en el bosque por eso no me preocupé.

Me sobó el pelo.

—Lo estuve. Creo que la luna llena me hizo... ser loba de nuevo... en serio, no quiero volver a convertirme, si hubiera una manera de matar mi parte loba lo haría. —confesé con un nudo en la garganta, en el fondo sabía que si mataba mi parte loba quizás los sentimientos por Kayler mueran también. Y eso me entristeció.

—Cuando quieras hacerlo te puedo ayudar.

Fruncí el ceño.

—¿Puedes hacer eso?

Asintió.

—Puedo.

Bajé la mirada y la puse en la ventana que daba al lago. Me quedé sorprendida al ver a Kayler de pie allí, mirándonos. Su mirada estaba oscura. Sabía que nos había escuchado todo este tiempo.

Embarazándome del lobo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora