Capitulo 67

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Al tocar el suelo con los pies, a Lily se le doblaron ligeramente las rodillas y la cabeza del mago dorado cayó con un golpe metálico

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Al tocar el suelo con los pies, a Lily se le doblaron ligeramente las rodillas y la cabeza del mago dorado cayó con un golpe metálico. Entonces echó un vistazo a su alrededor y se percató de que había llegado al despacho de Dumbledore.

Los delicados instrumentos de plata estaban sobre las mesas de patas finas y echaban humo y zumbaban discretamente. Los directores y las directoras dormían en sus retratos y apoyaban la cabeza en los respaldos de los sillones o el borde de los cuadros. Lily se acercó a la ventana: una línea de color verde pálido que recorría el horizonte indicaba que no tardaría en amanecer.

El silencio y la quietud, interrumpidos tan sólo por algún que otro gruñido o resoplido de un retrato durmiente, le resultaban insoportables. Tanto era así que si lo que la rodeaba hubiera podido reflejar sus sentimientos, los cuadros habrían estado gritando de dolor.

Se paseó por el tranquilo y bonito despacho, respirando entrecortadamente e intentando no pensar, pero tenía que pensar, no había escapatoria...

Ella tenía la culpa de que su tía Petunia y Dudley hubieran muerto; todo era culpa suya. Si ella no existiera, ellos nunca habrían corrido peligro. Incluso estuvo a punto de perder a Sirius, si no fuera por Theo, el también habría muerto, y todo por una trampa muy bien elaborada de Voldemort.

Dentro de ella había un terrible vacío que no deseaba sentir ni examinar, un oscuro agujero donde antes estaban su tía y su primo, su segunda madre y su hermano, un agujero del que ellos se habían desvanecido; no deseaba estar sola con aquel enorme y silencioso vacío, no lo soportaba...

Detrás de ella, un cuadro soltó un sonoro ronquido y una voz impasible dijo:

—¡Ah, Lily Potter!

Phineas Nigellus dio un enorme bostezo y estiró los brazos mientras contemplaba a Lily con sus pequeños pero vivaces ojos.

—¿Qué te trae a estas horas de la mañana?—le pregunto Phineas— Se supone que en este despacho solo puede entrar el legítimo director. ¿Acaso te ha enviado Dumbledore? Ah, no me digas que...—volvió a bostezas y un leve escalofrío le recorrió el cuerpo— ¿He de llevarle otro mensaje al inútil de mi tataranieto?

Lily no podía hablar. Phineas Nigellus no sabía que Sirius casi había muerto y que, hasta donde ella sabía, estaba herido e inconsciente, y ella era incapaz de decírselo.

Unos cuantos retratos más empezaron a moverse. El terror que le producía la idea de que la interrogaran impulsó a Lily a cruzar la habitación a grandes zancadas y a llevar una mano al picaporte de la puerta. Pero esta no se abrió. Lily estaba encerrada.

—Supongo que esto significa que Dumbledore volverá pronto.—aventuró el mago corpulento de nariz roja que colgaba en la pared, detrás de la mesa del director.

Lily se dio la vuelta y vio que el mago la observaba con mucho interés. La chica asintió y tiro otra vez del picaporte sin volverse, pero la puerta seguía cerrada.

Potter Girl [Draco Malfoy]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora