I. Apodada por idiotas

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Lunes 29 de Septiembre.

Ayer me fui a dormir a las tantas y hoy me muero de sueño, he pensado en hacer campana, pero en mi antiguo instituto conseguí mi ficha limpia de faltas de asistencia, y me estoy proponiendo en hacer lo mismo este curso, no sé si podre conseguirlo.

El único objetivo que tengo este curso es encontrar a alguien con quien confiar, alguien con quien aburrirse sea divertido, alguien que por una vez, encaje conmigo.

- Buah, que sueño... - Susurro casi ineludiblemente una vez me siento en el frío suelo del pasillo.

Si. Me han echado de clase, otra vez.

- Pues duérmete niña. - Me responde un chico, alto, castaño, ojos marrones, saliendo del aula que comparte pared con mi clase.

¿¡Cómo es posible que me haya escuchado!? Yo flipo. Y ¡odio que me llamen niña!

- No me llames niña, tengo nombre. - Le escupo con arrogancia.

- ¿Y a mí que niña? Ni lo sé, ni me importa. - Y dicho eso entra en mi aula y me deja con la palabra en la boca.

Que pavo más grosero...

Apoyo la espalda en la pared y doblo las piernas y escondo mi cabeza entre las rodillas. Por un momento todo el centro se queda en silencio pero de golpe oigo chillar a mi profesor.

- ¿¡Señorito Johansson puede hacer el favor de no distraerme al personal!?

Así que Johansson eh... Que apellido más largo, río para mis adentros.

Levanto poco a poco la cabeza y el chico de antes abre la puerta y sale del aula con unos papeles en la mano, me guiña un ojo y abre la puerta de su clase.

- Adiós niña del pasillo. - Me susurra pícaro antes de cerrar la puerta detrás de él.

Vuelvo a esconder mi cabeza entre las rodillas y me abrazo las piernas con los brazos, quedándome en forma de bolita. Paso así un ratito pensando en mis cosas cuando de repente me asusta el ruido de la horripilante campana.

La puerta de mi aula se abre y un profesor ya cansado de tener que aguantar a adolescentes insoportables me pide que recoja mis cosas y me largue al patio.

¡Es verdad! ¡Por fin es la hora del recreo! Pensé que nunca llegaría... estas tres horas se me han hecho eternas.

Me levanto tranquilamente y el pasillo empieza a llenarse de gente desesperada por llegar al patio. Me abro camino entre la multitud y consigo entrar en la aula.

Ya no queda nadie, solo está mi impaciente profesor esperándome para poder cerrar con llave.

Recojo mis cosas rápidamente y me llevo la mochila, salgo al pasillo, ya desierto, y me dirijo hacia mi taquilla para guardar la mochila.

El profesor ha desaparecido. Me encamino hacia el patio.

- Hey! Niña del pasillo. - Me saluda con una sonrisa el chico de antes.

Está sentado en un banco situado en una esquinita del patio junto con otros dos chicos y tres chicas. Parecen más o menos de mi edad, todos excepto el maricón que me ha apodado como «niña del pasillo» y una chica rubia, la única rubia de los presentes; que parecen más mayores.

Sigo caminando sin devolverle el saludo. ¿Qué quiere el tío este?

Me siento en la esquina de al lado del grupito de chicos de antes. Estoy sola y marginada, llevo aquí un par o tres de semanas y nadie aun no se ha acercado a mí, aunque yo tampoco es que haya hecho un gran esfuerzo para relacionarme.

NO quiero un para SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora