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-Tu estás bien de la cabeza?- Preguntó Liv mientras revisaba mi closet. Eran cerca de las tres de la tarde de un frío sábado y la castaña  había venido a casa a intentar ayudarme con mi desesperación emocional.

-Lo sé... lo sé.- Aclaré frustrada.
-Pero lo repito, es solo una teoría...-

-Los sentimientos no son una teoría cielo.- No lo son? Claro que no lo son. Yo estaba segura de lo que sentía por Wilhemina pero no podía aceptarlo o no quería.

-Algo temporal entonces.- Ojalá lo hubiera sido.
-Es que fue tan... repentino pero taaan confuso, tan demencial.
Ella no es de mi tipo Liv.-

-Bueno, no lo parece, y además Mar- me prestas este vestido?- Preguntó interrumpiendosé a si misma a lo que yo asentí con una simple sonrisa. -Además Mark me dijo que notó un extraño comportamiento en ti al hablar de ella pero no me dijo nada más.-

-Tu también lo notaste?- Indagé mientras me levantaba de mi cama para ir y abrochar el cierre del vestido rojo que Liv tenía puesto.

-Sabes que no... Mark tiene un don para leer a las personas.- Que habrá leído Mark? Me pregunté en ese momento y no estaba segura de si quería una respuesta.
-Me queda bien, verdad?- Indagó Liv mirándose en el espejo de la puerta, logrando sacarme de mis acelerados pensamientos.

-Te queda espléndido... quédatelo.-

...

Una vez que Liv se fue de casa, un mensaje de Amelia llegó, preguntando si tenía tiempo de acompañarla al shopping a comprar un vestido para el casamiento de su madre el cual seria dentro de una semana. Acepté encantada y después de cambiarme me encontré con ella.

-Como has estado Dupin?- Indagó la pelinegra mientras caminábamos por los largos pasillos del centro comercial.
-Venable sigue odiándote?-

-Tanto se nota su desprecio hacia mi?- Afirmé. Ella solo río, Amelia era el tipo de persona que todo la divertía, todo la alegraba y nada le molestaba, bueno... salvo el mate dulce, bebida típica Argentina porque curiosamente y sin darme cuenta, ella era de allí. Fue sorprendente a decir verdad, su inglés era tan bueno y natural que parecía una auténtica Chicaguina.
-Que era lo que querías comprar?- Pregunté tomando su mano.
-Ah si... el vestido.-

-Como se supone que te vistes para el segundo casamiento de la persona que trajo al mundo.- La persona que te trajo al mundo? De repente una nostalgia me invadió y se formó un nudo mortal en mi garganta. Cuanto deseaba ver a mi madre.

-Estas bien?- Amy miraba con confusión ante mi silencio.
-No te gusta estar aquí? Se que los centros comerciales pueden generar ansiedad, también me pasa, es sup...-

-Estoy bien.- Dije con una sonrisa.
-Me quedé en blanco por un momento.-

Luego de pasar un buen rato dentro de uno de los nidos del capitalismo, nos fuimos merendar a una cafetería cerca de la Universidad, la misma a la que había ido con Liv.

-La tarta de manzana es celestial. Créeme.- Le aseguré com una sonrisa traviesa.

-Muy bien Dupin. Entonces Tarta de manzana y Limonada?- Preguntó mirándome de reojo para verme asentir.
El camarero sonrío y se fue.
-Realmente me alegra verte. No hubo casi ningún momento en el que podamos vernos.-

-Bienvenida a la vida adulta.- Dije con una risa entremedio.
De repente, ella tomó mis manos y sonrío.
-Que?- Indagé picaronamente.

-Quieres venir conmigo?-

-Al casamiento?-

-Obvio nena, de igual manera, no te sientas comprometida... digo, me encantaría que fueras pero quizás es raro o...-

-Va a ser un placer.- A veces era necesario interrumpir a Amelia para que no comenzara a sacar conjeturas demenciales e imparables.

-En serio irás?- Preguntó emocionada y con una sonrisota.

-Claro que si Amy.- Dije con obviedad. No me podía negar a semejante propuesta por parte de una mujer con la que disfrutaba tanto y además, no podía esperar por conocer mas gente en la ciudad.

-Bien bien. Te enviaré la invitación. El lugar está alejado de la ciudad pero la parte católica, eres católica? Te molestaría ir a la iglesia? Podemos no ir si así...-

-Oye! Está bien. Quiero ir a donde quieras. Además nunca fuí a un casamiento por iglesia. Quiero saber como es.- De pronto, un brillo se instaló en sus ojos, haciéndome entender lo mucho que la emocionaba mi presencia en aquel evento.

...

Luego de pasar el resto de la tarde con las chicas, fuí a hacer unas rápidas compras al supermercado y volví a mi casa tan frívola.
Me metí en la bañera con un exquisito aroma a lavanda invadiendo todo el toilet.

Me sentía enérgica y con la temperatura tan alta como la torre Eiffel. El agua y el olor lograban las condiciones perfectas.
Cerré los ojos y con lentitud llevé mi mano hasta esa la zona tan palpitante de mi cuerpo y no, no era el corazón.

Al introducir mis dedos dentro de mi vagina con tanta delicadeza pero fervor, partes de mis canciones favoritas comenzaron a resonar en mi cabeza, el rostro de Amelia con su típica sonrisa y escenas de aquella acalorada noche, sus manos, su perfume y... Venable? Venable apareció de repente en mi mente, haciéndome confundir e intentar para pero más bien las imágenes de la señorita parecían ser aún más eficaces.

"Basta, olvídate de ella".

Me repetía en vano hasta que llegué al ansiado climax con cada rasgo y movimiento que había visto de mi directora.

-Estúpida.- Me Susurré con rabia, luego de unos minutos salí de al agua y me fui directo a vestirme y a secarme el pelo.

Cada cosa que hacía no parecía tener sentido, tanto así que me había puesto el pijama al revés haciendo que  me "autoinsulte" una vez más.
La confusión y la ira cegaban cualquier rastro de concentración en mi mente.
Odiaba a la señorita Venable y odiaba estar enamorada de ella.

Luego de volver a ponerme el pijama y secar mi cabello empapado, cené tranquilamente mientras leía un libro sobre política y derechos humanos, algo que muchos otros deberian leer.

La gota que derramó el vaso, cayó en la noche cuando la última imagen que registré de aquella noche mientras intentaba dormir, era la de la maldita señorita Venable besando mis labios con fervor.

Renacer de la decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora