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Humor negro. Es normal que uno se sienta culpable momentáneamente por reírse sin parar de aquellos oscuros "chistes". En lo personal, creo que son los que más gracia generan.

La cena de un largo viernes a la noche en la casa de Luke estuvo plagada de ellos, cuyos únicos autores eran William y el idiota de mi primo.
Ella se encontraba impasible como siempre pero más de una vez la ví intentando contener una carcajada.

-Más vino Pau?- Me ofreció Luke a lo que yo asentí. Era un portillo, bodega Malbec o sea, un orgasmo para el paladar.

Wilhemina no bebía casi nunca, salvo aquella vez que me la encontré en ese bar, no de mala muerte, de mala vida. Pero siempre optaba por agua o algún jugo.

Cuanta curiosidad, cuánta intriga, cuánta y por no decir, demasiada.
El mayor discípulo de Sócrates, Platón, registró el pensamiento de su maestro sobre esta primera "materia mental" la curiosidad.
Decía él que era crucial la capacidad de autoindagarse, en voz alta o en silencio aquello que nos generaba inquietud y una necesidad imperiosa de saber, de ver, de escuchar, de conocer. Pero claro, las cosas no podían ser tan fáciles conmigo para con ella.
Aquella esbelta mujer, portadora de una majestuosa y encandilante belleza, parecía ser víctima de su discreción, su gran habilidad de generar misterio al ser tan reservada.

Cuando la ví entrar esa noche a la casa de Luke, simultáneamente me golpearon sus palabras, me golpearon las palabras de los dos.
Las de Wilhemina, que fueron similares a qué me pusieran una bolsa de nylon en la cabeza y las de Luke, dándome a conocer la tragedia. Ese fué el punto clave, cómo una mujer recién enviudada iba a ceder al capricho amoroso de una estudiante? De una estudiante.
Pero, era aquello que sentía un capricho amoroso? No, yo sé que no y eso era lo peor.

-Cómo vas con la carrera Paula?- Preguntó William, quitándome de mi trance del porque su hermana nunca tomaba alcohol, cómo podía existir sin aunque sea una copa de vino?

-Pues... Bien, estamos en época de parciales... Ya sabes, asfixia.- El río y asintió comprensivo. Cualquier persona al lado de William se vería cómo un frío mounstro, bueno, no tanto pero saben a lo que voy.
-No sabe cuando termina la época de parciales, Señorita Venable?- Pregunté un poco a propósito.

-Finales de octubre.- Dijo mientras sacaba una cajetilla de cigarrillos de la cartera.

Si hubiera un volcán en plena erupción, si nevara, si se cayera el cielo, no importa qué, ella siempre encontraba el momento para fumar.

Los chicos fueron al patio trasero a fumar hierba, como cada vez que cenábamos juntos, y yo, claro, si Cupido o el universo no estaban a mi favor, al menos tenía que deleitarme con la agotadora presencia de la pelirroja, quien estaba apoyada en una de las columnas de mármol de la entrada, la vista fija en el horizonte y el cigarrillo prematuro en sus finos dedos.

-Me da uno?- Pregunté cerrando la puerta de entrada, detrás de mi.

-Recuerdo haber escuchado que usted no fumaba.- Soltó mientras me entregaba aquel palillo de la muerte. Tomó su mechero y lo prendió por mi. Momento fugaz en el que nuestras miradas brillaban por la débil luz del fuego y por algo más.

-Hábitos. Los malos son los que se van y vuelven, no?- Asintió mientras que daba una profunda calada.

Parecía relajada, pero por dentro, intentaba lidiar con la intensidad del cigarro, no por la mía al estar sola con ella, no. Malboro, bendito sea el que puede lograr que eso entre en sus pulmones sin hacer una mueca del asco.
-Podría ser este uno de esos "Casos particulares" de los que hablaba?- Posó su mirada en mí, de esa forma tan característica qué tenía.

-Podría decirse.- Susurró con la vaga intención de contener una sonrisa.
-Me encantaría saber.-

-Saber qué?- Pregunté con la mirada en sus ojos que brillaban con un dejo de curiosidad latente.

-Que es aquello de mí que le atrae... Que me lo digan... No es algo a lo qué esté acostumbrada.- Parecía eso último, una confesión y como tal, me sorprendía. A pesar de su particular forma de ser, Wilhemina era una mujer bellísima y brutalmente atractiva... Sin embargo, se requirió de valentía extrema para hacérselo saber, al menos para mí.

-No creo estar segura... Siempre me atrajo lo imposible...- Una risa tonta de su parte logró que mi rostro enojeciera notablemente, no había forma de escapar de ese efecto.
-No me parece justo que le tenga que decir lo que me gusta de usted luego de lo que me dijo en su oficina.- Mi tono era un intento en vano de firmeza. Tenía la esperanza de que ella no supiera lo que su rechazo significaba para mí.

-Es joven, el mejor consejo que le puedo dar es que se acostumbre a las cosas injustas, a la gente injusta y a corazones injustos.- Que sincericida. Que crueldad pero cuanta verdad.

-Bueno, parece que lo dijera por experiencia... Que tanta injusticia ah arrasado con usted?- Creo que es evidente hacia donde quería llevar esa conversación. Quería que ella me lo contara, que se abriera conmigo, después de todo ella se puso a si misma contra la espada y la pared al mencionar "Casos particulares" de una conversación.

Sin embargo, me había equivocado. Me miró confundida, como si sospechara algo. Si había algo que caracterizaba a Wilhemina era su capacidad de calcular obsesivamente todo y dicho y sea de paso, William había comentado una vez que le tenía una envidia sana a la inteligencia de su hermana.
Le dió una última calada al cigarrillo y se marchó sin siquiera mirarme y conteniendo la respiración.

-Carajo.- Susurré largando con fuerza el humo blanco y sofocante.

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⏰ Última actualización: May 28 ⏰

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Renacer de la decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora