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-Estás preciosa.- Me decía Amelia mientras me abrazaba. Había tomado un taxi hasta la iglesia donde se casaría la madre de Amy con un agradable señor, Frances era su nombre.
Por otro lado, Amelia estaba en lo correcto. Me sentía linda y enérgica. Llevaba puesto un vestido negro, pegado al cuerpo y de una seda delicada. Mis tacos a juego.

-También te ves bella.- Le dije y una sonrisa expandió su rostro mientras que yo admiraba su traje sastre de un hermoso color ceniza.

Entramos a la iglesia, junto con los otros invitados quienes se acomodaban en la banca libre que encontraban.

-Así que, aquel es Frances.- Le pregunté a Amy, señalando con la mirada al hombre parado en el altar, con los ojos brillantes de la evidente emoción.

-Es apuesto, lo sé... me dí cuenta de eso cuando logré dejar de aborrecerlo.- Respondió con una bella risa entre medio.

-Por qué te caía mal?-

-Por que si... pensaba que el único amor de Cassandra era mi padre pero esa estúpida teoría de que solo existe un solo amor de tu vida, al final era una blasfemia... a menos de que mi madre esté despechada por el sexo "legal".- Susurró a mi oído, logrando ahogarnos en una carcajada.

...

La ceremonia comenzó como todas. La entrada de la novia, el infinito discurso del cura, los anillos, el beso, etc. En una cuestión de horas, mi creencia de que el matrimonio era una estupidez extremadamente hipócrita, se desvaneció al ver todo el show. Amelia lagrimeaba yo sonreía sinceramente y todos lanzabamos arroz a los recién casados y festejábamos hasta que de golpe, una imagen borrosa de Venable y yo en el lugar de Cassandra y Frances, me paralizó. Parecía una alucinación, un desemboque del desesperante deseo que tenía por esa mujer porque sí, a pesar de haber estado días con un nudo en la garganta por lo ocurrido en el teatro, nada parecía ayudar a que mi mente solo se deshaga de ella.

"Basta, se acabó" Me dije a mi misma y solo seguí con la celebración la cual no terminó en más que en una gigante fiesta, llena de alcohol, espuma, cotillón y la mejor música que haya escuchado en años, rock nacional, o sea rock argentino. Algo incomparable. Como decía Platón, "La música es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo".

...

-La pasaste bien?- Indagó Liv mientras entrábamos al aula para tener una larga e intesa clase de estudio social.

-Maravilloso. Créeme, eh salido miles de veces a fiestas como estas pero ninguna tan divertida.-

-Me alegra Pau... Igual, no me extraña para nada, Amelia es tan efusiva que era de esperarse que la fiesta sea fantástica.-

...

Las horas pasaron lentamente, si bien me aburrían a veces algunas materias, cada vez estaba más entusiasmada con la carrera.

-Dios... nunca más tomaré vino, lo juro. Aún me duele la cabeza.- Dijo Amelia sentándose a mi lado en la cafetería mientras Liv y yo no dejábamos de reír.

-Solo espero que hayas tomado Malbec.- Agregó la castaña.

-Por supuesto que sí.- Agregué, Malbec era sin duda lo mejor.

Continuamos hablando sin cesar de la boda, lo amigable que era la madre de Amy y demás, hasta que Alicia, la secretaria de Venable se acercó.

-Señorita Dupont? La directora quiere verla en su oficina ahora mismo.- Su tono suave no me dejaba distinguir que grado de gravedad tenía la situación.

Miré a las chicas, las cuales tenían una expresión horrorizada y me fuí a paso acelerado.

Toqué suavemente la puerta y su voz heladora me indicó que pasara.

-Me mandó a llamar?- Pregunté con la voz lo más firme y neutra que podía.

-Sientese.-

Hice caso omiso y apoyé mi trasero en la silla, automáticamente.

-Algo en lo que la pueda ayudar?-

Ella suspiró con la mirada fija en la mía. Parecía que era costumbre suya posar sus ojos de una forma particularmente intimidante en los demás.

-Supongo que recordará lo que pasó en nuestro último... "Encuentro"- Asumió con su típica voz heladora.

Yo, con los nervios latiendo en cada músculo de mi cuerpo, me limité a asentir.
Venable hizo un ademán con sus manos, como si dijera "Deme explicaciones, es obvio".

-No tengo mucho más que decirle, Señorita Venable... Realmente no espero nada, solo necesitaba desligar a mi mente de aquello.- Me removí incómoda en mi asiento, sus silencios eran aún más ruidosos que el latido de mi pobre corazón.

-Entiende usted entonces, que ni usted ni yo podemos mantener conversaciones que no avasallen lo académico, y claro, algun caso en particular habrá... Mi hermano y su primo se han vuelto grandes amigos.- Cada palabra, cada maldita palabra que salía de su boca lograba que las lágrimas en mis ojos rogaran por salir.
Claro que esperaba algo, resulta ser que fantasear puede ser fatídico, por mucho que se disfrute o se asemeje a la realidad.

Renacer de la decadenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora