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Los días siguientes fueron lo mismo, nada muy interesante que contar. Aidan seguía con su payasada de estarnos evitando y, la verdad, no iba a perder mi tiempo pensando en eso. Pero el asunto de Ryan y Arabella sí era de mi importancia. Metiéndome más en el tema, ella no me había hablado ni escrito. Quizá tenía la idea de ignorar tanto a Ryan como a todo lo que estaba relacionado con él.

—A ti te toca exponer la importancia —me señaló con un lápiz Jasmine, la líder del grupo.

El profesor nos había juntado según nuestros grupos para coordinarnos sobre la exposición. Pero más que un trabajo grupal, eran los mandatos de Jasmine. Me tenía sofocada y muy exasperada.

—No, no, yo te dije que quería las características —reclamé, odiosa (porque, obviamente, no me la soportaba).

—Perdona, pero me lo pidió Ryan.

En ese momento toda malquerencia que sentía se traspasó hacia mi hermanastro.

—Ah, ¿en serio? Y me imagino que no se la diste —hablé, sarcástica.

—No importa de quien sean las características...

—Pues sí, a mí me valen, pero si no mal recuerdo yo te lo comunique primero.

—Ay, ___, no vamos a discutir por esa minucia, ¿cierto? Si es tuya o de él no interesa. Punto final, ya no más.

Al final, no quise hacer ningún show porque iba a parecer una castrosa peor que la Jasmine. Y eso sí es rebajarse.

—Ya deja esa sonrisita estúpida —le susurré a Ryan. Ya estábamos en la siguiente clase.

—¿Y si no quiero qué? ¿Vas a hacer otro berrinche? —exclamó ahora riéndose. Cuando lo hacía se le enchinaban un poco los ojos.

—Sólo lo hiciste para molestar, ¿no?

—Pensé que era bastante obvio.

—Ah, claro, y supongo que usaste tus dotes de macho.

—¿Eh? ¿Qué dices?

—No te hagas, es obvio que Jasmine te dio mi parte porque le gustas. Ella sólo es amable con los que quiere serlo.

No se inmutó. Seguro estaba acostumbrado a tener a muchas por detrás.

—Pues me vale.

—Muchos de aquí quieren estar con ella, pero no pueden porque ni los voltea a ver.

—Para ser tan digna no es muy bonita.

Lo miré, ofendida.

—No sé si tienes el ego muy alto o algo por el estilo, pero Jasmine es hermosa. Tiene buen cuerpo, cara atractiva y es inteligente. Es todo lo que una mujer puede envidiar y todo lo que un hombre podría desear.

—No sé si es más vergonzoso que tengas inseguridades o que las demuestres comparándote con ella. Además, recuerda que eso no lo es todo.

—¿Cómo no lo va a ser todo? Mírala. Tiene a muchos detrás y se da el lujo de rechazar. Estamos otras que no nos cae ni caca de pájaro.

—¿Y tú crees que la quieren por lo que es? La quieren por su físico, pero el día que se den cuenta que es una insípida e insoportable nadie la va a querer.

En su tono de voz había regaño.

—Ay, pero ese día no es hoy.

Giró los ojos e hizo una mueca.

—Por eso no tienes novio.

Nos reímos, pero en el fondo la platica de Ryan no había cambiado nada. No ayuda que una persona atractiva te diga que no está mal ser feíto y que en realidad lo que vale es lo de adentro. 

Mi día retomó la alegría al recordar que pronto serían las vacaciones de verano. No es como si fuera a ir a algún lugar, pero al menos no iría a clases. Tal vez mis planes tomarían otro rumbo, ya que ahora eran Lauren y los gemelos.

Yo y los chicos estábamos en un parque. Decidimos quedarnos ahí un momento antes de ir a la casa. Ryan animó a su hermano, dado que este no quería tener la mínima interacción con alguien.

Hacía un buen día. Mi alrededor era muy bello. En donde estábamos, había sombra. El pequeño lago artificial, a nuestro lado, tenía reflejado el cielo. No había ruido, estaba muy calmo. Y estaba acompañada de dos chicos guapos.

La mejor imagen mental, claro está si no fueran mis hermanos.

—¿Caíste en depresión? —volví a la realidad, donde Ryan cuestionaba como un chiquillo a su hermano.

No me había parado a pensar, pero ¿por qué Aidan trataba de tomar distancia? ¿Qué le habremos hecho?

—¿Te sientes bien? —me atreví a decir.

—¿Tú que crees, ___? ¡Míralo parece un emo!

No lo sé, llámenme loca, pero tenía la sensación de que Aidan sentía más repulsión por mí.

Al final, sólo se puso de pie y se marchó. En fin, hombres.

[...]

Aidan

Desde aquel día algo cambió. Pero sólo en mí. Yo era el único que estaba teniendo un comportamiento anómalo. Y, de hecho, lo que hacía me daba pena ajena. Más si yo hubiera dejado a mis sentimientos fluir, habría echado a perder todo. Así que procuré seguir con mis actitudes estrambóticas.

Me fui lo antes posible. Cuando estuve alejado de esos dos, exhalé y dejé de fingir.

Lo bueno es que el parque no estaba lejos de la casa. Entraba por la puerta cuando mi mamá me vio.

—¿Qué traes?

—¿Ah? Nada.

Me analizó.

—¿Qué te pasó? ¿Problemas con Astrid?

Eso me hizo recordar que no había hablado con mi novia en todo el día.

—No, no, estamos bien.

—¿Algo en las redes sociales?

Negué con la cabeza.

—Descuida, estoy bien, pero gracias por preocuparte —mentí descaradamente mientras le daba un beso en la cabeza.

Subí, impaciente, a mí habitación. Quería desahogarme. Soy el peor guardando secretos, por si no lo habían notado.

No encontré otro remedio para descargar mis pensamientos que escribirlos en un pequeño cuaderno. Dicho de forma romántica, un diario.

Eso hice, pensando que nadie jamás lo leería.

Los gemelos GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora