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Vi salir a mi papá y a los gemelos abrazados por los hombros mientras caturreaban que eran el trío más sexi de todo Los Ángeles. Se fueron primero, dado que Hannah les dijo que "nos" faltaba un poco más para estar completamente listas. Peero, en realidad, las que necesitaban más tiempo eran Lauren y ella. Yo estaba más que preparada, supongo que no me quisieron excluir.

-Tu cabello está igual de hermoso que la última vez que te vi, Hannah -le dijo la rubia al mismo tiempo que la peinaba. Lo hacía muy lentamente, mechón por mechón. Hannah lo tenía corto y muy pelirrojo, con algunos toques rojizos, y me encantaba, porque daba un aire de libertad y genialidad. Aunque por alguna extraña razón su cabello me recordaba mucho al de Arabella, o sea, ambas lo usaban de color carmesí y un poco más arriba de los hombros.

-Gracias -su risa inundó toda la habitación.

Estaba sentada en una esquina de la cama de Hannah. Me incomodó el imperdible hecho de que hacía unas cuantas horas ella y Ryan habían hecho cochinaditas ahí mismo. Me puse de pie al instante y vagué a paso de tortuga por el cuarto. Me encontré a mí misma escaneando el cuarto, como si por ojos tuviera rayos x. Me detuve, clavando mi vista en la cama.

Casi se me estalla una tripa al imaginar a Ryan con Hannah en el tin tin, pero es que no podía evitarlo; miraba la cama, ellos se materializaban allí y si cerraba los ojos aparecían en la oscuridad de mi mente. Por la cabeza me pasaban millones de escenas de ellos como protagonistas. Mente sana como manzana, piensa en peras y no en bananas.

-Hannah, perdón por molestar tanto, pero...

-El traje de baño está en ese cajón de allá.

-Ni me dejaste terminar -nos reímos.

Caminé hasta la cómoda y jalé la segunda gaveta, con los dedos que me hormigueaban por sacar la prenda. Ojeé en el interior del cajón y, qué sorpresa, un condón con el empaque semiabierto. Sin que Hannah y Lauren lo notarán, puse el preservativo entre mis dedos y lo observé con cautela, tratando de que no se me escapara ningún detalle; a simple vista parecía ser nuevo, sin haberse usado todavía.

-¿Ya lo encontraste? Es rojo.

Solté el condón de inmediato. Fingí que estaba rebuscando entre la ropa. Tomé un bikini rojo y me reí; a quien se lo pusiera se le vería toda la raja.

-Sí, ese es.

Me callé abruptamente. Hannah no tenía cara de estar bromeando y eso me preocupo.

-Muchas gracias -verbalicé, atónita.

Ay, no, con esas ayudas de Hannah ahora me iban a ver todo el pussy. Bueno, ¿qué esperaba? ¿Qué se vistiera como una monja recatada al igual que yo? Me apresuré a salir con la tanguita roja lo más rápido que mis capacidades físicas me lo permitieron. En el pasillo, desdoblé el conjunto, esperando que fuera una muestra del gran humor que Hannah tenía. Les juro que la parte inferior no me tapaba ni la mitad de una nalga, y miren que yo muchas curvas no me cargo. Ay, qué caritativa esta Hannah, ya mejor me hubiera dado un taparrabo.

Entré al baño. Me cambié hábil y velozmente y caminé con recelo hasta el espejo de cuerpo entero de la pared. De frente y de perfil estaba considerablemente bien, pero de espalda... Mejor no doy descripciones. Mi trasero decía: mírame, tócame y, si puedes, viólame. Si es que esa vaina parecía hilo.

-Linda, ¿ya vas a salir? Te estamos esperando.

-Lauren... Creo que no iré.

-¿Qué? ¿por qué? -no le respondí, estaba más enfocada viéndome en el espejo- ¿Estás bien?

-Sí, es sólo que...

-¿Puedes salir un momento, ___?

Abrí con una calma abrumadora. Al estar completamente a su vista, sentí un tanto de vergüenza. Me analizó de arriba a abajo y al fijar su vista en mi cara, me dio una sonrisa aprobadora.

Los gemelos GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora