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Durante la cena hablé mucho con Ryan y después de ella también. Sus temas de conversación eran poco aburridos y muy graciosos. Y con entretenido y gracioso me refiero a que estaba contándome que leía libros. 

—¿Tú leyendo? No me lo creo ni viniendo de una realidad alternativa.

Ryan me hizo una mueca, fingiendo disgusto. Estábamos sentados en el sofá de la sala. Aidan nos observaba desde la cocina, creo que seguía algo molesto por lo de la pasta, ¿o por qué nos miraba de esa forma tan... escrutadora? 

—Sí, pero sólo me interesan las novelas que contengan erotismo.

Hombre tenía que ser. Ya decía yo que todo iba tan bien. Siempre ellos dándole su toque de morbo a todo. Procedo a disimular que no le doy like a los mamados que me aparecen en Instagram

—¿No te llama la atención el terror?

—No.

—¿La ciencia ficción? —enarqué mi ceja izquierda.

Negó con la cabeza, como un niño pequeño. La mirada de Aidan no se despegaba de nosotros y a pesar de que estuviera a una distancia considerable, me traspasaba como una daga. Por un lado me extrañaba y me hacía sentir incómoda, pero por otro tan vulnerable y dominable. Sus ojos clamaban a mí con gran intensidad.

—¿Suspenso? —espeté mientras intentaba no tartamudear— ¿Misterio? ¿Los clásicos?

Movió su dedo índice de derecha a izquierda. 

—¿El romance? —soné exasperada. Intercalaba mi vista entre Ryan y su gemelo. Cada que los miraba era la misma imagen, lo único que cambiaba era la expresión: uno me miraba con una pequeña sonrisa, paciente; el otro me observaba, sin despegar la mirada, y tenía un brillo raro en los ojos que me transmitía un sentimiento indescifrable.

Qué poética me pongo a veces...

—Sí —sonreí, aliviada, porque me estaba cansando de darle opciones—. Sí, me gusta el romance erótico.

—No, no, no. Yo hablo de el verdadero romance, donde se quieren sin saber por qué, donde disfrutan estar juntos, donde no hay toxicidad, donde los personajes se ven y les brillan los ojos —eso último me recordó a Aidan, quien, por cierto, seguía de metiche—. No de esas historias de mala calidad en las que dicen "Te amo" o "Eres jodidamente perfecta" antes de meterle el pe...

—Bien, dejémoslo hasta ahí —me detuvo y se rio como si fuera un puberto que jamás había escuchado la palabra "pene"—. Primero que nada, ese romance tan perfecto —e hizo comilla con sus dedos— que mencionabas no existe. No todo es brillitos y florecitas. El compromiso es una tragedia. Segundo, el acto sexual es más placentero que agarrarse de la mano y prometerse amor eterno.

Me ofendiste, Shrek, me ofendiste regacho. Y siendo la cursi empedernida que soy no podía dejar que denigraran a mi raza.

—Hablas de esa manera, porque no has experimentado el verdadero amor. Tienes esa mentalidad de macho alfa que no necesita afecto y ternura. Crees que el placer y el deseo carnal es mejor, pero no lo es. Y no me importa cuanto tiempo falte, pero va a llegar una chica y te va a mover el piso. Te vas a desconocer y te acordarás de mí, Ryan Gallagher —y una risa diabólica se me escapó. 

—Espero que a la chica se le retrase el viaje —casi le jaló la oreja—. No me gustaría vivir amarrado a una persona, la libertad es muchísimo mejor.

—¿Al menos te has dado la oportunidad de intentarlo? ¿O sólo has sido prejuicioso? Apuesto mi fondo universitario a que hay como cinco chicas a las que traes loquitas, pero tú por tu... ignorancia —por no decir estupidez, idiotez, gilipollez, imbecilidad, etc— te enfocas en saciar tus necesidades fisiológicas. 

Los gemelos GallagherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora