CAPITULO 6

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No recordaba que su boda durante la vida anterior hubiese tenido una festividad tan magnífica como la que se desplegaría por los siguientes días. Un festín con los miembros de las grandes casas de Westeros abriría la celebración  una vez terminara la ceremonia, a eso le seguían cuatro días de torneo, para finalmente acabar en tres días de cacería. Hasta las más descuidadas habitaciones del castillo habían sido ocupadas, los señores más estúpidos iban y venían detrás del futuro recién casado con la intención de ganarse su favor apostando por su sucesión. Por supuesto, la capital también estaba rebosante de vida, caballeros, putas y ladrones tendrían su propio festín esta noche.

—¿Sabes cuál es el agujero, no?

Siguió a Aemond cuando lo vio escabullirse del alboroto que habían provocado los Redwyne. El muchacho -ya no podía llamarlo niño porque había crecido más que él- lo miró como si quisiera apuñalarlo. Aegon estalló en risas por esto y se acercó a palmear su espalda.

—Estoy bromeando no te pongas así.

—¿Por qué estás bebiendo? Detestas el vino. — Aemond le quitó la copa de las manos y olisqueó un poco como para confirmar que su juicio era certero. Luego le lanzó una mirada cargada de reproche.

— Pensé que esta era un día especial y me permití embriagarme, ¿qué con eso?

Aemond no sabía cuanto llevaba su hermano bebiendo, pero por el color rojizo en sus mejillas y la sonrisita estúpida que le ensañaba pudo adivinar que no era poco. Aegon intentó recuperar la copa pero Aemond la alzó exageradamente en el aire para evitar que la alcanzara y luego volcó el contenido justo frente a sus ojos.

—Todavía hay tiempo antes de la ceremonia, ve a bañarte y ponte sobrio.

Aegon suspiró pesadamente, de algún modo, a pesar de que crió bien a Aemond esta vez, sólo consiguió que se volviera el doble de autoritario, y para peor, esta vez creía que tenía el derecho de inmiscuirse en los detalles de su vida.

Acostumbrado a este tipo de intimidación, estaba listo para discutir cuando un ruido procedente desde el este hizo que ambos se acercaran a la ventana y mirasen el cielo con curiosidad. Eran dragones.

— ¿Tan pronto? — Murmuró Aegon divertido. — Parece que tenemos invitados, el baño tendrá que esperar.

Antes de que Aemond pudiera atraparlo, salió corriendo en dirección al patio detrás del castillo, era el único que tenía el lugar suficiente para permitir que las bestias aterrizaran.

La gente ya se había reunido allí. Lord Lyonel Strong había preparado una bienvenida formal para la princesa heredera, era muy hábil para fingir que no sabía cuál era el estado de animo de los lores dentro del castillo.

Llegando pudo descubrir que los recién llegados ya habían dejado sus monturas. No pudo distinguir su rostro pero si contó a los animales que se alzaban por encima de las cabezas reunidas.

Uno, dos.

¿Sólo dos? Y no parecían muy grandes.

Antes de que pudiera dar un paso más, una mano pesada lo sujetó del cuello. Luego sintió la respiración de Aemond cernirse sobre su oído.

— ¿Tendré que obligarte?

Mierda, había llegado más rápido de lo que pensó. Su propia expresión se volvió pesada, alzó una de sus manos con la clara intención de darle un puñetazo en la cara.

— ¡Tíos!

Una voz juvenil cortó el momento, Aemod se irguió pero no quitó la mano de su cuello. Por su parte, Aegon tuvo que soportar la molestia y sonreír. Lucerys debía estar por cumplir quince este año, no lucía en absoluto como el niño que recordaba, su cabello estaba bastante largo y tenía pequeños rizos, a pesar de esa clara vena Strong, su rostro era bastante similar al de su madre. Supo de inmediato que era el menor de los bastardos porque Jacaerys caminaba detrás de él. Había crecido mucho más de lo que recordaba en su vida pasada, a pesar de que todavía no alcanzaba los dieciocho tenía hombros anchos y la musculatura comenzaba a hacerse notar, como Aemond, también era más alto que él y a diferencia de Lucerys, tenía el cabello corto y lacio. Se detuvo un momento mirando sus ojos, ahí no había pizca del violeta Valyrio que los distinguía, pero el marrón le sentaba sorprendentemente bien. Todo rastro de ternura había desaparecido de su rostro, dejando atrás a un adolescente bastante atractivo.

— Cinco años, ¿eh? Fue bastante cruel de parte de su madre no avisar que no tenía intenciones de regresar.

Cuando habló, lo hizo con Lucerys porque él los había llamado primero.

— A Daemon no le agrada Kingslanding.

Jacaerys interrumpió, su voz era agradable, ni demasiado joven ni demasiado profunda.

— ¿Parece que el tiempo no ha pasado para ti, tío? — Continuó el mayor de los Strong. 

Todavía bastante risueño, ensanchó la sonrisa por el halago inesperado. Además, le gustaba la forma en que lo llamó tío, cuando niño había tomado la mala costumbre de andar gritando Aegon por todo el castillo y los regaños no parecían tener efecto alguno sobre él. 

— La vida de un erudito es más sencilla. Aemond envejeció todos esos años por mi. — La broma le sacó una risa a Lucerys, pero por otro lado se gasnó un apretón de parte de Aemond, que había estado tan silencioso como un muerto hasta entonces, sólo sosteniéndolo.

— Has crecido bien, Aemond. — Continuó Jace, pero su mirada seguía fija en Aegon. No creía que el mayor fuera consciente de lo provocativo que se veía así, mirándole desde abajo con obvia curiosidad, las mejillas de un rojo claro y una sonrisa que iba y venía.

— Tú igual, ¿dónde está mi hermana?

—Llegaran en un par de horas, mis hermanos son muy pequeños para viajar sobre Syrax. Nuestro padre quiso acompañarla, pero Caraxes llegó aquí con nosotros, ya está en pozo dragón. — Se apresuró a contestar Luke, también consciente del extraño ambiente que se acababa de crear.

Aemond asintió e hizo una seña a Ser Erryk que los miraba desde una distancia prudente. Cuando el caballero estuvo lo suficientemente cerca, empujó al principe contra él.

—Es la primera vez que se embriaga, asegúrate de que se le pase antes de esta tarde.

Aegon se dejó llevar a pesar de las quejas. Aemond lo miró desaparecer, su entrecejo fruncido. No creía que su hermano lo hubiese notado, pero había algo realmente aterrador en la forma en que Jacaerys lo estaba mirando. 

Luego de asegurarse de que Aegon había escapado con éxito, volvió a darle cara a los recién llegados. 

— Los escoltaré. Preparamos las mismas habitaciones que ocupaban en su infancia. 

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora