CAPITULO 8

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Quien dijera que en esta vida nacida de un profundo sentimiento de venganza, Aegon había estado holgazaneando, no mentía. Pero tampoco se podía negar que además de eso también se encargó de tomar precauciones. En el castillo sólo había dos o tres personas que lo seguían porque el príncipe prefirió echar raíces en la ciudad, tenía su pequeño ejército de  ladrones, también una muy confiable fuente de información que conectaba todo el continente. Ahora que su hermana le había pedido confirmar su lealtad, sintió que era momento de alertar a sus pequeñas ratas también.

Se levantó al amanecer del otro día, las pesadillas nunca se detuvieron así que tomó la costumbre de dormirse tarde por la noche y despertar tan pronto el sol asomara los primeros rayos. Debido a la resaca su cabeza palpitaba dolorosamente, también se sentía un poco incómodo en las rodillas. Se estaba cambiando cuando Pete entró cargando el cuenco de agua y lo puso delante del espejo, Aegon se paró ahí enfrente y lavó su rostro mientras permitía que el menor le quitara la ropa de cama y comenzara a vestirlo con prendas más acordes. Tal vez demasiado mimado.

Pete no dijo nada sobre las marcas que encontró por todo su pecho, pero realmente tuvo que contener la respiración cuando vio el feo moretón que tenía en el cuello, la piel del príncipe tornaba entre el verde y un morado profundo, también la piel había sido rasgada muy sutilmente y ahora habían algunas pequeñas costras alrededor. Cuando Aegon notó la mirada preocupada del muchacho, se revisó a si mismo en el espejo.

— Ese bastardo. — Murmuró divertido.

Como todavía era temprano en la mañana todavía no se había puesto a pensar demasiado en lo que sucedió en la noche anterior, pero viéndolo ahora pensó en que no lucía como un arrebato producto de la situación, dejándole una marca así de obvia, ¿qué estaba pensando?

No se preocupó en taparla, si la ropa podía ocultarla bien, sino entonces que vean. Ni en esta ni su otra vida los comentarios acerca de como manejaba los asuntos de cama le habían molestado.

Aún era antes del desayuno cuando abandonó el castillo con Ser Erryk y Pete, este último se despidió de ellos para caminar hacia el nicho de pulgas, hace unos años Aegon había apadrinado a un montón de niños para que a cambio le sirvieran y Pete ocasionalmente se encargaba de ellos. Por otro lado, Ser Erryk lo acompañó en silencio hasta una enorme tienda cerca de la entrada Oeste de la ciudad, este había sido un negocio de variedades que el príncipe inauguró en su decimo sexto día del nombre. No muchos sabían que había estado amasando una fortuna usando esto como tapadera para mantener un negocio de asesinos pagos y valiosos intercambios de información. Era raro que se pasara por ahí, así que en cuanto el supuesto dueño lo reconoció se apresuró a dejarlo pasar y preparar una espaciosa habitación detrás del mostrador para que se acomodara. Ser Erryk esperó afuera. 

— Mi príncipe, no esperábamos su visita hasta el día del pago, ¿algo sucedió?

Habló el hombre, su rostro regordete estaba algo rojizo. Este era un buen comerciante que Aegon empleo y en el que confiaba, pero sólo había llegado a este punto después de castigarlo muchas veces antes, naturalmente le tendría miedo.

—Ya es hora, deja correr "esos" rumores.

— ¿Mi-mi príncipe?

— ¿Tienes mierda en los oídos? Lo hablamos el primer día que esto comenzó a funcionar.

El dueño sabía perfectamente a que se refería, palideció un poco cuando confirmó la orden. Si comenzaban a hablar de que la reina planeaba cometer traición es porque algo más grande estaba a punto de suceder, este hombre godo no le temía a las repercusiones por el perjurio, más bien temía el comienzo de una guerra.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora