CAPITULO 13

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Con el desconocido sentado a los pies de la cama de Viserys pero sin atreverse a hacer un movimiento final, el reino disfrutó de algunos días en paz. El invierno llegaba a Kingslanding de a poco, por lo que las tardes aún eran agradables y no exigían usar capas pesadas e incómodas. Lord Grover Tully, que no estuvo presente durante el matrimonio de Aemond, había llegado tardíamente a la capital con su hijo mayor Elmo y un montón de regalos. La consideración de las tierras de los ríos fue bien recibida por la reina así que Aemond fue obligado a entretenerlos. Como Aegon sintió que podía ser divertido, empujó a Jacaerys para que ayudara a su hermanito.

La relación entre ese par no mejoró en lo absoluto, pero aunque la pasaban discutiendo era evidente que existía una silenciosa armonía y lo hicieron bien juntos.

Cuando Jacaerys empujó las puertas de la habitación aún había un poco de luz filtrándose por la ventana. Aegon estaba en el escritorio, escribía una carta para Rhaenyra. Su letra era redondeada y elegante, cuando el castaño se asomó por sobre su hombro pudo leer con claridad.

— ¿Por qué quieres matar a Ser Tyland Lannister?

— También puedes asomarte al balcón y gritarlo si no estás contento. — Murmuró de mala gana, dejando la pluma a un lado para tomar el papel con ambas manos y releer silenciosamente.

Jacaerys sonrió divertido , luego le arrebató la carta. — Algo tan insignificante no tiene que molestar a la princesa. — Ante la mirada indignada de Aegon la volvió un bollo que arrojó ágilmente a la jarra de agua sobre a la mesa de luz. Cuando el príncipe se puso de pie para golpearlo, Jacaerys rodeó su cintura con ambos brazos y lo pegó a su cuerpo.

— El Lord Almirante no ha hecho nada malo, ¿crees que con esas excusas basadas en suposiciones mi madre te dará permiso?

A pesar de que Aegon estaba forcejeando para liberarse, ese par de brazos eran como hierro. Al final se rindió, alzando la cabeza para enfrentar su mirada.

—¿Qué sugieres entonces?

Como se calmó, Jacaerys también dejó de apretar y en cambio alzó una mano para acomodar los mechones de cabello rubio que caían sobre su rostro.

— Si te molesta tanto, sólo vamos a deshacernos de él sin que nadie lo sepa.

— Cuando muera todos querrán saber quien lo hizo, me ahorraré problemas avisándole a Rhaenyra de antemano.

Aegon pensó que su sobrino no le estaba prestando atención en lo absoluto porque mientras hablaba el otro ya se había inclinado para comenzar a repartir besos por su frente y mejillas.

— Ve a bañarte, apestas. — Se quejó cuando por fin logró empujarlo lejos. Sabía que estos últimos dos días tanto Jace como Aemond habían estado saliendo a cazar con los hombres Tully, el heredero era mayor que ambos pero no por mucho así que los tres se divertían bastante y también se ensuciaban bastante.

— Volveré. — Advirtió Jacaerys después de comprobar que las acusaciones de su tío no eran infundadas. — Y sobre Tyland, me encargaré de eso, matarlo no es la única forma de quitarlo del camino.

Como Jacaerys seguía hablando tan libremente sobre matar y quitar del camino Aegon ya no resistió las ganas de lanzarle el tintero (era lo único que tenía a mano). Jacaerys esquivó, se burló de él y luego corrió fuera de la habitación.

Pese a la poca credibilidad, Jacaerys realmente se puso a trabajar en eso. Aegon no entendía como es que tenía tiempo para jugar con él, fingir ser agradable en la corte y luego conspirar como un maníaco. Desenterró secretos aquí y allá, sirviéndose de los medios de Aegon para investigar hasta al último de los aliados del Lord Almirante. El príncipe siempre supo que había mucha mierda ahí pero no tenía idea de como usarla. Jacaerys fue paciente y le explicó que aunque el padre de Tyland y Otto navegaban en el mismo barco, si suficientes espadas apuntabas hacia los Lannister, la mano del rey no querría hundirse con ellos y hasta intentaría deshacerse del peso muerto él mismo.

Pero eso era algo que debía cocinarse lentamente. Entre las cosas que sí se podían tratar públicamente, la más importante era que el príncipe Aemond estaba esperando su primer hijo. El día que el Gran Mestre confirmó el estado de Helaena coincidió con la despedida de los Tully, ¿cómo no hacer un gran alboroto?

Esa fue la primera vez que Aegon vio la manera en que esos tres se divertían y el estómago se le revolvió de una manera extraña. La parte formal del banquete ya había terminado, la gran mayoría de los invitados se marchó y sólo quedaron aquellos rezagados que disfrutaban del alcohol, la música y la comida fría. Actuando acorde a su edad y por consideración a su hermana menor, mantuvo una charla cordial con la reina y Lord Tully, bromeando incluso con su abuelo. Para cuando esta farsa acabó y buscó a los muchachos, descubrió que Aemond ya había desaparecido y los otros dos, sonrojados por el vino, conversaban de manera muy íntima en uno de los largos bancos casi al fondo del salón.

Se tomó unos minutos para mirar a las dos personas en silencio. Elmo Tully era un año menor que él, un muchacho robusto y de rasgos duros pero algo afeminado en su actuar. Por la forma en que sonreía y se acercaba a Jace cada vez que soltaba una carcajada, Aegon sintió que estaba coqueteando. Lo había visto un par de veces, como sabía que en el futuro se aliaría a Rhaenyra no se preocupó mucho por él, sólo ahora se dio cuenta que había sido un error no mostrarle cuál era su lugar.

Comenzó a caminar hacia ellos y mientras más se acercaba más se convencía de la idea de que ese pescado desagradable codiciaba algo que le pertenecía. Jacaerys le sonrió cuando lo vió, Aegon correspondió, sentándose sobre su regazo con total naturalidad. Una vez que pasó el brazo alrededor de su cuello, finalmente se dignó a mirar en dirección a la otra persona en el lugar.

— P-príncipe Aegon.

Saludó torpemente el muchacho Tully. El ambiente jovial pareció arruinarse con su presencia porque el borracho que antes parecía dispuesto a arriesgarlo todo ahora se veía incómodo. Aegon sabía que era imposible que los rumores que corrían acerca de él y su sobrino no lo hubiesen alcanzado, ¿así que, que esperaba con ese acercamiento tan patético?

— Elmo. — Respondió con una sonrisa. — ¿Disfrutaste tu estadía en Kingslanding?

Jacaerys parecía ajeno a la intimidación de su tío, y como estaba un poco ebrio, comenzó a toquetear al hombre que tenía encima. Le gustaba mucho pellizcar la delgada capa de grasa en su cintura, también pensaba que su aroma era bueno así que olisqueaba cerca de su cuello como un perro. Cuando se ponía así de pegajoso Aegon tendía a detenerlo, pero el príncipe pensó que este era un buen espectáculo para el otro muchacho y le permitió continuar.

—Fue bueno. — Murmuró el otro en un hilo de voz. — T-tengo que irme, mi padre espera que salgamos temprano mañana.

Bajo la mirada burlona de Aegon, se levantó y huyó. Sólo entonces pudo oír la risa baja de Jacaerys contra su cuello. Se alejó para mirarlo y colocando un dedo en su mentón empujó su cabeza hacia arriba.

—¿Por qué no me contaste que ese niño quería meterse en tus pantalones?

— No lo supe hasta hoy. — Se defendió el castaño, abriendo la boca para tomar aquel dígito dentro. Deslizó la lengua por toda su longitud y luego chupó un poco antes de soltarlo. —No deberías sentirte celoso, en esta vida sólo puedes gustarme tú.

—¿Quién está celoso? —Refutó molesto, Aegon no estaba acostumbrado a este tipo de palabras melosas y rodó los ojos para restarle importancia, pero su rostro estaba un poco rosado.

Jacaerys respondió con una risita. — En realidad, verte así me puso un poco caliente, tal vez sí deberías.

Aegon quiso golpear su estúpida cara bonita pero acabó presionándose contra sus labios, un impulso involuntario. Ahí todavía quedaba gente pero nadie se atrevió a interrumpir. 



Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora