CAPITULO 17

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Lo primero que vio Aegon al poner un pie en Dragonstone fue la sonrisa frívola del príncipe canalla...no, ahora era el rey consorte. Ni en esta ni en su otra vida estuvo familiarizado con el hombre, lo que sabía de él venía de boca de otras personas. Si se hubiesen reunido mientras todavía tenía confianza, quizá habría podido evitar ser intimidado por aquella mirada burlona, pero su estado mental no se había recuperado por completo, así que sólo pudo bajar la vista al suelo para protegerse.

— ¿Fue un viaje difícil, sobrino?

— He tenido peores.

Daemon asintió hacia él en respuesta y luego a Pete cuando este apareció detrás suyo, un saludo que dejaba ver que existía algo de confianza.

— Su majestad quiere verte cuanto antes para mostrar su preocupación, no te lo tomes a mal, te dejaremos ir a descansar pronto.

No existía la posibilidad de negarse así que Aegon se limitó a seguirlo. Tenía recuerdos persistentes de su última visita a este lugar, aunque en esta vida evitó acercarse, no podía borrar el hecho de que fue aquí donde Sunfyre devoró a Rhaenyra. Volver era un poco incómodo.

El salón del trono estaba adornado con los colores rojo y negro de la casa Targaryen. Cuando entró y muchos pares de ojos se dirigieron hacia él sintió que estaba siendo juzgado como un enemigo. Había caras conocidas en la multitud, aliados que pudo preveer y otros tantos que no. Sin embargo, aunque recorrió el lugar de arriba a abajo, no pudo encontrar a la persona que desesperadamente deseaba su corazón.

Al pararse frente al trono, se arrodilló. Sin que tuvieran que decirselo primero, juró lealtad a legítima reina del continente. La tensión del salón disminuyó después de eso, pero sólo un poco.

— Levántate, Aegon.

La voz de Rhaenyra era tan clara y madura como de costumbre, cuando se puso de pie y la miró, ella le regaló una sonrisa bastante dulce.

— Es bueno que hayas regresado. Creí desde el principio que sería mejor tenerte a nuestro lado, si Jacaerys no hubiera insistido en enviarte lejos nos habríamos ahorrados muchos problemas.

Aegon había respondido a la amabilidad de su hermana sonriendo también, pero tan pronto esas últimas palabras llegaron a sus oídos, la expresión en su rostro se congeló de manera incómoda. Rhaenyra era la única que podía ver con claridad su situación, y con satisfacción siguió hablando.

— Me disculparé en su nombre por todos esos meses ajetreados en Kingslanding, debió haber sido difícil para mi hermano montar ese espectáculo para ayudarlo a librarse de sospechas. Sin embargo, la cosecha fue buena, muchos de nuestros aliados fueron reclutados exitosamente en esa época.

El silencio se extendió entonces, Aegon lucía confundido pero no dispuesto a creer. Se aferró tan fuerte a la idea de que tenía que regresar porque confiaba en que los sentimientos entre ellos eran sinceros, ¿qué sentido había en todo esos meses de profunda tristeza si la persona que añoraba tanto le mintió?

No, él no iba a caer en una trampa tan obvia.

— No fue difícil en lo absoluto, su alteza.

Logró decir con la voz un poco ronca.

Después de que lo despidieron de la sala del trono, ninguno de los lores hizo el intento de conversar con él, muchos lo miraban con desprecio. No podía culparlos, no había sido más que un príncipe hedonista que demostraba abiertamente sus preferencias sodomitas. Sin logros militares, literarios o económicos era evidente que nadie estaría ansioso por codearse con él... Además, su familia usurpó el trono de hierro.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora