CAPITULO 7

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Advertencia: contenido +18.


Pete había crecido para convertirse en un muchacho apuesto. Usaba el cabello largo, tenía un cuerpo delgado pero repleto de fuerza y era mucho más educado que cualquier nacido del lecho de pulgas que hubiera conocido, que no era mucho pero igual valía. Cuando todavía era un niño, Aegon había conseguido que un buen asesino proveniente de Braavos para que lo instruyera, luego aprendió el arte de la espada de los caballeros de Westeros de mano de ser Erryk y con eso su habilidad para lucha cuerpo a cuerpo se desarrolló en gran medida. La excusa que el príncipe consiguió para mantenerlo cerca fue volverlo su sirviente personal, así que también se estaba volviendo un excelente criado. Cada vez que lo veía, Aegon se felicitaba por sus buenas decisiones.

Justo ahora se supone que estaba tomando el baño que le había sido impuesto, pero en realidad estaba acostado en la bañera mientras Pete hacía el trabajo de fregarlo, desenredar su cabello y masajear la zona amoratada en su cuello cortesía de Aemond.

Pete notaba que había algo extraño porque el príncipe estaba silencioso, además, esta también era la primera vez que lo veía tomar. Con tantas personas descubriendo que había algo mal en su estado de ánimo, Aegon podía mentirles, pero no podía mentirse a si mismo. Bebió porque aunque esta boda había sido su plan desde el principio, todavía sentía algo de pena por la familia a la que estaba renunciando. En su vida pasada no había desarrollado sentimientos de amor por Haelena, pero sí existían aquellos de posesión y celos. También estaban sus hijos, no fue un padre ejemplar con ellos pero todavía le dolía pensar que no existirían esta vez.

Dejó ir un pesado suspiro y se hundió en el agua hasta por debajo de los ojos. Se tenía que recordar que esto era lo correcto, los cuatro habían sufrido una vida miserable, no los obligaría a repetirlo.

Cuando abandonó sus aposentos tenía la mente más clara. Para su mala suerte, se había hecho bastante tarde y no quedaba nadie en el castillo. Pete casi corría intentando seguirle el paso. Se encontraron con Ser Erryk en las puertas del castillo, había un carruaje esperando por él. Aegon asintió en señal al caballero, la confianza entre ambos se había fortalecido durante los últimos años. El hombre parecía que intentaba decirle algo pero como tenía prisa, sólo frunció el ceño antes de cerrar la pequeña puerta de madera tras él. Una vez dentro descubrió cual era la anormalidad, el carruaje que debía estar esperando sólo por él, ya tenía a alguien abordo. Antes de que pudiera reaccionar los caballos avanzaron y el movimiento lo obligó a caer de culo en el asiento frente a esta persona.

- Tío. - Jacaerys saludó, apenas inclinando la cabeza, su expresión era realmente tranquila.

-Jace. - Correspondió sonriente, sin poder evitar su propia frivolidad. - ¿También te atrasaste para la ceremonia?

Jacaerys negó.- En lo absoluto, sólo me sentí preocupado por su estado y decidí esperar para acompañarlo.

- ¿Cuál estado? - Se quejó de mala gana, la sonrisa siendo reemplazada por el ceño fruncido. Para enfatizar que estaba ofendido, dejó de mirar al muchacho frente a él y se concentró en la pequeña ventana. - Sólo bebí un poco de alcohol, ¿por qué todos están siendo tan extremos al respecto?

- Todo lo que sabía es que al tío le disgustaba el sabor del vino y ni en las más alegres celebraciones se atrevía a tomarlo, pero ahora que nos reencontramos él estaba tan ebrio que no podía dejar de sonreír y coquetear, ¿podría ser que algo malo sucedió?

Aegon estrechó los ojos con su explicación, eso no era un consuelo en absoluto, parecía que Jacaerys deliberadamente intentaba ofenderlo más.

-No puedo creer tu mentira en lo absoluto, se sincero, ¿Rhaenyra te envió?

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora