CAPITULO 14

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El ánimo en la corte era tan pesado que la tensión podía cortarse con un alfiler. Aemond estaba parado a los pies del trono de hierro y acababa de leer en voz alta las acusaciones contra Jason Lannister, señor de Roca Casterly y su hermano menor, Tyland. La constante intimidación hacia sus propios vasallos había hecho que estos se alzaran reclamando justicia tras años de robo y abusos, Ser Otto no creía que esto fuera algo inusual, lo ocultó y los meses continuaron pasando. Pero los gemelos Lannister realmente fueron estúpidos entonces, y para reprender a todos esos vasallos rebeldes dieron un discurso arrogante que no debió ser oído por extraños. Pero los oídos de Aegon se habían extendido tanto en ese momento que fue cuestión de semanas para que todo Kingslanding lo supiera. Aunque las palabras originales podrían no haber sido tan audaces, una vez que el rumor se derramó se hizo imposible determinar la verdad.

La sangre del rey enfermo y débil hirvió cuando oyó decir de boca de sus sirvientes que Tyland Lannister y su hermano hablaban abiertamente de usurpar el trono de su hija, declarándose a favor de Aemond.

Conspiración y traición no eran cargos que podían ser barridos de manera sencilla. Además, como Aemond estuvo involucrado indirectamente, Ser Otto realmente se esforzó por señalar que no tenían ninguna relación con ellos, dejándolos a su suerte. Para mantener el favor del rey, su sentencia fue despiadada.

La casa Lannister fue despojada de títulos y tierras, sus descendientes entregados a las casas vasallas para servir como damas y coperos. A los dos responsables, se les dio a elegir entre el muro y la muerte.

Esa misma tarde un cuervo salió volando hacia Driftmark, ahora que el puesto de Lord Almirante estaba bacante, la invitación al señor de las mareas a retomar su antiguo puesto no podía ser olvidada.

Al mismo tiempo, algunas millas dentro de la bahía Blackwater, los causantes de tal desgracia estaban tomando el sol en una pequeña isla deshabitada, en las cercanías de Dragonstone.

Aegon estaba usando una gran piedra como respaldar, a su lado, Jacaerys usaba un cuchillo para pelar minuciosamente una manzana.

— Terminé. — Informó con una pizca de orgullo, enseñándole como la fruta había sido desprovista de la cáscara sin perder en absoluto su forma original. Aegon abrió los ojos y la tomó de la palma de su mano para darle una mordida.

— Tienes algo de habilidad con el cuchillo.— Agregó al ver que el otro parecía estar esperando una felicitación. Jacaerys finalmente bajó la mano y le miró con una expresión feliz, su mirada usualmente frívola rebosante de ternura. — La tengo. Si lo deseas, voy a usarla para desollar a los que te molesten.

—A veces eres espeluznante. — Reprendió luego de rodar los ojos. Jacaerys asintió como si eso también hubiese sido un cumplido y se acomodó imitando la postura del mayor para descansar contra la gran roca también. Aegon adivinó sus intenciones en cuanto el otro lo sujetó por la cintura y colaboró para ser levantado y arrastrado al espacio entre las piernas del menor. Recostar la espalda contra el pecho de su sobrino era mucho más cómodo, así que después de devorar la fruta, se preparó para tomar una pequeña siesta. Jacaerys mantuvo ambas manos sobre su vientre, abrazándolo mientras descansaba la mejilla sobre el cabello platinado.

La sombra de un dragón pasó sobre ellos poco después. Sunfyre estaba perezosamente recostado sobre una saliente mohosa a unos cuantos metros del par de jinetes. Sus escamas doradas lo convertían en una vista exquisita. Con Vermax llegando, el dragón se vio forzado a abrir los ojos para juzgar la presa que el cachorro acababa de dejar frente a sus patas.

Se trataba de un caballo salvaje, bastante grande, para Vermax fue difícil llevarlo hasta ahí. Sunfyre detestaba la carne de caballo porque era demasiado dura, pero ya pasaba el medio día y se sentía hambriento, además no es como si cazar su propia comida fuera una opción. Al fin cedió y se levantó para comer. Vermax se irguió orgulloso, atravesaba ese tipo de sentimiento que los machos sienten al abastecer a su pareja. Sunfyre no era una hembra y no estaba dispuesto a ser montado, pero se beneficiaba haciéndole creer que aceptaba su cortejo.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora