Capítulo 1: Triste realidad

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Charlotte

Parpadeo y observo a mi alrededor desorientada, pero rápidamente reconozco la habitación de mi hijo y eso me relaja.

Me enderezó en la silla y suspiro agotada mientras que dirijo mi mirada hasta el reloj que se encuentra en la pequeña mesita de luz, este marca las seis de la mañana y eso me indica que es hora de levantarme.

Por lo menos parece que logré dormir una hora después de que creí que sería imposible y todo por culpa de las malditas pesadillas que me han provocado insomnio.

Todo sería más fácil si tomara un calmante para dormir, pero el día que me enteré que tenía vida en mi interior jure no volver a ingerir medicinas para dormir, él no se merece esto, él no tiene la culpa de tener a una madre tan rota como lo estoy.

Mi pedacito de cielo duerme profundamente sin ser consciente de lo que sucede conmigo, y espero se mantenga así.

Odio verme vulnerable y tal vez por eso prefiero que la gente me vea cómo la mala de la historia, y tampoco he querido desmentir sus palabras.

Niego levemente alejando esos pensamientos para seguidamente levantarme de la silla y salir con pasos sigilosos de la habitación de mi hijo.

Una vez fuera de su habitación me encaminó hacia la pequeña cocina que tenemos, y solo ruego que haya algo para prepararle a mi bebé.

Abro la heladera y la impotencia crece en mi interior, solo hay un poco de jugo y dos huevos.

Me contengo de no romperme ahí mismo, no puedo hacerlo, él necesita que su madre sea fuerte, él me necesita.

Cada día es peor que el anterior, no me importa no comer con tal de que mi hijo lo haga, pero temo que un día ni siquiera él pueda hacerlo.

Me siento tan mal de no poder darle un mejor lugar para vivir, y ni siquiera puedo alimentarlo correctamente, eso rompe mi corazón en mil pedazos porque mi Fabiano es mi mundo entero.

Me siento tan impotente de no poder dar más de mi, me preguntó si estoy pagando algún pecado porque no encuentro otra respuesta.

Parpadeo para alejar las lágrimas porque no puedo verme mal o él lo notará y eso es lo que menos deseo, mi hijo solo debe disfrutar de su niñez, debe ser un niño sano y feliz.

Agarro lo que tengo en la heladera y lo dejo en la mesada para empezar a preparar su desayuno, si antes era difícil ahora lo es mucho más.

Cuando terminó el desayuno para mi niño agradezco a Dios por lo que tenemos y le pido que nunca nos falte el alimento en nuestra mesa.

Dejo todo en la mesa y reviso el reloj que está por la pared, este marca casi las siete menos cuarto y esa es mi señal para despertar a mi niño.

Fabiano Avril, mi bebé tiene cuatro años y tres meses de vida, es el niño más perfecto y todo los días me demuestra que no debo rendirme porque el persigue mis pasos.

Del padre de Fabiano, no he sabido nada desde hace mucho antes de su nacimiento, intenté comunicarme con él para decirle que iba a ser padre porque si bien no terminamos en buenos términos, él tenía todo el derecho de saberlo, pero ¿cómo encontrar a un hombre que te dejo luego de tener sexo y no volviste a saber de él? ¿O qué jamás te dio una dirección o un número de teléfono por qué para él eras la causante de la desgracia de su hermana? De todas formas, lo busqué, pero no conseguí nada más que una amenaza por parte de Hugo Durant... así que decidí desistir, él no quería saber nada de mí y menos iba a querer saber de mi hijo y tampoco iba a arriesgarme cuando tenía una vida de la que cuidar.

Mi dama misteriosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora