Capítulo 8: Dejándose ayudar

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Charlotte

Sonrío mientras observo a mi hijo dormir entre mis brazos, él estaba asustado y eso me duele, solo quiero sonrisas en su rostro.

Tenerlo conmigo me relaja y me da las fuerzas que necesito para seguir luchando, pensé que Andriano aprovecho mi momento de debilidad para llevarlo, pero gracias a Dios no lo hizo.

Mi bebé vino hace una hora con los amigos de su padre, ellos me han caído muy bien y eso no es común en mí. No confío en nadie, pero siento que en ellos si puedo hacerlo, aunque ella sea hermana de Alessandro Lombardi.

Mis amigos vinieron a visitarme, estaban muy preocupados y me informaron que la dueña de la cafetería me estaba esperando para despedirme, eso solo me alteró porque necesito esa fuente de ingresos. No sé qué tan caro es este lugar, pero sé que no debe ser nada barato, y debo pagarlo, no me gusta deberle nada a nadie.

Otra cosa que me mantiene en alerta es que el hombre del hotel se aparezca o haga algo en mi contra porque no he ido a trabajar.

Aún no asimilo mi enfermedad, porque si bien era consciente de que estaba enferma nada te prepara para aceptarlo.

Por otro lado, la actitud de Andriano me desconcierta, se supone que él quería quitarme a mi hijo, la pregunta es ¿Por qué no aprovecho mi estadía aquí para hacerlo? ¿Acaso le doy lástima y por eso no lo hizo?

—Tenemos que hablar con él doctor así que Fabiano se quedará con mis amigos —me informa ingresando a la habitación.

—Está bien —es todo lo que digo.

—¿Cómo te sientes? —pregunta en un susurro y su pregunta me sorprende.

—Bien, gracias —le digo mirándole fijamente —. No sé qué te ha llevado hacerlo, pero gracias —susurro sin apartar mi mirada de la suya.
Si hay algo que me gusta es el ser agradecida, él me ha dado una mano y lo mínimo que puedo decirle es "gracias ".


—No tienes por qué agradecer —responde desviando su mirada y por consecuencia rompiendo nuestra conexión de miradas —. Lo llevaré y luego, hablaremos con él médico —me informa al tiempo que se acerca hasta donde nos encontramos para seguidamente agarrar a mi pequeño bebé.

—No hace falta que estés presente —le digo cuando ya está caminando hacia la salida.

—Eso no está a discusión —asegura para seguidamente salir de la habitación dejándome con la palabra en la boca.

¿Por qué el corazón es débil? ¿Por qué no puedo odiarlo?

Lo mejor es mantener la distancia no quiero volver a sufrir cuando se canse de nosotros y nos deje como lo hizo hace cinco años atrás.

Dejo de lado mis pensamientos cuando escucho el sonido de la puerta, e inconscientemente llevo mi mirada hacia allí para encontrarme a Andriano y al médico.

—Buenas tardes, señora Santoro —me dice el médico e inevitablemente mis ojos caen sobre el responsable y este solo me ignora —. Como le decía al señor, es un milagro que no presente otra enfermedad, y eso debemos aprovecharlo. Si usted tardaba un par de semanas más no la contaba, un simple resfrío le podía haber costado la vida porque no está en su mejor estado para soportarlo, pero como no es el caso no pensaremos en eso si no menor en como haremos para que usted tenga una pronta recuperación —me explica y una pequeña sonrisa escapa de mis labios. Sabía que mi Dios no me iba a abandonar, él siempre está a mi lado para ayudarme al que el golpe de la vida sea menos pesado.

—Gracias a mi Dios —respondo con convicción.

—Así es, si usted cree en él todo será posible —me da la razón —. Bueno volviendo al punto, hay muchas deficiencias y debemos recuperar la mayor parte de los nutrientes, estamos probando con la intravenosa y hasta el momento vamos bien, pero como le expliqué al señor si esto no funciona tendremos que colocarle el tubo que va desde la garganta hasta el estómago para alimentarla, así que si no quiere llegar a eso debe cuidarse —me dice al tiempo que revisa el suero.

Mi dama misteriosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora