CAPÍTULO 12

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Narra Elián

Era una zorra. Esther era una zorra.

La había visto besar al Príncipe ese tonto que nadie lo ubicaba.

Sentía la ira en todo mi cuerpo al punto en el que me dolían las manos de tanto apretarlas.

Solté un golpe a la pared, esperando a que así se bajara mi enojo, pero no era así.

Me fui de ahí, ya que no podía seguir viendo a la tonta, estúpida y más reciente zorra de Esther.

Lo peor de todo es que ella fue quien se abalanzó hacia él, podía notar como ella quería que siguieran, pero fue Acoran quién se alejó.

No podía creerlo, cada vez que la recordaba besando a ese Príncipe me daba asco, repulsión, arcadas y mucha furia.

Caminé por todo el castillo, en las partes en las que sabía que no estaría Esther, ya que no podía verla en ese momento. Por más que quisiera pensar en otras cosas, no podía sacar el pensamiento de ese beso.

Recibí muchos saludos y muchas reverencias, pero no escuché a ninguno de ellos.

Hasta que lo vi. A ese Príncipe de tercera.

Él también me vio y me saludó, yo sólo me acerqué a él con unas terribles ganas de golpearlo, de golpearlo hasta desfigurarlo por completo. Para que así Esther no lo volviera a querer besar jamás.

— Buenas tardes, Su Majestad. ¿Qué puedo hacer por usted? — No se veía asustado aunque yo sabía que podía irradiar mi ira.

— Quiero que te vayas hoy mismo. — Dije de forma más apurada de lo que quería expresar, pero noté la confusión en su rostro.

— ¿Hice algo que lo molestara? — Preguntó.

— No, solo tengo más urgencia por contactar a Abel. — Mentí.

— Aunque llegara mañana, no sé si sería más rápida su respuesta.

— No me interesa. Entre más rápido mejor. — Fingí mi mejor sonrisa, porque aunque estaba furioso con él, sabía que si arruinaba nuestra casi nula relación, no haría nada por mí.

— De acuerdo, pediré que arreglen ahora mismo mi carruaje.

— Muchas gracias. Le estaré infinitamente agradecido.

Él me siguió sonriendo con amabilidad y se despidió, diciendo que no tardaría en recibir una respuesta.

En cuanto lo dejé de ver, borré mi sonrisa. Era tan cansado fingir.

Ya me había librado de él, por lo menos.

Luego me encontré con Mateo, quién me dijo que necesitaba una junta urgente con todos los consejeros, y no tuve otra opción más que aceptar.

Misael también estaba ahí, y tuvo unas miradas de odio hacia Mateo, pero él las ignoró.

Fue una larga junta, en la que se decidió a los lugares que se destinarían el aumento de impuestos que se había establecido.

Yo no había querido aumentarlos, pero Misael y Mateo me insistieron al punto en el que me cansaron, así que acepté.

No se llevaban bien entre ellos, pero cuando se juntaban, sí que lograban convencerme.

Fue tedioso, pero me pude escapar diciendo que tenía cosas más urgentes que resolver. El rostro de Mateo sugería que no me creía, pero no me podía pedir explicaciones.

Decidí recostarme un rato, porque desde el inicio de la reunión mi cabeza me había estado punzando, y cuando llegué a mis aposentos, vi a Esther hablando animadamente con mis guardias.

Flesh of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora