CAPÍTULO 10

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Narra 3ra persona

Nidia estaba harta. El estúpido de su hermano había hecho el funeral de su padre, luego había sido su coronación, que había sido tan difícil de ver para ella. Había deseado que su hermano fuera honesto por una vez y hubiera dicho que no quería ser Rey, porque eso se veía a leguas, todos lo sabían, y según él era algo secreto. Cosa que claramente no era. Pero no, el idiota se paró ahí, erguido, orgulloso de ser Rey, y Nidia jamás lo había odiado tanto como en ese momento. 

Y luego el estúpido baile, en el que Nidia obviamente tuvo que asistir y fingir su mejor sonrisa. Todos los nobles y personas de la realeza que hablaban con ella sólo adulaban a Elián, su hermano, y eso la hartaba, pero tenía que seguirles la plática. 

Lo único bueno es que Adón, su esposo, era bueno con las personas, y así ella no tuvo que hablar, sólo dejar que él se explayara. 

Nidia sabía que su hermano tramaba algo, ya que toda la noche estuvo pegado al Rey Bernat, siendo el más adulador de toda la sala; lo veía en su sonrisa fingida, y cómo lo seguía y lo animaba a seguir hablando. No podía ser menos obvio. 

Nidia quería saber lo que Elián planeaba, pero sabía que jamás se lo diría, no confiaba en ella. Pero sí sabía en quién confiaba, la única en la que había confiado además de su padre. Esther. La pequeña niña que siempre lo seguía como un perrito faldero. La misma que se creía con tanto poder sólo porque su padre la había acogido. Era una niña tonta, incrédula e inocente, así que sabía que podría sacarle algo. 

No obstante, había notado que algo había cambiado entre ellos. Ella parecía atemorizada cada vez que lo veía y él la observaba con odio. No entendía por qué el cambio, pero si de algo conocía a su pequeño hermanito, es que siempre temía a la soledad, siempre debía estar con alguien y sabía que no se olvidaría tan fácil de Esther, con quien había durado años siempre a su lado. 

No sabía cómo se acercaría a ella, pero sabía que debía ser rápida, porque Elián notaría si algo le pasaba a su criada favorita. 

Salió de sus aposentos, harta de estar siempre en el mismo lugar. Adón ya se había dormido, siempre se dormía con tanta facilidad. 

Quiso buscar a alguien, necesitaba algo de tomar, pero el pasillo estaba desierto, hasta que Nidia escuchó unos gritos aterradores por parte de los aposentos reales, donde estaba Elián. Pudo descifrar que sí era Elián, reconocía su voz. 

Realmente no se preocupaba por él, y en el fondo, Nidia esperaba que estuviera muriendo, era lo mejor, así el poder recaería en ella, y no habría otra opción, a pesar de ser una mujer. 

A pesar de lo horrible que eran los gritos, que realmente lo estaba pasando mal, Nidia siguió caminando, deseando con todo su ser que cuando regresara ya no hubiera nadie en su camino para el trono. 

Ella bajó las escaleras y justo se topó con esa criada, Esther. Ella subía apurada, y sabía que iba con su hermano, así que se puso justo en su camino y Esther no la vio hasta que se topó con ella. La mueca de desagrado de Nidia fue notoria, que hizo retroceder bastante a Esther. 

— Oh, Su Alteza, le pido una disculpa. No la había visto. 

— Claro que no, eres una tonta. 

Ella asintió, disculpándose de nuevo y parecía querer volver a subir. 

— ¿A dónde vas, criada? — Nidia de nuevo se interpuso, pero Esther sí se detuvo. 

— L-lo siento, Su Alteza, debo ver a Su Majestad. — Su voz se iba apagando. 

— ¿Ah, sí? ¿El mismísimo Rey te llamó? ¿Y por qué no vienes guiada por los guardias reales? 

Flesh of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora