CAPÍTULO 18

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Narra Elián

No me enteré de que Esther se había vuelto a ir cuando en el tercer día ella no había dormido conmigo. Pensé que tal vez estaría molesta por alguna tontería, pero sabía que tenía que estar conmigo, y no creí que sería tan tonta como para hacerme enojar.

Así que la mandé a buscar, preparado para castigarla con su cuerpo, pero nunca llegó. Tuve que pedir a Alba que la buscara, pero ella me dijo que no se encontraba en el castillo, ya que mandó a otras personas a encontrarla y nada.

Fui a sus anteriores aposentos y estaban totalmente vacíos, e incluso parecía que había tomado todas sus cosas y se hubiera ido.

En serio me sentía enfadado a reventar. De nuevo se había escapado, de nuevo me había dejado. Le pregunté de nuevo a los caballerizos si la habían visto, pero lo inusual es que no, nadie la había visto tomar un caballo, y sí, ahí estaba su yegua, Furia, pero por lo que los caballerizos me dijeron, no estaba la cría de Furia, el potro que sería mío.

Recordaba que Esther decía y hablaba mucho de ese potro, así que sí no estaba, es que ella se lo había llevado. Busqué en los establos y tampoco estaba el caballo de Heinrick, ya que lo reconocía. Así que se había ido con él, de nuevo.

Oh, si ellos volvían los haría sufrir. Por el bien de Esther, no debía regresar jamás.

Traté de pasar mis días en paz, ya que debía casarme con Rania, ya que se había suspendido por problemas con su vestido o cosas de mujeres que no me interesaban para nada, y no tenía ninguna prisa por casarme con ella.

La boda fue aburrida, e incluso estresante; ya que Rania quería que hiciera demasiadas cosas y que tuviera otras tantas cosas. Me sentí de nuevo como una marioneta, pero prefería eso que realmente preocuparme por esa boda sin sentido.

Lo bueno es que no estaba su padre, así que no tenía esa carga sobre mí. Habían arreglado muy bien el patio y el castillo para la boda, pero de nuevo, no me interesaba en nada. Fue tan tardado, pero al final del día ya estaba casado con ella.

Hubo una fiesta en el castillo con los distintos nobles de mi reino y el de Rania, pero no quería socializar. Rania y mis consejeros me obligaron a ello.

Tuve que fingir mi mejor sonrisa y hablar con muchos de ellos, recibiendo felicitaciones y otras palabras alentadoras. Muchas personas incluso ya hablaban de que no tardarían los hijos y eso me hizo querer vomitar.

Pensar en hijos era horrible, en serio no me podía imaginar cómo padre y criar a mi derrocador, no era algo bonito de pensar.

Tuve que bailar con mi nueva esposa, y ella sólo me repetía que debía sonreír y tener buena cara con un tono condescendiente. No la soportaba. Ella parecía ser experta en hablar con los nobles. Los tenía a todos embelesados. Sí que eran tontos entonces.

No quería pensar en Esther, pero cada vez que veía a una criada, creía pensar que era ella.

Quería hablar con alguien, con alguien con el que no tuviera que mentir, con quien pudiera ser yo, y lamentablemente, esa era Esther. Ella nunca me juzgó, y siempre me buscaba para que estuviera con ella. Maldita sea, ¿por qué me había dejado de nuevo?

Yo creía no haber hecho nada que la enojara o molestara, pero algo hice para que se fuera. O tal vez no fue ella, fue Heinrick quién le metió esa idea e hizo que me dejara. Nunca confié ni me agradó Heinrick.

La fiesta se acabó muy tarde, y yo había perdido de vista a Rania. Subí a mis aposentos y lo primero que vi cuando entré fue a Rania, completamente desnuda.

— Bien, aquí está mi parte del trato. — Comenzó, tirándose a la cama y abriendo sus piernas.

Podía ver literalmente todo, y era una excelente imagen, por lo que fui hacia ella y me bajé el pantalón, ya erecto y la penetré.

Flesh of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora