CAPÍTULO 7

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Narra Elián

Mi papá no terminó nunca de decírnoslo. Murió en la madrugada del día siguiente que nos contó lo sucedido. Sabía que sucedería, pero no tan pronto, no de esa forma. No después de lo que nos había dicho. 

No lloré, sólo me sentí vacío y extraño.

Me mantuvieron de un lado al otro, haciendo todo para los preparativos del funeral de mi padre.

Yo no tenía fuerzas para nada, mas que seguir a todos y pensar en lo que me dijo mi padre.

Giré hacia el largo pasillo que daba al salón, en donde se estaba reuniendo toda la familia real, o lo que quedaba de ella. Caminé con paso lento, no teniendo la fuerza suficiente para enfrentarme a toda la realeza. 

En la gran puerta, me topé con Esther, que lloraba descontroladamente. No le dije nada.
No podía decirle nada.

Pasé a su lado y puse mis manos en las manijas de la puerta, para empujarla.

— Elián... — El pequeño susurro de Esther me hizo girar hacia ella. — Lo siento tanto.

Di un bufido y aparté la mirada. No quería lástima de nadie, y menos de ella.

— Como sea. — Dije.

— Yo... Sé que tú no quieres lástima de nadie. — Pareció como si leyera mi mente. — Pero solo quiero que sepas que no hay nada de malo en que yo me sienta igual de triste que tú. Yo lo quise mucho, al igual que tú, y...

La furia me inundó, ella no podía saber cómo me sentía, ella no podía compartir mi dolor. Él era mi padre, no suyo. La pegué contra la pared en un estruendo.

— Cállate, maldita plebeya. — Le grité. Ella se encogió bajó mis brazos. — Tú no tienes derecho a hablarme, ni siquiera mirarme, así que no te atrevas a volver a acercarte.

La solté y me fui, sin mirar atrás.

Entré al gran salón, en donde todos me miraron y se dirigieron a mí, para darme el pésame. Yo solo fingí y fingí.

Solo podía pensar en cuanto extrañaría a mi padre y que no podríamos vivir sin su sabiduría.
Yo no podía ser rey.

No estaba preparado. No sin él. Necesitaba su enseñanza, que él me guiara. 

Siempre me decía que estaba listo para ser rey, pero yo ya no lo creía. 

Jamás me había sentido tan vacío y solo. 

Todos dentro me miraban con lástima y pena, así que bajé la mirada hacia el piso, que se veía más brillante que nunca. 

— Su... Alteza, lo lamento mucho. — Sentí una mano en mi brazo y por la voz, supuse que era el consejero Mateo, el líder de los consejeros. 

No dije nada, pero poco a poco, todos aquellos cercanos a la realeza me dieron su pésame y otras palabras que realmente no estaba escuchando. Sólo pensaba en él, en el gran rey que fue, el gran padre que fue. Nunca le dio miedo ser cariñoso y cercano a sus hijos, a diferencia de la mayoría de otros regentes, que siempre los dejaban de lado, él no era así, y siempre estuve agradecido por ello. 

Nunca me sentí solo, porque él estaba ahí. Y a pesar de no tener madre, nunca sentí que me faltara amor. No necesité a nadie más, sólo a mi padre. 

Como si fuera una marioneta, me llevaron por todos lados del castillo, y de lejos escuchaba las voces diciéndome que pronto sería mi coronación y otras cosas que yo debería hacer. 

Cuando pude, me escapé y fui directamente a los aposentos de mi padre. Los habían limpiado y todo, ni siquiera parecía que hasta hacía unas horas, él estaba ahí, acostado, durmiendo. 

Flesh of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora