Narra Elián.
Me detuve en la gran puerta blanca de la alcoba de mi padre, el rey. Junto con mi hermana, fue un gran padre amoroso y gentil, sin embargo, el reino siempre tuvo algo en contra de él, pues decían que era débil y no podría contra una guerra.
Esos estúpidos.
No lo conocían.Y ahora, que estaba en su lecho de muerte, todos estaban preocupados por él, esos hipócritas. Lo peor de todo, es que ellos serían mi pueblo y a quienes debería reinar.
Mi hermana, arrogante, no le tuvo aprecio y dijo que estaba mejor muerto, pues tendría ella más protagonismo.
La odiaba.Igual que a mí mismo, por no poder haber cuidado mejor de él y haberlo defendido de los demás, incluso de mi hermana. Pero mi padre siempre decía que debía comprenderla, que desde que mamá no estaba, ella la había pasado muy mal, aunque para mí no era suficiente excusa para ser una horrible hija, y menos con mi papá, quien siempre había sido bueno con ella, cariñoso, y empático con ella. Lo bueno es que a pesar de la muerte de mi padre, ella no sería reina, que es lo que ella deseaba en realidad.
Suspiré y abrí la puerta después de tocar.
Mi padre descansaba en su amplia cama.
Al verme, sus ojos brillaron y sonrió.
— Hola, hijo mío. ¿Qué te trae por aquí? — Preguntó mi padre.
— Vine a verte. — Me posicioné a su lado y le sonreí. — ¿Cómo te has sentido?
— Igual que siempre. Pero tú no te preocupes por eso. — Levantó su mano temblorosa y esquelética para tocar mi mano. — Deberías preocuparte por el reino que próximamente tendrás.
— Lo hago, padre. — Afirmé con convicción. — Desde hace tres años que practico con la espada, arco, y otras armas para estar listo para una batalla. Además, he estudiado sobre la economía de nuestro reino y casi todo sobre él. Aún sigo aprendiendo, pero te prometo que lo haré bien.
Mi padre me miró con orgullo y asintió, apartando la mirada y posándola en la lejanía.
— Eso es, hijo. Vas a ser un gran rey. Mucho mejor que yo.
— No lo creo, padre. Tú eres y serás mucho mejor que yo. Yo no lograría hacer esos tratados de paz como tu lo haces y todos los negocios. Yo no tengo esa paciencia y...
— Eso no se trata de los tratados de paz y guerras. — Me interrumpió con seriedad. — Se trata de a dónde llevarás al reino con tu reinado. Qué tan lejos los llevarás. Eso se trata ser un rey. No solo evitar guerras.
— Sí, padre. — Coincidí con una reverencia.
— Además, en este reino hay mucha codicia y avaricia. Deber erradicarla y hacer cosas mejores.
Volví a asentir. — Hijo, tienes 18 años, ya eres lo suficientemente mayor como para comprender los problemas de este mundo y de este imperio. Así que debes tratar de quitarlo y hacer este un mundo mejor.— P-pero, Padre... ¿El mundo? Yo solo voy a reinar este Imperio, no todo el mundo.
— Sí. Pero puedes lograr todo lo que te propongas.
— P-pero...
— No he terminado de hablar, Elián.
Me callé al instante y me quedé en silencio, escuchando sus palabras.
— Puede que, cuando tus enseñanzas y soberanía alcancen el clímax, lo mejor, los puedas transmitir a otros lugares y, así, a todo el mundo. Puede que tarde meses, años, incluso siglos, pero fue tú idea y poder lo que cambió al mundo. ¿Entiendes?
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Flesh of the dragon
RomanceÉl la odia a pesar de que ella lo ama. Ella lo ama, a pesar de que él la odia. Él la quiere sólo por su cuerpo. Ella lo quiere por todo. Él oculta un secreto que puede acabar con el imperio y el mundo. Ella ignora sus secretos y quiere que la ame. S...