4. Reentrada

39 9 0
                                    

El momento había llegado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El momento había llegado. Todos estaban en sus asientos, con sus trajes completos, los casos puestos y las sujeciones bien fijadas. Amelia llevaba su propio traje y estaba sentada en un asiento que Cam había tenido que instalar para ella semanas atrás.

En las horas previas, habían interrumpido la rotación de la nave quedando en ingravidez y se habían trasladado al segmento central que, tras abandonar el gran anillo exterior en órbita, era la parte que iba a descender a la superficie de La Tierra.

Amelia estaba bastante nerviosa, aunque ella había aterrizado su mini cápsula en muchos planetas, nunca había usado el rozamiento con la atmosfera para frenar la enorme velocidad de un viaje espacial como planeaban hacer con aquella destartalada nave de cientos de toneladas. Le parecería una proeza si conseguían llegar a tierra de una sola pieza.

No podía evitar pensar, que ojalá no fuera una atea acérrima y que tuviese algo a lo que rezarle una plegaria. Sin embargo, ya era tarde para encontrar el camino de la fe, la nave enfilaba hacia aquel inmenso planeta esperando que, desde el mismo, les dieran el visto bueno para bajar.

–Preparaos todos, en cuanto comencemos a atravesar la atmósfera desplegaremos el escudo térmico y toda la nave se agitará hasta que consigamos frenarnos. Después, entraremos en caída libre –avisó el capitán. Estaba bastante claro que ese mensaje no era ni para Cam, que estaba jugando a un videojuego en su móvil, ni para Trian, que miraba con los ojos llenos de ilusión hacia la parte delantera de la nave. Era para Amelia, que tenía que prepararse para vivir una de las situaciones más aterradoras de en un viaje espacial.

Pasaron unos minutos, que se le hicieron eternos, y fue entonces cuando el capitán volvió a hablar. –Agarraos a vuestros asientos, ¡volvemos a casa! –Dijo, mientras comenzaba a encender los motores para abandonar la órbita terrestre.

Amelia miraba hacia adelante casi sin parpadear, viendo como La Tierra se iba haciendo más y más grande y, entonces, comenzaron los mencionados temblores. Todo crujía a su alrededor. Miró las escotillas redondas de los laterales y las vio cubiertas en fuego <<¡estamos en llamas!>> pensó aterrorizada, mientras un ensordecedor ruido los envolvía. Aquello era mucho peor de lo que esperaba, notó que comenzaba a sentir un verdadero e incontrolable pánico. Fue entonces cuando escuchó la voz de Trian que le gritaba.

–¡Tranquila, es normal! –<< ¿Normal?>> pensó ella, << ¿Qué tiene todo esto de normal?>>. Pero no tenía mucha tranquilidad, que digamos, para pensar en esas cosas. El caos a su alrededor la estaba dejando muy aturdida, solo pensaba <<Voy a morir, voy a morir en esta extraña nave, rodeada de hombres y, antes siquiera, de poder explorar este planeta>>.

En ese momento cesaron las turbulencias y pensó, crédulamente, que había terminado su sufrimiento. Pero estaba equivocada. Empezó entonces la caída libre, notó cómo la ingravidez volvía a adueñarse de su cuerpo despegándola de su asiento. Cayeron durante varios minutos, que se le antojaron eternos, hasta que el capitán encendió los retropropulsores a solo unos pocos metros del suelo, parando la nave justo antes de que se estrellase. Luego él miró hacia atrás.

Amelia: La sociedad de las mujeres (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora