Amelia está a punto de hacer un gran descubrimiento. Envuelta en esta aventura llena de acción, reflexiones y, sobre todo, sentimientos encontrados que la harán replantearse su vida y sus propias ideas. Con humor y grandes dosis de ironía, hará fren...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Rena estaba de camino. Se alejaba en su cápsula de la Nave Madre con el corazón encogido por la preocupación. Había pedido a Airis que no dejase que Selena supiera que se había ido a de vuelta a La Tierra, a lo que ésta acepto de mala gana.
Debía llegar cuanto antes, presentía que algo malo iba a pasar y, ese pálpito, no solía andar equivocado; por lo que, en un segundo, desapareció sumida en el hiperespacio.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El inspector Takeshi y la sargento Adriana, organizaban sus equipos en el exterior de la torre. No sabían cómo se había filtrado la información que le había llegado a los sospechosos, pero, ahora, esa operación, que iba a ser sencilla en un principio, se estaba complicado. Por lo que habían tenido que movilizar a muchos más hombres para poder entrar en la enorme y acorazada torre.
–¡Takeshi! –gritó molesta la sargento. –¡Se ha fugado!¡la chica que teníamos detenida!... ¡alguien de dentro la ha ayudado a escapar!¡no me lo puedo creer!
–¿Quién habrá sido? –preguntó él con su habitual parsimonia.
–¡Y, yo que sé! Bueno, entremos en esta maldita torre y detengamos a esos dos. Con suerte, se habrán comunicado ya con su nave, así tendremos algo más que puras conjeturas... ¡Después de esto, me pienso coger unas buenas vacaciones!
–Siempre dices lo mismo...– murmuró él.
–¿Qué dices?
–Nada...
–Entraremos en veinte minutos. Avisa a los equipos especiales por si necesitamos que intervengan; aunque, primero... intentaré ser diplomática– dijo arreglando el cuello de su camisa.
–Porque te obliga el protocolo... –volvió a murmurar.
–Como sigas murmurando cosas, te relego– espetó airada, después, miró hacia la puerta de acceso a la torre. – Venga, vamos–. Y comenzaron a andar hacia la entrada. Pero, antes de poder entrar, salieron de su interior varios agentes armados.
–Apártense, esto es una investigación federal –les ordenó, mostrando la acreditación que colgaba de su cuello.
Sin embargo, ellos no se movieron ni un ápice. Apareció entonces el Doctor Rugers, pasando entre ellos, hasta quedar frente a los inspectores.