39. El dolor

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Cuando Rena llego a la torre, sus miedos se habían materializado

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Cuando Rena llego a la torre, sus miedos se habían materializado. Desde la lejanía, podía ver una nube de humo salir de la cubierta superior del edificio. Enfiló hacia allí preocupada, esquivando los helicópteros que había a su paso. Observó desde su cápsula, el gran hueco creado por una explosión y pudo ver cómo unos hombres estaban deteniendo a Sara y Trian.

Sin pensárselo dos veces, se acercó con su nave invisible, la estacionó a su lado y abrió las puertas de la cápsula. Se asomó mientras apuntaba a los agentes con el arma de su pulsera. Ellos la miraron sorprendidos, pues aquella mujer había aparecido de la nada y parecía flotar en el aire. Pulsó entonces el botón creando una nube blanca y opaca que los cegó.

Se bajó rápidamente y, con la aturdidora, dejó sin sentido al agente que presionaba a Trian contra el suelo. Sara ya había inmovilizado al que la tenía retenida, así que se agachó y guio a Trian hasta el interior de la cápsula. Escucharon como los agentes intentaban disipar la niebla y ordenaban no disparar para no herirse entre ellos.

Cerró la puerta de la nave y huyeron del lugar.

–¿Dónde está Amelia y Evan? –les preguntó preocupada al no verlos con ellos.

–Han escapado hacia la Nave Madre... Amelia estaba herida– comenzó a contarle Sara sin poder creer, ni ella misma, lo que decía.

–¿Cómo? ¿está herida? –preguntó Rena, ansiosa.

–Sí... le dieron en el estómago, estaba perdiendo mucha sangre... no había otra cosa que hacer... Si le han dañado algún órgano, el único sitio al que podría mandarla era a la nave¡allí tienen órganos para ella! ¡Pueden salvar su vida! –Sara comenzaba a perder la compostura fruto de los nervios.

–Tranquila, no grites, seguramente estará bien... –le dijo Rena tratando de calmarla y guardándose sus propios miedos. –Es una chica fuerte. Supe que no había muerto el día que desapareció y sé que esta vez tampoco lo hará, ten confianza.

Trian no hablaba, pues la culpabilidad lo estaba carcomiendo por dentro.

–Tú eres Trian, ¿verdad? –le preguntó Rena, tratando de ver su rostro.

Pero él no levantaba la cabeza y Sara la miró preocupada.

–Él me ha salvado la vida, pero...– comenzó a decir, pero perdió las fuerzas, no se sentía capaz de narrar lo sucedido.

–Amelia me salvo a mí– intervino él con la voz quebrada. –Ella arriesgó su vida por mi... si le pasa algo, yo...

–Ya os he dicho que no le va a pasar nada– volvió a decir Rena. –No sé a dónde ir... ¿dónde debería parar? –le preguntó a Trian, quien alzó la cabeza para mirar el exterior.

–Para allí, en aquel claro cerca de esa montaña. Le diré a mi padre que vengan a ese lugar...– indicó con voz cansada. Después escribió un mensaje en la pantalla de su reloj.

Amelia: La sociedad de las mujeres (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora