42. Remordimientos

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Mientras esto sucedía, Rena, acompañada por Amelia y Evan, miraban también La Tierra, desde el otro lado del globo.

–¿Qué hacemos? No creo que pueda llevaros a la ciudad... Seguramente estarán esperando a que aparezcáis para deteneros– reflexionó Rena.

–Llévanos a la casa árbol, la del lago... Ese lugar solo lo conocen los inspectores James y Umberto, y no creo que hayan dicho nada de ese sitio a nadie más. Así podremos ponernos en contacto con Trian– respondió Amelia.

–Sí... Pero, antes de eso, hay algo que debo contaros sobre Trian y sobre mí... –comenzó a decir Rena, algo decaída.

–¿Qué pasa, abuela? –preguntó Amelia, preocupada por su tono de voz.

–No sé cómo decíroslo, la verdad...– hizo una pausa y cogió aire. –Trian, es mi hijo.

Evan y Amelia se miraron desconcertados.

–¿Como que es tu hijo? –preguntó Evan riendo. –Eso no tiene sentido.

Rena lo miró con los ojos enrojecidos y suspiró.

–Cuando vine a La Tierra, hace ya treinta y ocho años, conocí al padre de Trian... él me encontró en un momento delicado... Yo era inexperta, no sabía nada sobre los terrícolas y cometí muchos errores al llegar. No oculté bien mi rastro y los federales me localizaron... a él le ordenaron que me arrestase, pero... nos enamoramos.

–Abuela... ¿es verdad lo que me estás diciendo? Dime que es broma, por favor– le rogó Amelia, confundida.

–Es la verdad. Él me ocultó de los federales que me buscaban y borró todas las pistas para que no me pudieran localizar. Al poco tiempo de estar aquí, me quedé embarazada.

– ¡¿Eso no puede ser?! ¡Nosotras no podemos quedarnos embarazadas! ¡No ovulamos! Sé que me estas mintiendo y quiero que lo dejes ya...

–Amelia– le dijo, mirándola a los ojos. –Nosotras no ovulamos mientras estamos en la nave porque nos dan anticonceptivos en nuestras raciones de vitaminas diarias. Pero, si estás suficiente tiempo sin tomarlos, tu cuerpo vuelve a funcionar con normalidad. Yo me di cuenta de ello demasiado tarde... y quedé embarazada en mi primera ovulación.

Evan miró a Amelia preocupado.

–¿Cu...cuando tiempo llevabas en La Tierra cuando paso eso? –le preguntó tartamudeando.

–No me digas que vosotros ya...– les dijo señalándolos con una sonrisa en la cara.

–¡Abuela!... –le recriminó Amelia. Pero, acto seguido se preocupó también. –¿Cuánto tiempo fue...?

–Un mes o dos...– dijo pensativa. –No lo recuerdo con exactitud.

Esa revelación hizo que algo se quebrase en la mente de Amelia y la posibilidad de un embarazo la preocupó sobre manera. Sin embargo, no era el momento de preguntarle sobre seguridad sexual, pues, la bomba que acababa de lanzar, copaba toda la conversación.

–Dejemos este tema para más tarde...– dijo pensativa. –¡Explícame lo de Trian! ¿Cómo es posible que no lo supiera? ¿Cómo es posible que no me lo contases?...

–Verás, es complicado... Cuando me di cuenta que estaba embarazada, supe enseguida que quería tener el bebé, pero... no podía quedarme más tiempo en La Tierra –dijo mientras les miraba con arrepentimiento. –Tu madre era muy pequeña, tenía que volver a la nave. Debía elaborar una mentira sobre lo que había estado haciendo durante ese año... Así que, cuando Trian nació, ni siquiera le di un nombre; simplemente lo dejé a cargo de su padre. No podía llevarlo conmigo, era un niño, un varón... Hice jurar a su padre que nunca le contaría la verdad sobre mí... Él dejó su trabajo como federal y se preocupó de mantener a salvo a nuestro hijo...

Amelia: La sociedad de las mujeres (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora