10. La playa

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Trian llegó a aquel idílico lugar solo unos minutos antes de que lo hicieran Evan y Amelia

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Trian llegó a aquel idílico lugar solo unos minutos antes de que lo hicieran Evan y Amelia. Había tenido que despegarse de su amor por unos días para ayudar a su capitán y a su nueva amiga del espacio en una misión que aún no sabía en qué consistía. Lo único que sabía es que le habían pedido que fuera a aquella playa solo, en coche y por carreteras secundarias. Cientos de posibles teorías rondaban por su mente mientras miraba el mar sentado en la arena.

Se fijó entonces en una entrañable parejita que jugaba en la orilla y la nostalgia le embargó. Separarse otra vez de su amorcito estaba siendo muy duro y ver el amor ajeno no ayudaba para nada. Mientras intentaba lidiar con esa añoranza, enfocó mejor a aquellos dos enamorados para darse cuenta que no eran, ni más ni menos, que su capitán; un hombre algo bruto al que jamás le había conocido una novia, y su nueva amiga; que venía de una extraña subcultura de desprecio a los hombres y superioridad de género. Y, aunque la posibilidad de que aquellos dos acabasen juntos alguna vez le había cruzado la mente, en realidad estaba seguro que aquello era imposible.

Siguió mirándolos desde donde estaba, como quien ve beber a dos ciervos en un rio intentando no hacer movimientos bruscos para no asustarlos. Observó perplejo cómo Evan cogía a Amelia y la metía al agua. << ¿Pero ese tío quién es? >> pensó para sí mismo. Luego vio a Amelia caerse cómicamente al agua, ahí ya casi no pudo aguantarse la risa, pero la suprimió con bastante esfuerzo.

Mientras aún se tapaba la boca para contener la carcajada, observó como él la ayudaba a levantarse y ambos se quedaban mirándose ensimismados, creando un ambiente bastante peliculero. A estas alturas, el bueno de Trian ya no podía aguantar más el cursileo y, por mucha alma de poeta que tuviese, en el fondo le incomodaban bastante esas cosas.

Además, sentía un atisbo de celos en su ser que no supo muy bien en qué objetivo ubicar. Así que se levantó de un salto, puso ambas manos alrededor de su boca, cogió aire y les gritó.

–¡Ey, vosotros dos!¡No se come delante de los hambrientos!

Ellos se giraron a mirarle sorprendidos y la cara de Amelia se iluminó al darse cuenta de que era Trian. Corrió desde donde estaba hasta llegar frente a él.

–¿Qué... qué haces tú... aquí? –preguntó ella respirando con dificultad.

–Creo que soy parte de algún tipo de coartada... eso o de un timo piramidal, pero me da igual, ¡tenía ganas de verte! –bromeó él, sin embargo, pudo ver cómo los ojos de Amelia le contestaban.

–Gracias, Tri... –le dijo ella mientras le abrazaba.

Trian estaba sorprendido, no sabía lo que había pasado exactamente, pero intuía que debía ser algo gordo ya que aquella muchacha jamás le había dado un abrazo, ni tampoco había visto esa mirada en ella, por muchas cosas que le hubieran pasado últimamente.

Justo detrás de Amelia apareció Evan. Trian pudo ver, ahora que estaba más cerca, que llevaba un hombro vendado.

–Pero, ¿qué narices os ha pasado? –preguntó alarmado.

Amelia: La sociedad de las mujeres (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora