5. Estoy bien

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Amelia no sabía muy bien cómo había llegado a aquel lugar

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Amelia no sabía muy bien cómo había llegado a aquel lugar. Los recuerdos de una crisis de ansiedad a menudo son algo confusos y borrosos. Esto lo sabía porque lo había leído, no porque hubiera tenido alguna antes de aquel día.

Pensó <<El día que tienes tu primera crisis de ansiedad... debe de ser un día que recuerdes para siempre. Cómo el día de tu graduación o el de tu boda >>. Ese pensamiento le hizo soltar una carcajada nerviosa <<Creo que la crisis aún no ha terminado >> razonó otra vez y volvió a reírse, sin embargo, esta vez la risa se convirtió poco a poco en llanto.

Por otro lado, era Evan el que se encontraba ahora en serios problemas. Frente a él, un hombre le miraba con gesto de desconfianza y los brazos cruzados a la altura del pecho.

–¿Y bien? –preguntó arqueando una ceja. –¿Me lo cuentas tú o esperas a que lo deduzca yo mismo?

Evan mantenía fija la vista en la mesa para rehuir su intensa mirada.

–De acuerdo, si eso es a lo que quieres jugar... Según me has dicho tú mismo, conociste a la chica nada más bajar de tu nave, frente al espaciopuerto –le echó una mirada de desconfianza y continuó. –Ella estaba perdida y asustada. Además, parecía sufrir algún tipo de amnesia... así que decidiste traerla aquí. ¿Es eso? ¿Eso es lo que pretendes que me crea? –le espetó golpeando la mesa con ambas manos. –¡Venga! Que no soy tonto, ¡confiesa la verdad de una vez!

Evan aguantaba el interrogatorio con estoicismo, pero no podía permanecer más tiempo callado.

–Vamos a ver... –comenzó a hablar con aquel hombre. –¡¿Así es como me vas a recibir?! ¿¡Tantos meses sin vernos y solo te preocupa que te haya traído un huésped a tu hostal!? –le reprochó algo enfadado.

Ambos se quedaron callados, mirándose a los ojos cómo en un silencioso duelo.

–Está bien... no me lo cuentes, pero ya sabes, la verdad siempre sale a la luz. –Le dijo, mientras se giraba hacia los fogones en aquella pequeña cocina.

–Lo siento tío, no sé qué verdad esperas que salga a la luz, pero no hay nada de nada, créeme...

–Te conozco lo suficiente para saber cuándo mientes, hijo, o ¿es que no recuerdas quién te ha criado?

–¿Criarme? Si cuando vine aquí tenía catorce años, estaba ya criado –respondió Evan sonriendo.

–Buf, la peor edad, me diste mucha briega y muchos dolores de cabeza... un adolescente... ¡eso no se lo deseo a nadie! Pero ya lo entenderás cuando seas padre...

Evan se quedó mirando a su tío que estaba de espaldas cortando cebollas. Era lo más parecido a un padre que había tenido y, cuando se veía en problemas, era el único con el que podía contar. Aquel hombre alto y corpulento con cara de pocos amigos era la persona más generosa que había conocido en toda su vida.

Amelia: La sociedad de las mujeres (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora