37. La torre

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Evan y Amelia, llegaron a la torre de telecomunicaciones temprano y el Doctor Rugers les estaba esperando para subir a la sala de comunicaciones

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Evan y Amelia, llegaron a la torre de telecomunicaciones temprano y el Doctor Rugers les estaba esperando para subir a la sala de comunicaciones. Aunque trataban de disimularlo, el ambiente entre ellos se seguía notando tenso. Una vez en el ascensor, el doctor les habló.

–Simón, el padre de tu amigo Trian, se ha puesto en contacto conmigo –dijo mirando fijamente a Evan. – Por lo que me dijo, estáis en un aprieto mayor del que creéis.

El ascensor seguía subiendo sin descanso mientras ellos sentían que estaban a punto de recibir una mala noticia. El señor Rugers parecía nervioso, cosa rara en él, por lo poco que lo había podido tratar Amelia.

–Por lo que me ha dicho, los federales han abierto una investigación contra vosotros. No me imagino lo que habrán descubierto– dijo mirando a Amelia. –El señor Simón, no me ha dado mucha información, solo me ha pedido que os mantenga dentro de este edificio.

–Pero... ¿por qué no nos lo ha dicho a nosotros él mismo? –preguntó Evan intranquilo. –No he logrado contactar con Trian en días y, ahora, esto...

–No me ha dado más información, solo me ha pedido que os mantenga aquí –añadió, mirando hacia el exterior mientras ascendían en el ascensor de cristal. –He doblado la seguridad del edificio, aunque quieran venir a por vosotros, no lo conseguirán– afirmó con tono serio.

Amelia estaba inquieta. Aquel hombre no sabía nada, no le habían contado los motivos por los que necesitaban la torre, ni sobre su procedencia, y él tampoco había preguntado en ningún momento sobre ello. Parecía no querer saberlo. Amelia sentía que estaba haciendo todo eso por su hijo, por estar cerca de él y por protegerlo.

Evan miró con preocupación a Amelia, que no sabía que decirle. Finalmente llegaron al piso superior de la enorme torre y bajaron.

–Debéis permanecer en esta zona, es la más segura del edificio. Yo debo volver a mi despacho– les dijo con voz cansada. Pero, en sus ojos, Amelia pudo ver el mismo brillo que en los de Evan.

–¿Por qué no te quedas con nosotros? –le preguntó Amelia preocupada por él.

Él le sonrió con un poco de amargura.

–No puedo, he de bajar a organizar algunas cosas. Pero subiré una vez este todo hecho– su voz, ese día, era mucho más amable que en ocasiones anteriores.

Dicho esto, se fue dejándoles allí solos. No había nadie en la enorme sala. Fueron hacia la pequeña habitación donde Amelia había dejado el dispositivo de comunicaciones. Pero no había ninguna señal, como ella ya sabía. Así que se dedicó, durante una hora, a tratar de contactar con su madre y su abuela; aunque sin éxito.

–¿Crees que vendrán los federales aquí, a por nosotros? –le preguntó a Evan preocupada.

–No lo sé...– respondió él dando un suspiro. Se le notaba agobiado y cansado de todo aquello. –Pero, lo que sí sé, es que este lugar es el más seguro de la cuidad. Si mi padre no nos miente, y trata realmente de ayudarnos, no podrán entrar sin un ejército...

Amelia: La sociedad de las mujeres (Completada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora